CRÓNICAS. COP28
CRÓNICAS. COP28
Por: Lucía P. de García
Toronto.- La Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 acordó que, bajo el auspicio de Naciones Unidas, se realizara cada año y en una ciudad diferente una Conferencia de las Partes, COP, con la finalidad de reunir a las 193 “partes”, Estados, que firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. A excepción de la COP26, pospuesta por el COVID-19 se ha acatado, y al momento se realiza la COP28, del 30 de noviembre al 12 de diciembre, en el Expo City Dubái de los Emiratos Árabes Unidos bajo el lema “Unir. Actuar”.
Las COPs son las conferencias climáticas más importantes del mundo, de ellas parten las directrices para combatir el calentamiento global, producto del consumo de combustibles fósiles y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las directrices son: sustituir paulatinamente dichos combustibles por energía limpia, frenar la deforestación, sembrar árboles, cuidar las fuentes de agua y evitar la contaminación del precioso líquido, eliminar el uso del plástico, suspender ese consumismo que agota los recursos de la Naturaleza.
Ya que todo significa gastos que no todos los países pueden hacer, los más ricos deben situar cuotas de ayuda a los más pobres, y éstos sólo deben destinarlas a recuperar el medioambiente. No se ha cumplido. Han primado intereses económicos de gobiernos, empresas, personas. Un ejemplo lo da el Presidente del evento, Sultán Al Jaber, fundador de una empresa petrolera que busca incrementar su producción, quien dijo ante la COP28 que “no hay ciencia” que demuestre la necesidad de eliminar los combustibles.
No es así. Hace unos meses, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, máxima autoridad científica en el tema, indicó que el planeta se está calentando a niveles récord, por lo que urge impedir que éstos superen los 1,5 grados centígrados. De suceder, el desastre será irreversible, la vida se extinguirá. El objetivo de la actual COP es impedir ese fin, por lo que tras evaluar lo que realmente se ha hecho, se están analizando las medidas a tomar, acaso inmediatas, drásticas, obligatorias.
A la Convención estuvo invitado el Papa Francisco. Su intervención se esperaba con gran interés, sería la primera vez que un pontífice asistiría a una COP. Semanas antes ya había advertido “el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto del que no hay vuelta atrás” y había criticado a los gobiernos por no afrontar la crisis medioambiental debido a intereses económicos y de poder. Sin embargo, el pontífice no pudo ir por problemas de salud.
De todas maneras, el 1 de diciembre, el Papa Francisco, representado por el Secretario de Estado de la Santa Sede, dijo ante las 97.000 personas que se encontraban en el Expo City Dubái: “Me hago presente porque la devastación de la creación es una ofensa a Dios, un pecado no sólo personal sino estructural que repercute en los más débiles; un grave peligro que pende sobre cada uno y amenaza con desencadenar un conflicto entre generaciones”.
Destaco las siguientes frases de su discurso: “la ambición por producir y poseer se ha convertido en una obsesión, y ha desembocado en una avidez sin límites, que ha hecho del ambiente objeto de una explotación desenfrenada… justificándose a veces por lo que otros han hecho en el pasado, con reiteradas evasiones de responsabilidad… “.
“No es culpa de los pobres, porque casi la mitad del mundo, la más pobre, es responsable de apenas el 10% de las emisiones contaminantes, mientras que la distancia entre los pocos acomodados y los muchos desfavorecidos nunca ha sido tan profunda… Pensemos en las poblaciones indígenas, en la deforestación, en el drama del hambre, en la inseguridad hídrica y alimentaria, y en los consiguientes flujos migratorios”.
“¡Cuánta energía está malgastando la humanidad en las tantas guerras en curso, como en Israel y Palestina, en Ucrania y en muchas otras regiones del mundo: conflictos que no resolverán los problemas, sino que sólo los aumentarán! ¿Cuántos recursos se malgastan en armamentos que destruyen vidas y arruinan nuestra casa común?”.
Dirigiéndose a los jóvenes, que claman a los gobiernos escuchar su angustia ya que es la actual generación, la de nuestros hijos y nietos, la que heredará y enfrentará las consecuencias de tanta indiferencia, concluyó: “Con la ayuda de Dios, salgamos de la noche de la guerra y de la devastación ambiental para transformar el futuro común en un amanecer luminoso”.
El discurso del Papa Francisco desató un aplauso tan estruendoso que sobrepasó el recinto y llegó a todos los rincones del mundo, devolviendo la esperanza. Esa impronta de espiritualidad es lo que hace diferente a la COP28, moviendo nuestros corazones, motivándonos a todos a Unirnos como hermanos y a Actuar como hijos, para, aún a costa de sacrificio, salvar a nuestra Madre Tierra y continuar cuidándola amorosamente.
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