Crimea, Donbás y el mar de Azov: los pasos de Vladimir Putin para invadir Ucrania
Crimea, Donbás y el mar de Azov: los pasos de Vladimir Putin para invadir Ucrania
Este fue el retrato de la segunda jornada de conversaciones entre Rusia y Ucrania. La siguiente será la próxima semana. FOTO AFP
– Durante ocho años el presidente fue ganando terreno para amenazar a su vecino
La guerra en Ucrania por la invasión de la Rusia de Vladimir Putin no encuentra un camino de resolución. Este viernes se cumple el día nueve de enfrentamientos que intentan cercar a la capital, Kiev. Los civiles evacúan por corredores humanitarios y las vías diplomáticas siguen sin encontrar un alto al fuego.
Este jueves las delegaciones de ambos tuvieron su segunda ronda de conversaciones, después del primer encuentro del pasado 28 de febrero, pero las líneas rojas de los negociadores siguen siendo las mismas.
Al menos a la luz pública, solo hubo un acuerdo: un breve cese de hostilidades para permitir una retirada a la población. Empero, la promesa duró poco porque al cierre de esta edición Rusia bombardeó la central nuclear de Zaporizhzhya.
La urgencia de salir de Ucrania crece. En cuestión de una semana la emergencia desplazó un millón de refugiados, cuatro millones de personas necesitan atención humanitaria y el cálculo de posibles desplazados internacionales por el conflicto para los próximos días ascendió de siete a diez millones, por lo que la Unión Europea y Estados Unidos anunciaron un estatus de protección temporal para esa población.
Los números, más que un indicador, perfilan una realidad que llegó a Europa cuando apenas se estaba recuperando de la pandemia y del hueco económico generado por el covid-19: el continente está ante la mayor crisis migratoria en décadas, probablemente desde la Segunda Guerra Mundial.
Apenas siete años antes, la Guerra en Siria había expulsado a 6,6 millones de refugiados a Líbano, Turquía, Jordania y otras geografías. La emergencia social también podría superar en números al fenómeno de movilidad humana proveniente de Venezuela, que ha desplazado a más de un millón de ciudadanos.
Los combates también se se agudizaron. Rusia eleva sus apuestas militares en terreno y los aliados también suben sus aportes de dineros, armamentos y equipos de defensa. Sus soldados no están en terreno y ya parece descartada la posibilidad de que la Alianza Trasatlántica (OTAN), Reino Unido o Estados Unidos desplieguen a sus soldados, pero en financiación se muestran dispuestos a respaldar la guerra.
Alemania entregará 2.700 misiles antiaéreos que se suman a otros 500 que ya había enviado a Ucrania. Antes donó 23.000 cascos militares, 1.400 lanzacohetes y nueve obuses (lanza cañones).
En línea con las entregas del canciller Olaf Scholz, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, busca que el Congreso le apruebe fondos por 10.000 millones de dólares para comprarle armas a Kiev, ayudas que se sumarían a las de la OTAN, España, Francia y otros.
Y mientras los aliados siguen materializando en armas sus compromisos con Volodimir Zenlenski, el mandatario ruso Vladimir Putin asegura que la invasión está ocurriendo de acuerdo a sus planes.
Si se mira el plano de Ucrania, gran parte de la frontera con Rusia y que conecta con el Mar de Azov y el Mar Negro ya está en manos del Kremlin, creando una línea de zonas dominadas por este en toda el área limítrofe.
Todos esos puntos los enlazan, también, con la penísula de Crimea y la ciudad portuaria de Sebastopol, que se anexionaron en 2014. Esos territorios que han estado en disputa en los últimos años pertenecieron a la Unión Soviética: en tiempos de la Guerra Fría Ucrania era la despensa agrícola de Moscú.
“El control de Crimea le está sirviendo a Putin para avanzar, las repúblicas que se declararon independientes ya están prácticamente bajo su control y ahora está intentando conectar esos dos territorios para asegurar el control del Mar de Azov (ver mapa)”, detalla Juan David Escobar, director del Centro de Pensamiento Estratégico de la Universidad Eafit.
Los ocho años que pasaron entre la anexión a Crimea y Sebastopol y la invasión de este 2022 no fueron tranquilos para la frontera entre los dos países. Por el contrario, en todo este lapso hubo un conflicto focalizado en el Donbás, en las ciudades de Donestk y Lungask, que apagó la vida de 14.000 personas.
Esas dos autoproclamadas repúblicas son controladas desde 2014 por grupos prorrusos patrocinados por el Kremlin. Antes de que estallara la guerra, el lunes 21 de febrero, Putin las reconoció como soberanas afirmando que Moscú había cometido el error de aceptar la independencia de los territorios que fueron de la Unión Soviética, pero ahora están en la lista de los puntos del mapa desde los que busca conquistar Ucrania.
Entre la anexión a Crimea y la invasión de este 2022 hay una coincidencia temporal: ambas ocurrieron en febrero, en medio del invierno.
Por estos días de bajas temperaturas la Unión Europea requiere el gas que le exporta Rusia para dar energía a los sistemas de calefacción. Esa es una relación de dependencia mutua: Moscú necesita un comprador y los occidentales un proveedor.
Apenas 17 días antes del asalto de Moscú a Kiev, Putin se reunió con su homólogo chino Xi Jinping para buscar otro cliente para ese fluido. Como si fuera una premonición de que algo podía romper esa cadena de suministro, los occidentales estaban buscando nuevos negocios con Argelia y Qatar para conseguir otro distribuidor.
Rusia y la Unión Europea están conectadas por los gasoductos Nord Stream I y II. El primero ya estaba operando y la construcción del segundo concluyó en octubre de 2021, pero el bloque de los 27 frenó su certificación cuando el Kremlin ordenó la incursión militar, como castigo a la ruptura de Putin de las normas del derecho internacional.
La puja que protagoniza uno de los mayores productores de hidrocarburos del mundo está presionando al alza los precios del petróleo y del gas, también de materias primas como el níquel y el aluminio, tocando los bolsillos de todos los países: los productores pueden vender más caro, pero la inflación presiona las cuentas de los compradores.
Así, la guerra en Ucrania está articulando un panorama de presiones económicas –desde las sanciones al Kremlin y sus oligarcas hasta los coletazos que sienten las empresas– que tienen una fecha de caducidad dependiendo del bolsillo de las organizaciones y los más ricos del mundo.
Por eso las medidas que está tomando Occidente no solo se aplican a funcionarios del gobierno o al comercio internacional de Rusia, sino a los caciques empresariales de ese país que son señalados de ser amigos de Vladimir Putin, como Alisher Usmanov, Nikolai Tokarev y los hermanos Boris y Arkady Rotenberg.
Otro de los multimillonarios más conocidos de Moscú, Alex Konanykhin, ofreció el jueves un millón de dólares por detener a Putin, dejando ver un factor que ya leyó Occidente: el cerco al presidente ruso tiene que articularse desde adentro
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