CRÓNICAS. Qatar
CRÓNICAS. Qatar
Por Lucía P. de García.
Toronto.- Consciente de que el Mundial de Fútbol es el escenario ideal para darse a conocer internacionalmente, desde que hace una década la FIFA eligiera al Estado de Qatar para sede del evento, el país se ha preparado para lucir la belleza de sus paisajes, su modernidad, su cultura heredada de los cananeos, época en la que se distinguía por comercializar perlas, tintes, telas. Con 11.570 km2 de territorio en la Península Arábica, Qatar está rodeado por las aguas del Golfo Pérsico y limita al sur con Arabia Saudita. Integró el Imperio Otomano. Luego de la Primera Guerra Mundial pasó al protectorado de Gran Bretaña y la monarquía absoluta de la familia Al-Thani. Al retirarse los británicos, en 1968 ingresó a la federación de Emiratos Árabes Unidos, la abandonó en 1971 para integrar la Liga Árabe y la ONU.
En 1972 Khalifa bin Hamad Al Thani tomó el poder, hizo reformas sociales, políticas, nacionalizó la industria petrolera y cuidó la reputación de Qatar como lugar tranquilo. En 2003 asumió el emirato su tercer hijo, Tamin bin Hamad Al Thani, nacido en 1980. Tiene tres esposas y trece hijos. En el Reino Unido obtuvo una licenciatura en Derecho, experiencia en seguridad y economía. Ha multiplicado los ingresos que el emirato recibe de la exportación de petróleo y gas, lo que le ha convertido en uno de los países más ricos del planeta, invirtiendo en la bolsa internacional, dos bancos, múltiples empresas. Ha fundado Qatar Airways, el canal de televisión Al-Jazeera, el fondo de inversión Qatar Investment Authority. Ha favorecido la democracia, el sistema político y por primera vez en la historia, convocó a elecciones municipales y permitió el voto femenino. En 2013 impulsó un referéndum para aprobar una Constitución que reconoce la libertad de expresión, asociación y culto. Ha promovido el cuidado a la Naturaleza, la gratuidad y excelencia educativa y deportiva. Ha auspiciado varios eventos internacionales. Respetado en el mundo árabe que lo califica como “la mejor personalidad” y muy amado por su pueblo, Tamin bin Hamad es considerado el “Líder de la Nueva Generación”.
Conforme al honroso calificativo, el joven emir rige un nuevo Qatar que habla árabe e inglés, practica el Islam, su moneda es el Riyadh. De sus casi tres millones de habitantes menos de un tercio son catarís que no pagan impuestos y reciben altas rentas del gobierno, otros son extranjeros bien remunerados por empresas internacionales, los demás son obreros del sur de Asia, quienes según entidades de Derechos Humanos sobreviven en explotación laboral y casi esclavitud. En la última década, más de 6.500 han muerto y unos 37.000 han sufrido lesiones al construir las instalaciones para el Mundial, donde se invirtieron más de US $200.000 millones. Qatar niega estos señalamientos, no obstante y en procura de mejorar su imagen, ha ubicado a los trabajadores en una ciudad levantada recientemente cerca de la capital Doha, la misma que lleva el nombre de Labour City. Ahora que el mundo conoce mejor a Qatar, el emirato enfrenta el reto de incluir en su progreso a esos emigrantes humildes que han hecho posible tanta magnificencia, sus enormes recursos económicos lo permiten.
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