CRÓNICAS. ¿Qué es el Ramadán?
CRÓNICAS. ¿Qué es el Ramadán?
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Cada noveno mes del calendario lunar el Islam dedica a Dios 30 días a los que llama el Ramadán, en conmemoración a la revelación al Profeta Mahoma de los primeros versos del Corán, libro sagrado de los musulmanes. El Ramadán consiste en purificar el alma mediante el sacrificio corporal. Esto implica abstenerse de fumar, divertirse, tener relaciones sexuales, en tanto se ayuna durante el día. Sólo quedan exentos los menores de 15 años, enfermos, ancianos, las mujeres menstruantes, embarazadas o lactantes. En el presente año, el Ramadán comenzó el domingo 10 de marzo y terminará el lunes 8 de abril con la fiesta llamada Eid al-Fitr.
En los países donde se practica el Islam, las actividades diurnas quedan restringidas y el funcionamiento de oficinas o centros educativos se realizan bajo horario reducido. Sin ninguna duda, el ayuno es el más duro de todos los sacrificios, ni siquiera se puede beber agua. El ayuno resulta más difícil si coincide con un mes en el cual la luz solar se prolonga por más horas. Y si los islámicos o musulmanes habitan países con otros credos y costumbres, la urgencia del hambre y de la sed se puede convertir en un martirio.
Los extranjeros que habitan los países islámicos por lo general se unen al ayuno, prueba física y psicológica que disciplina, despierta la solidaridad y mayor comprensión de lo espiritual. El principal beneficio: el Ramadán coloca a pobres y a ricos bajo la misma sensación de hambre y sed, lo que mueve a los ricos a compartir parte de su fortuna, algo que asumen como obligación.
Por sobre los sacrificios, el Ramadán es una fiesta. Al ponerse el sol casas y edificios adquieren una atmósfera colorida y brillante, producto de bellas lámparas utilizadas expresamente para la ocasión. En los hogares las familias se visitan con cariño, entusiasmo, alegría, y comparten esa primera comida nocturna que es abundante. Igual sucede en las esquinas de las calles, donde se reparten deliciosas bebidas calientes. En los mercados, donde abundan frutos secos, golosinas y exquisiteces que sólo se preparan en esta época. En las carpas distribuidas en determinados lugares, a donde se acude para, bajo el hermoso decorado, compartir alimentos con propios, extraños y personas de escasos recursos. En los restaurantes, donde se brindan deliciosos menús a las familias más necesitadas. Antes de la salida del sol todos toman un buen desayuno, a fin de sostener el ayuno del día.
Durante el Ramadán la religiosidad es más profunda, reflexiva, y las usuales cinco veces que se ora durante el día se lo hace con dirección a La Meca, ciudad sagrada donde nació el Profeta Mahoma. En dicha urbe se encuentra la Mezquita de Al-Haram, bellísima edificación de mármol blanco, azul y gris, cuya superficie de 160.000 metros cuadrados alberga hasta 300.000 fieles de los más de un millón que la visitan en esta época. En el centro está la Kaaba, cubo sagrado de granito negro de 18 metros por lado, el mismo que, según el Corán, fue edificado por Abraham y su hijo Ismael. Los fieles caminan siete vueltas alrededor de la Kaaba mientras alaban a Dios
El Islam exige a sus fieles que visiten La Meca al menos una vez en la vida. Debido a que el viaje es bastante costoso lo realizan quienes tienen dinero; quienes no lo poseen se esfuerzan por hacer ahorros durante años; la mayoría que es pobre, queda exenta. Cualquiera sea el caso, el Ramadán es la época de alabar en forma especial a Dios.
Ese Dios que lo compartimos las tres Religiones Abrahámicas. El que el Islam llama Allah, Dios Compasivo y Misericordioso. El que el Judaísmo denomina HaShem, que significa El Nombre. El que el Cristianismo le dice Padre, como lo hacía Jesús, quien también le llamaba Abbá, que en el idioma arameo significa Papito.
Ese mismo Dios es el que ofendemos con las guerras, como la de hoy en Tierra Santa, donde se da lugar a que el mundo comente con palabras que significan sufrimiento, como ataque, secuestro, rehenes, heridos, bombardeo, angustia, muerte, amputaciones, falta de anestesia, escasez de medicinas, hambruna, sed, gritos, desesperación, orfandad, genocidio, devastación en ese Suelo Sagrado ante la mirada de cristianos incapaces de frenar semejante fratricidio. Ojalá que todos meditáramos sobre los nobles objetivos del Ramadán, y en desagravio sincero a NUESTRO DIOS, al fin vivamos en armonía, solidaridad, paz, amor.
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