“En Perú se ha utilizado a los incas para construir una especie de marca-país, pero sabemos poco de ellos más allá del mito”
“En Perú se ha utilizado a los incas para construir una especie de marca-país, pero sabemos poco de ellos más allá del mito”
Máscara de oro de la época de los incas.
- Casi todos los peruanos, y muchísimos extranjeros, saben quiénes fueron los incas, el gran imperio extinguido hace cinco siglos.
Su recuerdo está por todas partes en Perú, donde el pasado del imperio incaico es blasón de orgullo nacional y la imagen de sus altivos soberanos cubiertos de oro, uno de los íconos de su imagen en todo el mundo.
Y en el presente, multitud de marcas, desde gaseosas, cadenas de farmacias y servicios de ferrocarril llevan el nombre Inca.
“Los incas se han usado para construir una especie de marca-país, una identidad nacional peruana, pero es poco lo que la mayoría de la gente sabe de ellos, más allá del mito del imperio de grandes riquezas que desapareció por la colonización europea”, le dice a BBC Mundo Patricia Villanueva, curadora del Museo de Arte de Lima (MALI).
Para desenterrar la realidad escondida tras ese mito, el MALI organizó una gran exposición titulada “Los incas. Más allá de un imperio”, que se acompaña de la publicación de un libro dirigido a los niños: “Incas. Una Gran Historia” (Ed. Pichoncito. 2023).
Los incas, el mito y la realidad, serán precisamente el tema que discutirá Villanueva en el HAY Festival de Arequipa, que se realiza entre 9 y el 12 de noviembre en esa ciudad peruana.
Quiénes fueron los incas
La historia del fascinante Tahuantinsuyo, el imperio de los incas, se inicia a comienzos del siglo XII, y alcanza su mayor apogeo en el siglo XV.
Aunque tuvieron que hacer frente a la obstinada resistencia de otros pueblos, como los pinaguas y los muynas, los incas acabaron conformando un estado que integraba numerosos grupos étnicos y terminó por convertirse en el imperio más grande de América.
Tenía como capital a la que hoy es uno de los principales atractivos turísticos de Perú: la ciudad de Cusco.
Se sabe de ellos que adoraban al sol como deidad suprema, a la que llamaban Inti, pero también a otros elementos de la naturaleza, como la luna, el rayo o las montañas.
“Al contrario de lo que sucede en nuestra cultura, en la que el ser humano está en el centro de todo, los incas preferían fijarse en la naturaleza y darle a ella el protagonismo”, afirma Villanueva.
Esa preferencia por lo natural explica que hayan quedado representaciones de animales y plantas típicas de los Andes, así como otras geométricas de misterioso significado, pero no retratos de los reyes y grandes personajes de los incas.
El apogeo de su poder se produjo hacia el siglo XV, pero en 1532 un grupo de soldados españoles comandados por Francisco Pîzarro llegó hasta el Tahuantinsuyo y los dominios del inca Atahualpa.
Debilitado por las disputas internas, las enfermedades que habían traído consigo los primeros europeos en América y el descontento de algunos de los pueblos a los que había sometido, el Imperio inca sucumbió en poco tiempo a los conquistadores españoles.
El 16 de noviembre el inca Atahualpa fue apresado por Pizarro, que más tarde lo hizo ejecutar.
Un grupo postrero de resistencia se organizó en torno al poblado de Vilcabamba y combatió a los españoles hasta 1572, cuando su líder, Túpac Amaru I, fue capturado y ejecutado.
Así se acababa el Imperio inca. Su leyenda no hacía más que empezar.
Por qué los incas son tan importantes en Perú
Los incas legaron elementos de innegable valor, comenzando por su lengua, el quechua, que según diferentes estimaciones aún hablan más de ocho millones de personas repartidas por Sudamérica. .
Machu Picchu, la formidable finca que el inca Pachacútec hizo construir en una ceja de selva rodeada de majestuosas cumbres andinas, es considerada una de las maravillas del mundo y atrae cada año a Perú una legión de visitantes de todo el planeta.
Algunos de los ingredientes de la mundialmente aclamada gastronomía peruana, como el maíz, la papa o la quinua fueron la base de la dieta de los incas, y proliferaron gracias a sus innovaciones en la técnica agraria.
La red de más de 30.000 kilómetros de caminos pavimentados que construyeron para facilitar las comunicaciones -que recorría territorios de seis países sudamericanos de la actualidad (Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y Perú)- es hoy la ruta por la que transitan en sus vacaciones turistas de aventura de todas las nacionalidades.
La riqueza y complejidad de su cultura han contribuido al prestigio y la idealización de los incas en la mentalidad colectiva peruana, hasta el punto de que una encuesta entre escolares llevada a cabo en la década de 1980 por los investigadores Gonzalo Portocarrero y Patricia Oliart reveló que una abrumadora mayoría de ellos consideraba a la incaica como “la época más feliz de la historia de Perú”.
Como señalaron Portocarrero y Oliart, “los textos escolares y la imaginación popular conciben (al Tahuantinsuyo) como un régimen igualitario en la base y previsor y benevolente desde el vértice del poder”, como “la base más firme de la identidad nacional, el símbolo inequívoco de la identidad peruana”.
Sin embargo, no pocos especialistas han advertido del riesgo de deformación histórica.
Frank Salomon, experto en Estudios Andinos de la Universidad de Wisconsin, dijo del Tahuantinsuyo que “la idea de que de alguna manera fue mejor, más pacífico, más ético que otros imperios me parece dudosa”.
Cómo se recuerda a los incas en Perú
Lo cierto es que hay algunos contrastes entre lo que el imaginario popular cree de los incas y lo que realmente saben de ellos quienes los investigan.
Ricardo Kusunoki, curador de arte colonial y republicano del MALI, le dijo a BBC Mundo que “los incas han sido en el siglo XX la referencia clave para la definición de la nación peruana, el precedente majestuoso o imperial del Perú moderno, pero lo que sabemos de su cultura material no se ajusta a esa idea de grandeza que ha llegado hasta el espectador moderno”.
Para los incas, el oro con el que se suele asociar su imagen no tenía valor económico sino ceremonial; todo lo contrario que para los españoles, que fundieron casi todos los objetos rituales incas que encontraron, lo que dejó un vacío en su legado material que hace más difícil entender su sociedad.
Kusunoki afirma que “se conservan muy pocos objetos metelúrgicos incas, por lo que es frecuente que cuando en Europa se organiza una exposición sobre ellos se incluyan objetos de oro como máscaras y cuchillos ceremoniales que en realidad proceden de culturas anteriores, como la chimú o moche”.
Según Kusunoki, esto ha hecho que “las imágenes con las que desde el colegio imaginamos a los incas tienen que ver con referencias que no son incas, como soles con rostro de otras civilizaciones”.
En parte se explica porque, como indica Villanueva, “en Perú muchos de los objetos arqueológicos prehispánicos carecen de contexto porque pertenecen a colecciones particulares y no se conocen las circunstancias en que se hallaron”.
De ahí que sus organizadores se muestren especialmente satisfechos por la muestra del MALI, que exhibe una selección de más de 250 piezas arqueológicas y obras de arte procedentes de colecciones públicas y privadas, muchas nunca antes mostradas al gran público.
Kusunoki señala otro aspecto en el que la visión extendida de los incas no se corresponde con lo que las investigaciones históricas han revelado de ellos: “A menudo se se piensa en el Tahuantinsuyo como un gran imperio homogéneo, pero, aunque fue un gran estado, muchos de los pueblos que lo integraron no quedaron totalmente subsumidos en él”.
La fascinación por la cultura incaica y el deseo de presentarla como el esplendoroso germen de la identidad peruana actual ha contribuido hasta cierto punto a edulcorar su recuerdo.
Aspectos como los sacrificios infantiles que se han documentado o las luchas fratricidas entre sus gobernantes suelen repetirse mucho menos que su respeto por la naturaleza, su organización comunal o los engaños con que los españoles les arrebataron su oro y la crueldad con que liquidaron a sus líderes.
Villanueva explica la idealización: “En Perú sucedió lo que en muchas otras sociedades colonizadas, que la colonización bajo presión nos dejó con la pregunta de cómo hubieran sido las cosas si se hubiera permitido el desarrollo de esa sociedad local que se truncó”.
La visión del mundo inca como uno primitivo y armónico que se vio truncado por la codicia sanguinaria de los conquistadores y la posterior colonización se alimentó en gran medida de la corriente indigenista que floreció en la literatura peruana del siglo XX, con las obras de autores hoy considerados máximos referentes de la cultura nacional como Luis Eduardo Valcárcel, José Carlos Mariátegui, José María Arguedas y otros.
Pero ninguno de ellos era indígena, como tampoco lo eran los cronistas españoles que en el siglo XVI escribieron desde la perspectiva cristiana europea las primeras historias de los incas, lo que implica uno de los mayores problemas para conocerlos verdaderamente.
“Como no dejaron representaciones de sí mismos, siempre los hemos mirado a través de los ojos de otros, primero de los cronistas españoles que escribieron la historia de la conquista, luego de las películas que se hicieron en Hollywood sobre ellos, etc.”, indica Villanueva, que está convencida de que se requiere una nueva mirada.
“El pensamiento colonizador sigue teniendo mucho peso, sobre todo en el poder, pero podemos empezar a pensar de una manera seria y directa sobre quiénes fueron los incas realmente. Es un trabajo de reflexión, de cuestionamiento que va a llevar tiempo”, concluye.
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