Finlandia rompe el tablero
Finlandia rompe el tablero
Sanna Marin, primera ministra de Finlandia
– Helsinki clama por adherirse y Rusia amenaza con el gas
OLDENBURG, 13 MAYO- Finlandia quiebra el tablero y anuncia que tiene la intención de unirse a la OTAN de inmediato, una cuestión que estaba en el aire, pero ahora el presidente Sauli Niinisto y la primera ministra Sanna Marin se encargaron del acuñar el punto de inflexión histórico con una declaración conjunta.
Luego será el turno de Suecia, que se pronunciará el lunes. Y con toda probabilidad -por no decir seguro- será otro sí. El revés para Rusia es completo y marca el completo fracaso de la estrategia de Vladimir Putin.
Quería “menos OTAN” en las fronteras y ahora se encontrará compartiendo más de 1.300 kilómetros con la Alianza Atlántica.
“Para nosotros es una amenaza”, interrumpió el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. “Moscú tomará las medidas necesarias para garantizar su propia seguridad”, explicó, y éstas dependerán “de la proximidad de la infraestructura de la OTAN a nuestras fronteras”.
La Cancillería subió entonces la apuesta al hablar de inevitables “contramedidas técnico-militares”. Mientras tanto, parece que el suministro de gas podría interrumpirse mañana mismo. Un golpe directo de Moscú. e inmediato.
Al “persuadir a Helsinki” para que se una a la Alianza, la OTAN “pretende crear un nuevo frente de presión militar sobre Rusia”, tronó la portavoz del ministerio ruso. Pero describe un mundo al revés. Es Finlandia la que, tras décadas de no alineamiento, ha elegido libremente unirse al bloque, como confirman claramente las encuestas y las declaraciones de los partidos hasta hace poco escépticos de la OTAN.
“El comportamiento impredecible de Rusia es un gran problema”, dijo a la Eurocámara el ministro de Relaciones Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto. “La invasión rusa de Ucrania ha cambiado el entorno de seguridad europeo”, añadió.
Al mismo tiempo, Haavisto no espera “una amenaza militar inmediata”. Evaluación compartida en la sede de la OTAN. Moscú, se dice, ya tiene el trabajo hecho en Ucrania, la operación no sale como se imaginaba y no tiene los recursos para abrir un nuevo frente con Finlandia, que además tiene un buen ejército, equipado con armamento ultramoderno.
El riesgo de un ataque se considera mínimo, ya que Londres ya ha ofrecido su cobertura si ocurriera lo impensable. El aplauso por la elección de Helsinki, en el campo occidental, fue unánime.
La UE se complace de la situación. Los trámites serán “rápidos”, prometió, con cierto regocijo, el secretario general Jens Stoltenberg. En Estados Unidos también bendicen la decisión finlandesa.
Mientras, la guerra en Ucrania, sin embargo, está en su apogeo, con el asalto a Azovstal cada vez más feroz y el uso cada vez más masivo de bombas de racimo y de fósforo por parte rusa, según las denuncias de las autoridades ucranianas.
En definitiva, la desescalada que todo el mundo pide no se ve ni al microscopio. De lo contrario. Según el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y ex-inquilino del Kremlin, Dmitri Medvedev, la entrada de armas occidentales en Ucrania “aumenta el riesgo de conducir a una guerra nuclear total”.
Los ministros de Asuntos Exteriores del G7, reunidos en un pintoresco balneario costero del norte de Alemania, en Oldenburg, están llamados a hacer un balance de la situación. El ucraniano Dmytro Kuleba también fue invitado para la ocasión.
La británica Liz Truss, durante la cena con los mandatarios, reiteró que “el único escenario aceptable es la victoria del pueblo ucraniano” y para alcanzar la meta es necesario “hacer más” para apoyar a la resistencia ucraniana.
En este sentido, la británica precisó que Kiev necesita un “abastecimiento inmediato de proyectiles de artillería estándar de la OTAN”, así como un plan claro, definido para el verano, para la transición a los armamentos occidentales.
Eso es exactamente lo contrario de lo que pide el Kremlin.
El G7 hará sus valoraciones. Las reuniones continuará durante el fin de semana en Berlín, donde se llevará a cabo la Reunión Ministerial de Relaciones Exteriores de la OTAN.
Pero es inútil darle la vuelta: entre la guerra del gas y la guerra real, el camino de negociación para la solución de la crisis parece cada vez más cuesta arriba, con todos los riesgos que eso conlleva.
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