CRONICAS. Cambio Climático ¡Presente!
CRONICAS. Cambio Climático ¡Presente!
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Desde los años 70 se han sucedido importantes eventos internacionales con elocuentes discursos y resoluciones ambientalistas. Un ejemplo son las COP, “Conferencia de las Partes”, cuyas reuniones anuales las auspicia la ONU desde 1995. No obstante, los intereses de gobiernos, corporaciones, empresas y más frustran los compromisos, y el negacionismo liderado por la extrema derecha mundial invita a no hacer nada, aduciendo que los humanos no tenemos ninguna culpa de la destrucción de la Madre Naturaleza pues son procesos normales del planeta.
Los científicos rechazan tal criterio, afirman que las evidencias demuestran que el cambio climático ya está presente: en 2020, el Ártico alcanzó la temperatura de 38 grados centígrados, lo cual desató una enorme pérdida de hielo. El normal calor del Valle de la Muerte en California, el sitio más caluroso del mundo, registró una temperatura sin precedentes de 54,4. En el presente año, el invierno europeo llegó a -52 al norte, mientras al sur se registraron calores récord de 48,8. En el verano de la Patagonia argentina los termómetros superaron los 30 grados. En Canadá, nuestra propia Provincia de Ontario nos ha sorprendido con un invierno donde la nieve ha sido escasa y las temperaturas predominantes han oscilado entre 2 y 10 grados centígrados. Como si eso no fuera suficiente, los científicos alertan de un cambio climático subterráneo provocado por túneles, alcantarillas, estacionamientos, que hacen que los suelos se inflen, contraigan, hundan, agrieten, lo que están empezando a afectar a los edificios.
A más de estos aspectos, la contaminación ambiental sigue en aumento. El plástico reina en todos los continentes y en los mares forma islas que crecen, asesinan flora y fauna acuáticas, calientan las aguas y las cambian de color. La tala de bosques y selvas avanza al igual que la minería ilegal. Las guerras no sólo exterminan personas sino que destruyen el entorno, los suelos, envenenan el aire, en tanto incrementan las fortunas de los fabricantes de armas. Los alimentos escasean o se desperdician. La atención de salud, educación, vivienda, empleo, se deterioran al tiempo que se incrementan la pobreza y el uso de drogas. La humanidad crece sin control, cuando urge instaurar la paternidad responsable y facilitar los medios para lograrlo.
No se puede negar que constantemente se dan pasos para contrarrestar estos males, pero no son suficientes. Predomina la indiferencia de los gobiernos y de la sociedad, para angustia de los jóvenes de la generación actual que claman por un cambio profundo que destierre al materialismo para evitar la sobreexplotación de recursos, el maltrato a la Madre Tierra, esta “guerra contra la Creación” como la llaman los líderes religiosos mundiales.
Así las cosas, urge que todos actuemos. Es el momento. Empecemos por negarnos a aceptar como real la advertencia de Antonio Guterres, Secretario General de la ONU: “La era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la era de la ebullición global”. Esa posibilidad terrorífica no podemos legar a nuestros hijos y nietos.
Por ellos, refresquemos la solicitud que con el respaldo de millones de firmas de todo el mundo se presentó a la ONU en 1991: incluir en los Artículos de la Carta de Derechos Universales de las Naciones Unidas los enunciados del libro que en 1979 escribiera el famoso oceanógrafo Jacques Cousteau junto a científicos y filósofos “Carta de Derechos de las Generaciones Futuras”. Y no sólo eso, ante la indiferencia de los gobiernos, presionemos para que la máxima autoridad del mundo, la ONU, sea la que lidere y dirija con plena autoridad, un compromiso internacional serio y obligatorio a favor de la vida en nuestro único y bello Planeta.
Por nuestros hijos y nietos, y con ellos, sigamos las directrices que nos señala el siempre actual texto de Cousteau: erradicar combustibles fósiles, gases contaminantes, energía atómica, basura tóxica. Cuidar bosques, selvas, la pureza de las aguas; dejar descansar a flora, fauna y obtener alimentos de las algas marinas. Ayudar a la Naturaleza mediante control demográfico, educación, amparo en la vejez. Evitar daños a la vida, libertad y dignidad humana. Usar los recursos del Estado para perpetuar los derechos de las generaciones a una Tierra saludable.
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