CRONICAS: Viaje del Papa Francisco a Canadá
CRONICAS: Viaje del Papa Francisco a Canadá
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Cumpliendo el ofrecimiento que en marzo hiciera a los jefes de las Primeras Naciones, el Papa Francisco llegó a Canadá el 24 de julio, iniciando en Alberta su misión de penitencia, perdón y reconciliación por el “genocidio cultural” cometido por sacerdotes y monjas contra niños y jóvenes en las escuelas residenciales, entre 1831 y 1996. Fue recibido por el Primer Ministro Justin Trudeau, la Gobernadora General Mary Simon, los Grandes Jefes de la Confederación de las Primeras Naciones del Tratado Seis George Arcand Jr. y Greg Desjarlaised. A la bienvenida acompañó un discreto redoble de tambores, que se multiplicó el lunes durante una misa multitudinaria en Edmonton y más aún en su visita a la escuela residencial Ermineskin, donde humildemente pidió perdón: “Las políticas de asimilación marginalizaron a los indígenas en el país, les robaron su lengua y su cultura, y afectaron en forma indeleble las relaciones entre padres e hijos y entre abuelos y nietos”. Tras asumir la responsabilidad de la Iglesia, señaló que es necesario desagraviar y reparar a las víctimas.
El martes, al llegar al lago Santa Ana o Lago de Dios, lugar de peregrinación de Métis, Sioux, católicos y sitio histórico nacional, Francisco comentó: “Me ha llamado la atención el sonido de tambores que me ha acompañado dondequiera que he ido… parece el eco del latido de tantos corazones que a lo largo de los siglos han estado cerca de estas mismas aguas”. Tras su arribo a la ciudad de Quebec el miércoles y reiterar su pedido de perdón, al hablar de política con las máximas autoridades nacionales criticó las conveniencias inmediatas, el apoyo a los lobbies, los plazos electorales; calificó a la guerra de “insensata locura” frente a desafíos como “la paz, el cambio climático, los efectos de la pandemia, las migraciones internacionales”; instó a valorar los deseos de fraternidad, justicia y paz de los jóvenes, a curar las heridas del odio, “… a mirar cómo la sabiduría indígena enseña hasta siete generaciones futuras”. En la misa que ofició el jueves ante una gran congregación indígena, muchos de ellos sobrevivientes de las escuelas residenciales, suplicó perdón por los abusos sexuales: “El dolor y la vergüenza que sentimos deben convertirse en ocasión de conversión ¡nunca más!”. Su evidente cansancio físico y la carga de tan graves pecados le llevó a invocar la ayuda de Dios: “Nuestros propios esfuerzos no son suficientes para lograr la curación y la reconciliación”. Se desataron las emociones, los aplausos, el sonido alegre de tambores.
El viernes 29 fue a Iqaluit, capital del Territorio de Nunavut, al este del Círculo Polar Ártico, donde viven 7.500 personas. Allí se reunió con sobrevivientes inuit que cursaron entre 1955 y 1969 la escuela residencial Grollier Hall en Inuvik, Territorio del Noroeste, agradeciéndoles su valor al confesar su sufrimiento. A los jóvenes les instó a cuidar la tierra, la historia, a proyectar sus vidas hacia lo alto. En lengua inuit, Inuktitut, volvió a pedir perdón y también diciendo gracias en Inuktitut, el Papa Francisco se despidió de Canadá. El límpido cielo ártico y el redoblar unísono de tambores y corazones le acompañaron de vuelta al Vaticano.
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