CRÓNICAS. ¿Pena de Muerte en Canadá?
CRÓNICAS. ¿Pena de Muerte en Canadá?
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Canadá se ha distinguido como un país de paz, libertad, justicia, democracia, factores que exaltan la vida. De allí que sorprende el resultado de una encuesta nacional realizada por Research Co., que favorece con el 54% el restablecimiento de la pena de muerte por asesinato. Este castigo se daba antes por sentencia judicial. El Primer Ministro aplicaba con frecuencia su facultad de conmutarla a cadena perpetua. Las últimas ejecuciones se dieron el 11 de diciembre de 1962, dos hombres fueron ahorcados en la cárcel de Don, en Toronto. A las dos semanas el Parlamento canadiense abolió la pena de muerte, exceptuando ciertos delitos militares.
Bajo ese marco resulta absurdo que se piense en volver a la práctica inhumana que se ha dado en el mundo mediante varios métodos. Peor aún apoyarla con el argumento de que la pena de muerte evita que la población sostenga económicamente las cárceles donde están los criminales. Tal ahorro es insignificante. Además, cruel. Muchos convictos permanecen años esperando el momento de su muerte, lo cual es una forma más de martirio para ellos y sus familias. Otros han sido ejecutados siendo inocentes, sea por error judicial o porque se ha actuado por venganza, prejuicios, intereses, lo cual ha desatado situaciones aún más dolorosas e irremediables.
Tampoco es válido el criterio de que la pena de muerte disuade el cometimiento de delitos. Los primeros estudios de Robert Dann en 1932, concluyen que los crímenes aumentan en vez de reducirse: la pena de muerte motiva a los criminales a desafiar el castigo y les estimula a alcanzar notoriedad y captar la atención de autoridades y público. Posteriores estudios confirman los de Dann, señalando con cifras anuales que tras eliminar la pena de muerte los crímenes bajaron.
Al presente, 170 países han abolido la pena de muerte o la han cambiado a cadena perpetua tanto para individuos cuya criminalidad no tiene remedio como para quienes han cometido faltas tan graves como terrorismo, asesinato deliberado, narcotráfico, este último calificado mundialmente como delito de lesa humanidad. Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte en todos los casos, sin excepción, puntualizando que no son la solución sino el síntoma de una cultura de violencia. La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por Naciones Unidas en 1948, contempla el derecho a la vida sin sufrir tortura, tratos o penas crueles. Líderes religiosos piden brindar otra oportunidad especialmente a menores de edad que han delinquido, alientan alternativas a las sanciones contrarias a la existencia, recuerdan que sólo Dios es el dueño de la vida y que nadie puede quitarla a voluntad.
En lo personal, respeto la opinión de que la pena de muerte es la solución definitiva al crimen y la violencia. Más, considero que si bien es comprensible que el dolor o la indignación lleven a que la familia o la sociedad pidan justicia con pena de muerte ante el asesinato de una persona querida, la aplicación de la misma pondría en el mismo nivel del criminal a quien o quienes la aplican. Ante tan delicado tema, espero que en Canadá se reflexione con sensatez y al seguir avanzando en el progreso se imponga la opción sabia y generosa de la vida.
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