CRÓNICAS. Desde Yasuní, con Amor
CRÓNICAS. Desde Yasuní, con Amor
Vista desde la torre de observación de la Estación de Biodiversidad Tiputini de la Universidad San Francisco de Quito. Foto: Juan Carlos Garcia P.
Por: Lucía P. de García.
Toronto.- Consciente de la urgente necesidad de conservar la Naturaleza para las futuras generaciones, en Consulta Popular realizada el 20 de agosto del 2023, el 60% de la población de Ecuador legó al mundo uno de sus más preciados tesoros: su amazónico Parque Nacional Yasuní.
La idea nació de grupos ecologistas. En 2007 la concretó el ex Presidente de Ecuador Rafael Correa ante la Asamblea General de la ONU: no extraer el petróleo del Yasuní, vital para el desarrollo del país, a cambio de recibir de la comunidad internacional la mitad del dinero que generaría, US 3.600 millones. El apoyo económico evitaría que llegaran a la atmósfera más de 407 millones de toneladas de CO2. Luego de seis años y con una ínfima suma recaudada, el ex mandatario canceló la propuesta e inició la explotación petrolera en el 0.1 % del Yasuní.
Desde entonces, durante diez años el Colectivo Yasunidos y otras agrupaciones han estado recogiendo firmas ciudadanas hasta completar el porcentaje que exige la Constitución, para en Democracia Directa realizar una autoconvocatoria a Consulta Popular. Si bien el porcentaje fue superado, trabas gubernamentales diluyeron el proceso que dirimió la Corte Constitucional al autorizar ir a las urnas con estas advertencias: de ganar el SÍ, habrá que buscar de las petroleras “una reparación cultural, social y ambiental a los daños provocados dentro del bloque”; igualmente señaló que cualquier funcionario público que se opusiera a la voluntad popular podrá ser destituido incluso si se tratara del Presidente de la República.
La votación se realizó en agosto con el resultado ya señalado, el mismo que fue festejado en el país. También en el exterior por la Plataforma Latinoamericana y del Caribe por la Justicia Climática, integrada por organizaciones de Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Chile y Costa Rica. Ciertas distinguidas figuras la aplaudieron, importantes medios internacionales la destacaron.
No era para menos: las 982.000 hectáreas del Parque Nacional Yasuní constituyen una de las mayores reservas biológicas del mundo. Refugio del Pleistoceno, se han identificado más de 2.240 especies de árboles, en flora general habría más de 3.000; 598 especies de aves; 150 de anfibios; 121 de reptiles; 204 de mamíferos; más de 100.000 de insectos; 382 especies de peces de agua dulce, la misma que integra el sistema fluvial de los ríos Napo y Tiputini.
En ese paraíso se hallan vestigios ancestrales y misteriosos trazos sobre piedras gigantescas. Conviven las Comunidades Huaorani de Guiyero, la comuna Kichwa Tiputini y pueblos ancestrales en aislamiento voluntario. Allí está ubicada la Estación de Biodiversidad Tiputini de la Universidad San Francisco de Quito, que además de constituir un puesto de guardia oficial, desde 1994 y en colaboración con la Universidad de Boston es un centro de investigación científica, de educación y conservación, cuya finalidad es implementar “estrategias de conservación apropiadas y efectivas”.
Sin embargo y para sorpresa de todos, sólo los habitantes de la zona respondieron NO. Para comprender la razón hay que remontarse a 1991, cuando la petrolera Maxus Ecuador construyó una carretera casi “secreta” que le facilitara la retrospección en el Parque Nacional Yasuní. Como era de esperar, la Naturaleza se afectó con derrames de hidrocarburo, deforestación, minería ilegal. Además propició el asentamiento de colonos, muchos de los cuales trabajan para la rama petrolera, cuyos tentáculos han llegado a ciertas comunidades indígenas contaminándolas con problemas sociales, incremento de caza y pesca con fines comerciales, sometimiento al paternalismo empresarial. Hace varios años se denunció que hubo “3.500 procedimientos” de extracción de sangre para investigaciones médicas de determinados institutos estadounidenses interesados en el material genético Huaorani, ya que se ha comprobado que los miembros de este pueblo son inmunes a ciertas enfermedades.
En cuanto a las petroleras, con certeza les disgustó el SÍ porque les significa menos ganancias puesto que deben abandonar el sector y reparar los daños; aunque es seguro que con el respaldo petrolero internacional exigirán lucrosas indemnizaciones. Ojalá se contagiaran del gesto altruista ecuatoriano, cuyo mérito se agiganta porque Ecuador necesita más que nunca esos ingresos petroleros para superar la desastrosa situación en la que se encuentra.
Al momento, la buena nueva sobre el SÍ ha caído en el silencio y la indiferencia, cuando debería seguir circulando por todos los rincones del planeta e incitando a multiplicar con algarabía este grandioso precedente democrático a favor de la Madre Naturaleza.
Por ella, por nuestros jóvenes, por nuestros hijos, por nuestros nietos que sufren, sufrimos, la angustiosa perspectiva de un planeta en el que no se podrá ni respirar, la esperanza de vida la da Ecuador desde Yasuní, con amor.
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