Cómo identificar y confrontar una amistad tóxica dentro de un grupo: “Es muy egoísta y solo piensa en ella”
Cómo identificar y confrontar una amistad tóxica dentro de un grupo: “Es muy egoísta y solo piensa en ella”
Una mujer incómoda entre sus amigos. JGI/JAMIE GRILL/BLEND IMAGES (GETTY IMAGES/TETRA IMAGES RF)
– Los psicólogos aconsejan poner límites a las amistades y relacionados que provocan malestar y, si su comportamiento no cambia, tomar distancia de forma gradual. También recomiendan hablar con la persona de manera individual en vez de colectiva
Una amistad es tóxica cuando te quita paz. Así de simple lo explica la psicóloga experta en dependencia emocional, autoestima, relaciones tóxicas y conflictos de pareja Silvia Congost. “Estar con esa persona nos angustia, nos sentimos mal, no estamos relajados y tranquilos, sino ansiosos”, aclara.
Eso es precisamente lo que le pasaba a Lucía ―nombre ficticio―, de 27 años, con una de las personas de su grupo de amigos. “Hemos justificado su actitud borde asumiendo que era parte de su personalidad porque siempre ha ido con un rol de ‘soy así y me tienen que aceptar’. Yo misma estaba a la defensiva porque sabía que me iba a atacar y preparaba mi contraataque. Pero nos cansamos de aceptarlo, se volvió incómodo y al final la cosa explotó”, comenta.
La explosión se concentró en una conversación que todo el grupo consideraba necesaria, pero aplazable. Hasta que Lucía dio el primer paso. “Le dije que tenía dudas, que no me sentía cómoda con ella y que me había quemado. Le hablé sobre mí porque me parecía injusto hablar en general, pero sé que el resto pensaba igual”, asegura.
Javier García, psicólogo especialista en dependencia emocional y relaciones afectivas, aconseja abordar este tipo de conflictos de forma individual en vez de colectiva para que resulte más impactante y eficaz. Pero no es fácil. “El problema surge cuando la persona que quiere poner límites no se siente con la fuerza suficiente para hacerlo sola. Quizás con el grupo se siente más arropada, pero ahí se la juega a que el resto no le apoye a la hora de la verdad y se derrumbe”, advierte.
En este caso, funcionó. “A partir de entonces, tanto ella como nosotras hemos hecho un esfuerzo por estar bien. A nivel grupal la notamos más amable”, reconoce Lucía. Pero incluso si la misión fracasa, García considera que “poner ciertos límites” al amigo tóxico es lo más adecuado por dos motivos: por una parte, porque cambie o no su comportamiento, “marcas a la otra persona” y por otra, porque “nos decimos a nosotros mismos que somos capaces de enfrentar esa situación” que, lo más seguro, se repetirá en el trabajo, el gimnasio, la familia o cualquier otra faceta de la vida. De hecho, la psicóloga clínica y directora del gabinete Grupo Laberinto Victoria Sánchez garantiza que la evitación solo es útil a corto plazo. “Quitarle importancia favorece que acumulemos todo esto y sea cada vez más difícil de gestionar”, asegura.
El malestar que provoca ignorar el problema se puede acumular y explotar tanto hacia fuera, en forma de discusiones, como hacia dentro, convertido en ansiedad ANTONIOGUILLEM (GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO)
Un amigo tóxico también es aquel con el que nos sentimos “juzgados, utilizados, despreciados o ninguneados”, según comenta la psicóloga Silvia Congost. “Puede que nos demos cuenta de que solo se acerca por interés, para que le escuchemos cuando está mal, para sacar o conseguir algo de nosotros. Pero cuando nosotros le necesitamos no está nunca”, aclara.
Por desgracia, muchas personas encajan en esta definición, como una de las amigas de toda la vida de Nicole ―también nombre ficticio―, de 30 años. “Es muy egoísta y solo piensa en ella. Queda con nosotras cuando no tiene nada mejor que hacer, pero en cuanto tiene otro plan y, sobre todo si se echa pareja, adiós. Luego, cuando está soltera, vuelve corriendo y quiere hacer de todo”, precisa. Lo hablaron, pero esta vez no surtió efecto. “En el momento en el que le dices las cosas te promete que va a cambiar, pero le dura poco. Enseguida salen de nuevo todos los detalles feos, es como darse contra un muro todo el rato”, lamenta Nicole.
En este tipo de situaciones, Congost estima que lo óptimo es “aprender a decir que no y poner distancia” de forma más o menos gradual. “Alejarse de alguien tóxico es como dejar de comer algo que es tóxico para ti, empiezas a encontrarte mejor enseguida. Dejar de ver a esa persona es, siempre que se pueda, la mejor decisión”, recomienda. El problema, entonces, es cómo afecta ese distanciamiento al funcionamiento del resto del grupo. “Al perder una pieza, el grupo tendrá que reajustarse, como si fuera un sistema de engranaje. Puede que cambie de forma, que se disuelva o que se convierta en varios grupos más pequeños. Pero solo si se adapta seguirá funcionando; si no, el sistema se atasca, aunque tampoco pasaría nada. Al final, nos juntamos con las personas que encajan con nuestros valores, eso es lo que hace que nos sintamos cómodos con unos y no con otros”, explica la experta.
Las conexiones virtuales, ¿aliadas u obstáculos?
Otro gesto que Nicole aborrece de su amiga es que mire continuamente el móvil cuando están juntas. Sin embargo, la solución al problema puede estar precisamente en ese aparato, según García. “WhatsApp es una herramienta muy buena para afrontar una puesta de límites.
Hay personas a las que les cuesta hacerlo de frente, pero por escrito se sienten más valerosos para explicarse”, afirma. Para Sánchez, en cambio, aunque las conexiones virtuales facilitan la comunicación en ciertos contextos, en situaciones complejas también pueden perjudicarla, dando pie a malentendidos. “La conexión a través de la mirada y de los gestos minimiza errores a la hora de que la otra persona capte el tono de lo que queremos expresar y facilita que entendamos lo que los demás nos quieren transmitir”, confirma. Además, Congost recuerda que, si la decisión final es poner distancia, se debe hacer en todas partes: “No serviría de mucho cortar esa relación y seguir viendo todo lo que cuelga en Instagram, porque el efecto de angustiarnos seguirá siendo el mismo, aunque sea a través de la red”.
En lo que sí coinciden los expertos es en que lo mejor siempre es hablarlo y si es de frente mejor. “Ya sea una decisión individual o grupal, lo ideal sería buscar una manera cuidadosa de hacerlo, que la persona no se sienta atacada para que escuche”, propone Sánchez. De lo contrario, el malestar se acumula y explota tanto hacia fuera, en forma de discusiones, como hacia dentro, convertido en ansiedad.
A Lucía confrontar la situación le sirvió para cambiar las cosas. “La conclusión fue que teníamos que cuidarnos más y aceptar que tenemos necesidades diferentes”, sostiene. Nicole sigue teniendo una amiga tóxica, pero por lo menos se siente “muchísimo mejor” desde que le pone límites. “Antes me tragaba lo que me molestaba y me sentía estúpida”, admite. Ambas prefieren mantener el anonimato para no empeorar la situación dentro del grupo, pero lo normal es verse reflejado en Lucía o Nicole y no en las personas que describen. “Si a ella le preguntas si tiene una persona tóxica en su vida, te dirá que sí y seguramente tendrá razón”, reconoce Nicole: “Es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno”. Y no la viga en el propio.
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