¿Están los uruguayos en vías de extinción?
¿Están los uruguayos en vías de extinción?
Ciudadanos uruguayos durante una celebración, en Montevideo, el pasado 12 de junio.
GUILLERMO LEGARIA SCHWEIZER (GETTY IMAGES)
– Los datos preliminares del Censo 2023 muestran que la población de Uruguay creció solo el 1% en 12 años gracias a la llegada de inmigrantes. “Ojalá hayamos entrado en una ola de inmigración”, expresan las autoridades
El número de habitantes de Uruguay se estanca, los nacimientos caen en picada y se acelera el envejecimiento de la población. De acuerdo con los datos preliminares del Censo 2023, en el país sudamericano hay 3.444.263 personas, tan solo el 1% más de lo registrado en 2011. El magro aumento de la población se explica, según las cifras presentadas la semana pasada, por la llegada de casi 62.000 inmigrantes. Esta tendencia, que es histórica, se disparó en los últimos años y dio pie a presagios apocalípticos. “Somos un pueblo de viejos, con peligrosos signos de extinción”, había dicho en 2011 el expresidente uruguayo José Mujica, en ocasión del censo anterior.
En 2011 en Uruguay habían nacido 46.000 personas. Aquel año el Instituto Nacional de Estadística (INE) proyectaba el nacimiento de unas 44.000 para 2022, pero los nuevos uruguayos fueron apenas 32.000. “Cada niño va a ser muy precioso”, afirmó Diego Aboal, director del INE, en el acto de presentación del Censo 2023. Allí se explicó que la desaceleración del crecimiento poblacional es un fenómeno global, que en Uruguay comenzó a registrarse desde 1985 y se agudizó con la caída de los nacimientos a partir de 2016. En estos siete años la tasa global de fecundidad, que mide la cantidad promedio de hijos por mujer, cayó de 2,0 a 1,2.
“El descenso de la fecundidad se da en la dirección esperada, pero con un ritmo inesperadamente veloz”, dice a EL PAÍS Ignacio Pardo, doctor en Sociología e investigador del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de la República). Más de la mitad de ese descenso se dio entre mujeres menores de 25 años, continúa Pardo, lo que incluye la caída de los embarazos adolescentes no intencionales. ¿Qué ha ocurrido? Ha habido una mayor capacidad para planificar, explica, políticas públicas específicas y la masificación de métodos como el implante anticonceptivo subdérmico, entregado y colocado sin costo en la sanidad pública.
En el resto de las edades, la caída de la fecundidad es multicausal. Pardo menciona, entre otros, los problemas para conciliar el trabajo remunerado con la crianza de los hijos o la “puesta en cuestión” de la maternidad como un plan superior a todos los demás. También la incertidumbre laboral o conyugal pudo haber influido en muchas mujeres, que en total conforman el 52% de la población. “Quizás algunas de estas dimensiones se modifiquen y la fecundidad no sea siempre tan baja, pero es altamente probable que no vuelva a estar arriba de los dos hijos por mujer en promedio”, añade el investigador.
“Es un escenario al que hay que adaptarse más que combatir, para concentrar los esfuerzos en el bienestar de la población en este contexto demográfico”, sostiene. Pardo se distancia de las posturas alarmistas que pronostican una eventual extinción de los uruguayos, como ocurre entre algunos políticos o académicos. Lo vaticinó Mujica en 2011 y más adelante Benjamín Nahum, connotado historiador: “Los nacimientos no cubren la tasa de mortalidad de la población uruguaya. ¿Eso qué quiere decir? Que se puede hacer la cuenta matemática para saber cuándo los uruguayos vamos a desaparecer”, decía Nahum al periódico local El País, en 2017.
En este contexto el alarmismo es habitual, comenta Pardo, atribuible a cierta nostalgia por el “aparente poderío” de las poblaciones crecientes, distintas al caso uruguayo. Uruguay llegó a los 3 millones en 1986 y actualmente, con menos de 3,5 millones, “asiste al fin de su crecimiento poblacional”, señala. La tendencia ha sido permanente “en distintas velocidades”, marcada por la tasa de fecundidad históricamente baja en una población mayoritariamente urbana. Sobre esto último, la tendencia también es categórica: el 96% de los uruguayos vive en ciudades, concentrándose en las principales capitales de la costa sur del país.
Los responsables del censo coincidieron en que la baja tasa de natalidad fue el factor que más ha influido en el estancamiento de la población. Desde 2021, además, murieron más personas de las que nacieron: 39.000 frente a 32.000. Por otro lado, la emigración no fue mencionada como un causal de peso en este detenimiento, como pudo serlo en otros tiempos. De hecho, casi 600.000 uruguayos residen actualmente en el exterior. Los expertos en demografía estiman que en este periodo intercensal 2011-2023, el número de personas que emigró sería similar al que retornó. De modo que esa corriente no habría movido la aguja en términos demográficos, algo que sí ocurrió levemente con la llegada de nuevos extranjeros.
“Si no fuera por la inmigración seríamos menos”, dijo Isaac Alfie, presidente de la Comisión Nacional de Censo, en la presentación de los resultados preliminares. En los últimos 12 años, casi 62.000 personas nacidas en el exterior se instalaron en Uruguay, provenientes sobre todo de Venezuela (27%), Argentina (22%) y Cuba (20%). Este movimiento migratorio permitió que la población uruguaya creciera un ajustado 1% y evitó que se redujera. “Ojalá hayamos entrado en una nueva ola de inmigración que le permita al país sostener su población e incrementarla”, remarcó Alfie. En total, el 3% de la población que vive en suelo uruguayo nació en el exterior.
Capítulo aparte mereció el acelerado envejecimiento de la población de Uruguay. En ese sentido, los datos presentados muestran que en 2004 la edad media de los uruguayos era de 29 años, mientras que en 2023 es de 38 años. Asimismo, reflejan que el 16% tiene más de 65 años; que son más de 26.000 los mayores de 90 años y 822 los mayores de 100, el doble que en 2004. “Tenemos desafíos en políticas públicas de salud y educación, cuidados y seguridad social”, remarcó Aboal, director del Instituto Nacional de Estadística. Y especificó: “Vamos a tener que tomar medidas si queremos mantener el Estado de bienestar que tenemos, con menos gente trabajando”.
Una población que no crece, insiste el sociólogo Pardo, no necesariamente está en problemas. “Los eventuales problemas, en mi opinión, deben buscarse en los niveles de bienestar y desigualdad de las sociedades, que se vinculan con lo demográfico, pero no en un sentido lineal”, apunta. En el caso de Uruguay, Pardo ejemplifica esa desigualdad con la pobreza infantil que afecta a aproximadamente a 157.000 menores. “Tiene sentido concentrar esfuerzos en los niños ya nacidos, más que incentivar posibles nacimientos futuros, dado que tampoco es muy claro en qué medida esas políticas pueden funcionar”, concluye.
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