CRÓNICAS: Día del Recuerdo, Noviembre 11
CRÓNICAS: Día del Recuerdo, Noviembre 11
Por: Lucía P. de García
Toronto.- El teniente coronel John McCrae descansaba en una ambulancia del puesto canadiense de enfermería avanzada en Ypres, en los campos de Flandes, Bélgica. Había tenido un día agotador. Ni siquiera había podido contar los heridos que había atendido; le dolía haber enterrado la víspera a su amigo, el teniente coronel Alexis Helmer; le inquietaba el curso que tomaba esa Primera Guerra Mundial que había empezado el año anterior, el 28 de julio de 2014.
Sus pensamientos le llevaron hacia su amado Canadá, donde había nacido 43 años antes en Guelph, estudiado en el Instituto Profesional Colegiado Guelph, nombrado profesor de inglés y matemáticas en la Universidad Agrícola de Ontario. Con las clases privadas que impartía había financiado sus estudios de medicina en la Universidad de Toronto. Tras unirse a la fraternidad Zeta Psi, promoción 1894, había publicado sus primeros poemas. Había ejercido como médico del Hospital de Toronto. En Montreal, como patólogo del Hospital de Expósitos y Bebés, del Royal Victoria Hospital y del Hospital Alexandra de Enfermedades Contagiosas; también como profesor de la Universidad McGuill, donde, con su colega, el inglés J. G. Adami, había escrito un Manual de Patología para estudiantes de medicina. En Estados Unidos había trabajado en el Hospital Johns Hopkings de Baltimore y como profesor en la Universidad de Vermont. En Inglaterra, donde había estudiado algunos meses, había recibido la membresía del Royal College of Physicians. Acompañando a Lord Gray, Gobernador General de Canadá, había viajado por canoa por la Bahía de Hudson, atendiendo como médico las dolencias de los expedicionarios y aliviando la dura jornada con sus poesías y narración de historias. Debido a que Canadá integraba el Dominio del Imperio Británico, estaba participando en la Primera Guerra Mundial como cirujano Oficial Médico y Mayor de la Primera Brigada de Artillería de Campaña.
John McCrae volvía de sus recuerdos cuando vio que desde el suelo de los campos de Flandes emergían miles de amapolas silvestres vestidas de rojo, rojo cual la sangre que vertían las heridas de los combatientes, rojo cual la tonalidad que adquiría el atardecer de aquel 3 de mayo de 1915. Inspirado, empezó a escribir “In Flandes Fields”:
En los campos de Flandes
crecen las amapolas.
Fila tras fila
entre las cruces que marcan nuestras tumbas.
Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra,
su voz apagada por el fragor de los cañones.
Hace pocos días vivíamos,
cantábamos auroras, veíamos el rojo del crepúsculo,
Ahora yacemos, en los campos de Flandes.
Tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos exangües.
Mantenedla bien en alto.
Si faltáis a la fe de nosotros los muertos,
jamás descansaremos,
aunque florezcan
en los campos de Flandes,
las amapolas.
Sin saber por qué desechó su poema. No se enteró que lo recogió un compañero y lo envió a la revista londinense Punch, que lo publicó en diciembre, sin identificar a su autor. Aunque la revista rectificó después, escribió mal su apellido. Para entonces las estrofas ya se declamaban en todos los frentes, incluso llegó a Estados Unidos, que ingresaría a la contienda dos años más tarde. A John McCrae le hizo gracia la repentina fama, sólo comentó que se daría por satisfecho si se escribiera bien su nombre y si su poema “permitía a los hombres ver cuál era su deber”.
Luego de unos meses fue trasladado a Bolougne, Francia, a comandar el Hospital General Canadiense No. 3. Allí seguía cuando le sobrevino una meningitis y fue llevado al Hospital General Británico en Wimereux, donde falleció el 28 de enero de 1918. Al siguiente día fue enterrado en el cementerio del mismo lugar, con todos los honores militares.
El mismo año, el hermoso y sentido poema de John McCrae conmovió a la neoyorquina Moina Michael, trabajadora de YMCA, quien decidió portar de por vida, sobre la vestimenta y en el lado del corazón, una amapola artificial como insignia, en honor a los soldados caídos en combate. Su gesto se extendió por Estados Unidos, luego por Canadá y por los países de la Commonwealth. Hoy es una tradición que se conmemora cada 11 de noviembre, Día del Recuerdo.
En el terrible conflicto bélico participaron más de 70 países y se incorporaron más de 70 millones de combatientes. Canadá envió al frente 175.000 soldados, 61.000 fallecieron.
Por aquellos años el mundo tenía unos 1.200 millones de habitantes, la mitad se involucró directa o indirectamente en aquella contienda de la cual se dice es imposible señalar una cifra real de afectados. De todas maneras, se conjetura que dejó 10 millones de militares muertos; los civiles posiblemente llegaron a 60 millones. Talvez hubo 21 millones de personas heridas, 8 millones desaparecidas. Sólo Latinoamérica y los países del norte de Europa se mantuvieron neutrales. La Primera Guerra Mundial terminó a las 11 horas, del día 11, del mes 11 de 1918.
Comments (0)