CRÓNICAS. Pontificado de Francisco
CRÓNICAS. Pontificado de Francisco
Por: Lucía P. de García
Toronto.- El 13 de marzo el Papa Francisco cumplió diez años como máximo representante de la Iglesia Católica. Ordenado sacerdote en 1969, creó la Vicaría Episcopal de Educación, fue profesor de teología, Jefe de la Orden Jesuita de Argentina, arzobispo de Buenos Aires y en 2013 electo como el pontífice 266. Es el primer Papa hispanoamericano y el primer Papa jesuita.
Francisco, nombre que con humildad tomó en honor del santo de Asís al ser electo pontífice, nació el 17 de diciembre de 1936 como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, en el seno de una familia descendiente de emigrantes italianos. Su padre Mario fue empleado ferroviario, su madre Regina María Sívori ama de casa; tuvieron cinco hijos, él es el mayor. Se graduó de ingeniero químico en la Escuela Técnica 27 de Monte Castro, trabajó en el laboratorio Hickethier y Bachmann. De joven le extirparon parte de un pulmón, lo que no afecta mayormente su salud. Tuvo una novia, Amalia, le propuso matrimonio y le dijo que de no casarse se haría sacerdote. Le gusta bailar tango y jugar fútbol, es hincha del club argentino San Lorenzo de Almagro.
Su elección como Papa agitó Argentina. Unos le acusaron de haber callado ante la brutalidad de la dictadura militar de los años 70, que a más de contabilizar 30.000 muertes golpeó a miles de familias con la desaparición de hijos, nietos. Otros confirmaron que siendo arzobispo, envés de residir en el Palacio Cardenalicio permaneció en su parroquia, donde preparaba su propia comida, iba al trabajo en bus y con discreción salvaba a quienes podía escondiéndoles, así evitó politizar a la Compañía de Jesús como jesuita abanderado de la Teología de la Liberación.
Para el mundo, su llegada al Vaticano fue recibida como una lluvia refrescante y esperanzadora. Prefirió un anillo papal de plata y no de oro, zapatos negros y no rojos, mitra y no camauro rojo con ribetes de armiño. Siguió viviendo en la Casa de Santa Marta que aloja a sacerdotes que van a la ciudad y no en el Palacio Apostólico donde residen los Papas desde 1903. Enseguida impulsó procesos de transparencia en las finanzas y administración vaticanas, simplificó la burocracia, amplió la comunicación social, impulsó el diálogo y la fraternidad con todos los credos.
A la humanidad pidió no sucumbir a la estrategia del miedo, a la autodestrucción que alienta algún “imperio débil que necesita hacerse el fuerte con una guerra”. Demandó cuidar la Naturaleza. A las parejas “no multiplicarse como conejos”, dar buen ejemplo, proteger a niños y adolescentes, no recurrir al aborto, al que condena con dureza. A la sociedad, exaltar al deporte como fuente de paz y espiritualidad, vivir conforme el mandamiento más difícil: amar al prójimo como a nosotros mismos. A los homosexuales “¿quién soy yo para juzgarles si Dios nos ama a todos?”. A los divorciados “no están excomulgados, son parte amada de la Iglesia”. A los emigrantes “yo soy uno de ustedes”. A los jóvenes “hagan bulla” para combatir lo malo y para festejar lo bueno. A los políticos, ser humildes y aplicar las 8 Bienaventuranzas del cardenal Francois-Xavier Nguyen Van Thuan, entre ellas “bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés”. A los periodistas “ver, escuchar, investigar, decir la verdad, desterrar la manipulación mediática, custodiar la Libertad y los Derechos Humanos”.
Estas declaraciones han disgustado a muchos laicos. También a la extrema derecha clerical que ha declarado una guerra contra el Papa por limitar las misas en latín, señalando como única válida la aprobada por el Concilio Vaticano II: hablada en el idioma de los fieles y con el sacerdote de cara a ellos. Por quitar poderes al Opus Dei, élite internacional rancia, política y empresarial. Por reconocer y condenar la pedofilia del 2% de los sacerdotes, “una lepra en nuestra casa que erradicaré usando el bastón, como Jesús”. Por pedir perdón por el daño que el catolicismo hizo a los pueblos originarios con la conquista, la colonización, por la indiferencia y la participación en los abusos sociales que hoy continúan. Por abrir puertas, mentes y corazones durante los 59 viajes intercontinentales que ha realizado. Por señalar “La violencia contra las mujeres es un flagelo abierto producto de una cultura de opresión patriarcal y machista. No es posible buscar un mundo mejor, más justo, inclusivo y totalmente sostenible sin la contribución de las mujeres. La mujer es imprescindible en la Iglesia junto al hombre, no detrás de él ni delante de él. El Evangelio fue ideado por el Señor para mujeres y hombres por igual”.
Y muy especialmente, hay enfado porque Francisco ha convocado a los 1.300 millones de católicos del planeta a librarse de temores, mordazas, tradicionalismos y emprender un viaje histórico hacia las reformas que la Iglesia necesita con urgencia, travesía que luego de dos años culmina con una consulta democrática sobre temas espinosos a tratarse en un Sínodo de Obispos que se realizará este 2023 en el Vaticano. Aventura valiente, revolucionaria y gratificante, guiada por el Papa Francisco mediante mensajes profundos y bellos como éstos: “No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea clásica de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. Para muchos, la iglesia puede ser la Naturaleza. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre.”
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