CRÓNICAS. Eutanasia
CRÓNICAS. Eutanasia
Por. Lucía P. de García.
Toronto.- Desde hace muchos años se habla de la eutanasia, palabra que proviene del latín y significa “muerte buena y apacible”. Esta forma de provocar el fallecimiento deliberado de una persona ya se aplica en animales, no por crueldad sino por compasión y amor, precisamente para evitar el intenso padecer de ese ser.
Se dice que a través del tiempo y precisamente por compasión y amor, en el ámbito médico se ha aplicado la eutanasia, pero en forma muy discreta. En la actualidad se la cita en temas relacionados con el sufrimiento que provocan ciertas dolencias, en especial las llamadas enfermedades huérfanas, raras o catastróficas, que a más de ser extremadamente crueles requieren medicamentos huérfanos, compuestos biotecnológicos tan caros que es vital que los Estados ayuden a esa población que las padece y que constituye el 8% mundial.
Para resaltar la importancia de atender a las personas que sufren tales rarezas se ha designado como el Día Mundial de las Enfermedades Raras al último día de febrero, pues sin duda este mes tiene la “rareza” de contar con menos días que los otros meses del año y además, si el año es común, esta conmemoración se da el 28, y si es bisiesto, el día 29.
Coincidiendo con este mes tan particular y considerando aspectos legales, humanos, éticos y médicos que proclaman que vivir no es una obligación sino un derecho, el 7 de febrero la Corte Constitucional de Ecuador aceptó el pedido que le hiciera Paola Roldán Espinosa, quiteña de 42 años de edad, que se le permita morir con dignidad por eutanasia, debido a que sufre de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), mal incurable que destruye las células nerviosas que controlan los músculos, el mismo que le fue diagnosticado en agosto del 2020.
Paola es madre de un niño de 5 años de edad. Con el apoyo de su esposo, sus padres, su familia, y en su casa convertida en hospital, ha debido ser atendida día y noche ya que tiene el 95% de discapacidad y apenas controla los músculos de la cara. Además de soportar dolor intenso, constante e implacable, depende de un respirador y se alimenta por vía parenteral.
El año pasado y junto a sus abogados, Paola planteó la causa a nombre propio y de cientos de pacientes con enfermedades incurables o catastróficas. En octubre y desde su lecho, con lágrimas y voz entrecortada se dirigió a los jueces para decirles que más duro que el dolor físico es el dolor emocional de tener a su lado a su hijo y no poder ni siquiera abrazarlo, ni abrazar a sus seres queridos. “No saben lo doloroso, injusto y humillante que es pedirles a quienes no han vivido lo que yo, que reconozcan el derecho que me corresponde a una muerte digna. Lo que vivo es doloroso, solitario, cruel”.
La Corte Constitucional le reconoció ese derecho al emitir su fallo la fecha ya señalada, el mismo que tiene aplicación inmediata ya que el caso cumple con los tres requisitos: Que la persona tenga un padecimiento intenso proveniente de una lesión corporal grave e irreversible o de una enfermedad grave e incurable que impida cumplir con el plan de vida. Que haya consentimiento libre e informado de manera directa o indirecta, a través de un representante, por medio del cual solicite la eutanasia. Que la ejecute un médico, y si éste tiene una “objeción de conciencia”, se la derive a otro profesional. El fallo implica despenalizar al médico que aplica la eutanasia; disponer que el Ministerio de Salud emita un reglamento elaborado por una mesa técnica; que la Defensoría del Pueblo regule el procedimiento y la Asamblea Nacional lo convierta en Ley.
Luego de conocer la noticia, Paola comentó “en realidad son cientos y cientos de voces que hoy salen del silencio y se muestran junto a mí. Hoy Ecuador es un país un poco más acogedor, más libre y más digno”. Efectivamente es así. Paola representa a otros que al no poder expresar su angustia y dolor extremo lo han hecho a través de ella. Hoy Ecuador pasa a integrar la lista de los pocos países del mundo que despenalizan la eutanasia: Colombia, España, Portugal, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Nueva Zelanda; algunos lugares de Estados Unidos, Australia, Alemania, Suiza; Canadá en determinados casos.
Ahora, Paola puede acordar con su familia la forma, el día y la hora de partir hacia la eternidad con la dignidad que imprime la eutanasia. Con esa certeza, su padre, conmovido, dijo “Dios quiere que los seres humanos vivamos con dignidad y que tengamos una muerte dulce, así fueron las palabras de un sacerdote, mentor mío, él dijo que la enfermedad de mi hija es una enfermedad cruel”. Esa despedida final, si bien es penosa y triste, es a la vez compasiva, valiente, respetuosa, llena de ternura, de espiritualidad y sobre todo colmada de amor.
Comments (0)