CRÓNICAS. Viaje Inolvidable a Egipto, Parte II: De Caos y De Bailes
CRÓNICAS. Viaje Inolvidable a Egipto, Parte II: De Caos y De Bailes
Por: Lucía P. de García
Toronto.- A más de la capilla de la Virgen María, en El Cairo hay iglesias de cristianos coptos, ortodoxos, católicos. Visitamos en familia la Iglesia Colgante, en el Barrio Copto. Vecino a éste se encuentra el Barrio Judío, donde hay cuatro sinagogas. Como es natural, abundan las mezquitas, siendo la más importante la de Mohamed Ali Pasha, situada en la Ciudadela de El Saladino, fortificación medieval construida con fines militares en una colina que domina el paisaje desde el centro de la urbe, donde funcionaron oficinas gubernamentales y administrativas.
La majestuosa mezquita, conocida también como Mezquita de Alabastro por su revestimiento exterior, tiene una muy amplia sala de oración, sobre la que penden inmensas y bellas lámparas antiguas sobre un espacio limitado por muros de hasta 13 metros de altura. Las tres religiones abrahamistas conviven en armonía y respeto en la zona histórica nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Al recorrer El Viejo Cairo, comprobamos que sus casas edificadas con ladrillos de barro y paja que toman el tono de la arena del Desierto del Sahara y la ciudad moderna con sus edificios en otro colorido, están diseñadas por el Río Nilo, conforme sus propios cambios a través del tiempo. El beso de sus aguas en las orillas genera la riqueza agrícola que hizo de Egipto el granero del mundo antiguo. Los cielos que se miran en ese espejo líquido inspiraron la cosmovisión egipcia que se manifestó en la construcción de las pirámides en el desierto del Sahara. De esa conjunción nació la civilización más avanzada y fascinante que registra la humanidad, un todo que los egipcios interpretan “como una forma de dar orden al caos”.
Ese caos subsiste en el tráfico vehicular, donde los semáforos son ignorados por los conductores que serpentean las calles, van contravía, dan retro o parquean donde sea, en tanto los peatones esquivan el peligro con hábiles piruetas. Ese caos se manifiesta en la falta de vivienda, por lo que muchos cairotas han tenido que acomodarse en la Ciudad de los Muertos, gigantesco cementerio que es parte de los lugares turísticos. Ese caos se interrumpió por un momento cuando se cerraron varias calles y pudimos ver al entonces mandatario de Egipto, Hosni Mubarak (gobernó entre 1987- 2011), quien se desplazaba con su caravana hacia determinado lugar. Ese caos reina en los bazares; uno de los más surtidos, Kahn el-Khalili, exhibe en sus milenarios y estrechos corredores todo lo que se pueda imaginar: golosinas, artesanía, trajes, joyas, perfumes, adornos sencillos o piezas finas para el hogar y los recuerdos más apreciados: los clásicos papiros, donde se pintan con exquisito arte escenas del antiguo Egipto, en el que eran parte de su cultura el aseo, el buen vestir, el maquillaje, los accesorios personales de mujeres y de hombres. A ese caos le ha dado forma el Río Nilo, al ordenar a sus aguas que permitan la circulación de las pequeñas y las grandes embarcaciones comerciales y turísticas, en beneficio de la población.
Al abordar una de las naves turísticas para el recorrido nocturno, degustamos las delicias cairotas y disfrutamos la danza de vientre de una bella joven que bailaba al compás de un conjunto musical en el que se destacaba el sonido de los crótalos, pequeñas rodelas metálicas que suenan al chocar los dedos, como las castañuelas. En un local del Viejo Cairo contemplamos el baile tradicional musulmán que ejecutan los derviches, hombres con trajes amplios y largos con volantes de colores, que giran sobre sí mismos por horas, hasta alcanzar el éxtasis místico.
También a nosotros nos tocó bailar. Lo hicimos en el Hotel Marriot junto a 25 ecuatorianos, los únicos que en el año 2000 vivían en El Cairo, varios latinoamericanos, egipcios y personas de diferentes países, cumpliendo así la razón de nuestro viaje: celebrar el matrimonio de una muy querida pareja de felices jóvenes. El hotel, situado en el moderno barrio de Zamalek, fue construido como palacio de tres pisos por el Jedive Isma´il Pachá. Luego de hacer arreglos, dotar de luz eléctrica a las habitaciones y llamarlo Hotel Gezirah Palace, el Jedive alojó allí a los invitados a la inauguración del Canal de Suez en 1869, siendo el huésped más importante la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa del emperador francés Napoleón III. Así nació el turismo en Egipto.
Volvimos a bailar el 31 de diciembre, esta vez en la residencia de una familia egipcia amiga de nuestros anfitriones, en la ciudad de Guiza, pocos kilómetros al oeste de El Cairo, donde están la Esfinge y las Grandes Pirámides. En el jardín de aquella casa, donde por sobre las palmeras se podía ver la parte superior de la Pirámide de Keops, empezó la danza. De acuerdo a la costumbre egipcia, los hombres se agruparon por un lado y las mujeres por otro, para bailar la melodía que sonaba en el ambiente, música festiva muy parecida a la nuestra. Al pequeño grupo latinoamericano nos invitaron a incorporarnos a la danza; los caballeros no aceptaron, sí lo hicimos las damas y con gusto, sintiendo que acoplábamos los pasos con facilidad, seguramente porque permanece en nuestro cuerpo la huella genética árabe que dejaron en España los ocho siglos del Imperio Otomano. Luego nos tocó el turno a los latinoamericanos, nos lucimos al bailar con gran entusiasmo nuestra música, y al llegar el año 2001 nos dimos el tradicional abrazo. Enseguida todos nos juntamos en la misma alegría y con igual esperanza de que el flamante Nuevo Milenio trajera al mundo paz, hermandad, progreso.
Egipto demuestra que sí es posible, al dar “orden al caos” con voluntad, decisión, alegría.
Para usted y su familia, amable lector, que el año 2024 le traiga salud, amor, prosperidad.
¡Feliz Año Nuevo, Feliz 2024!
Próxima Semana, Parte III: Las Maravillosas Pirámides
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