Istmo de Tehuantepec, la región de México donde las mujeres han tenido poder durante siglos
Istmo de Tehuantepec, la región de México donde las mujeres han tenido poder durante siglos
Las tradicionales vestimentas zapotecas inspiraron la moda de la famosa pintora Frida Kahlo.
- “¿Que cómo vivimos que una mujer pueda presidir el país? Ya era hora, a ver si hace cosas ‘chingonas’ por México”.
La frase es de la comerciante Griselda Martínez, una mujer clásica istmeña, zapoteca: “fuerte, luchadora, aguerrida, independiente, empoderada”, es como se describe a sí misma.
Son adjetivos que se repiten cuando en el Istmo de Tehuantepec, la región interoceánica más angosta de México, pregunto por las cualidades que hacen de la mujer local un objeto de estudio que fascina a investigadores y viajeros.
A pocos días de unas elecciones en las que dos mujeres candidatas (la oficialista Claudia Sheinbaum y la opositora Xóchitl Gálvez) figuran como las favoritas por primera vez en la historia, en este lugar no se asume como un evento tan revolucionario.
Durante siglos, y a diferencia de otros grupos étnicos en México, las mujeres aquí se han caracterizado por empoderarse desde pequeñas. Dominan el mercado, el comercio, las ventas, las fiestas. En la toma de decisiones familiares comparten protagonismo con el hombre.
Han ostentado un poder y un peso político valorados de una forma inusual en un país estereotipado en la cultura del “macho” que por siglos ensombreció a la mujer, pero que en los últimos años ha dado pasos agigantados hacia una mayor paridad de género en la política y la vida pública.
Lo de las mujeres en el Istmo ha sido un protagonismo tan peculiar que algunos investigadores y periodistas extranjeros construyeron el mito de que allí existía un matriarcado.
“Es cierto que aquí las mujeres son más valoradas, más fuertes, empoderadas, pero tampoco se puede romantizar; queda mucho por hacer y llamarlo matriarcado no ayuda en absoluto”, aclara Howard Campbell, antropólogo cultural de la Universidad de Texas en El Paso.
Juchitán de Zaragoza, también conocida como “la ciudad de las mujeres” en el Istmo.
Se busca conocer los orígenes de este poder femenino centenario, pero también despejar mitos como el del “matriarcado”, que según locales y expertos ignoran realidades como la violencia de género y la desigualdad que sufren.
El Istmo
El Istmo de Tehuantepec toca los estados sureños de Oaxaca y Veracruz.
Es una zona plana, calurosa, rica en recursos naturales y de ubicación privilegiada. Solo 200 kilómetros separan al océano Atlántico del Pacífico; una joya para el comercio que en los últimos años el gobierno federal explota para impulsar la economía de la zona y por ende la de México.
Esto hizo que por siglos fuera región de paso abierta al intercambio de culturas.
Pero también un punto constante de tensión donde la mujer tomó partido.
“Es una región donde históricamente se produjeron grandes rebeliones y donde la mujer fue siempre muy visible”, le explica a BBC Mundo la antropóloga zapoteca Patricia Matus Alonso, de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco en México.
Aquí conviven varias etnias: zapotecas, huaves, mixes y chontales, aunque los zapotecas son los más influyentes.
“Bajo el gobierno colonial, los zapotecas mantuvieron su especificidad étnica y resistieron la hegemonía cultural y política española lo mejor que pudieron”, narra el antropólogo Campbell en uno de sus estudios.
Y parte de esa especificidad fue un protagonismo femenino poco habitual en el mundo, con crónicas que cuentan cómo mujeres fueron fundamentales en rebeliones indígenas contra el virreinato español en el Istmo desde el siglo XVII.
“Lo de ser así de aguerridas nos viene de nuestras ancestras”, cuenta la periodista zapoteca Diana Manzo.
La periodista Diana Manzo fundó su propio periódico, donde recoge las mejores historias del Istmo de Tehuantepec.
El mercado
“Si quieres ver el protagonismo de las mujeres zapotecas, tienes que ir al mercado de Juchitán”, me recomienda Matus Alonso.
En efecto, las mujeres acaparan cada puesto de ventas en este concurrido lugar de la ciudad.
Desde las 7:00 am hasta las 9:00 pm pregonan, venden, gestionan las finanzas; muchas son las proveedoras familiares de facto mientras el marido descansa porque, según cuentan, es el que se encarga de pescar o recolectar durante la madrugada y entregarles los productos que ellas luego comercializan.
A diferencia de muchas partes de México, aquí mujeres y hombres contribuyen de una forma más igualitaria a la economía familiar. Muchas se convierten en jefas de familia.
Aunque en este caso, Manzo pide “no romantizar”.
“Muchas de esas jefas de familia realizan ‘dobles jornadas’ alternando trabajo y crianza de hijos”, señala.
En una de las fondas del mercado encuentro a Griselda Martínez, quien me brinda comida y se ofrece a contarme todo sobre la mujer zapoteca e istmeña.
Cinco minutos de charla distendida con Griselda Martínez dan para una “masterclass” sobre el orgullo de la mujer zapoteca.
Empieza con algo de historia.
“Esto de enfrente es la calle 5 de septiembre, en memoria a cuando nosotras las mujeres, en el siglo XIX, agarramos palos, piedras y machetes para repeler a los franceses junto a los hombres”.
En ese mismo siglo, las constantes guerras civiles de la región provocaron que muchos hombres zapotecas fueran reclutados por los diversos ejércitos.
Así, en el Istmo abundaban viudas y mujeres solas, obligadas a sostener a sus familias. Se convirtieron en viajeras, comerciantes, independientes.
“El comercio les dio dinero, autoridad, poder de decisión para dirigir un hogar”, dijo el historiador Víctor Cata.
Eso les permitió no depender de nadie ni permitir que fueran explotadas, añade la historiadora Leticia Reina, especializada en las dinámicas del Istmo en el Instituto Nacional de Antropología e Historia en México.
Martínez, mientras sirve un caldo humeante de mondongo, termina la charla hablando de política actual.
“Presidenta mujer o no, lo que importa ahora es que lo haga bien. Tenemos mujeres inteligentes que pueden trabajar en pos de México si se les da la oportunidad”.
El hogar
El empoderamiento de la mujer zapoteca se transmite por generaciones en el hogar.
El orgullo e independencia de la mujer zapoteca e istmeña también se labra desde casa.
Entre las entrevistadas para este reportaje hay una historia que se repite: la de una abuela que agarra a su nieta y le dice: “niña, nunca esperes por un hombre. Sal y sé independiente”.
La joven zapoteca Michelle López Alonso lo aprendió a rajatabla.
La conozco una noche en una fiesta tradicional de la vela, donde las mujeres acaparan el espacio.
Baila segura de sí misma; paso erguido, mirada altiva. Son cualidades que aparecen con frecuencia en los textos académicos sobre las mujeres en esta región.
Comparte pista con otras mujeres. Es otra tradición inusual en México: mujeres que bailan con mujeres.
Todas lucen regias en sus tradicionales vestimentas, el huipil y la enagua, que inspiraron a artistas como la pintora Frida Kahlo al ver en las zapotecas un ejemplo de empoderamiento femenino atípico en su tiempo.
En las fiestas zapotecas, el protagonismo es de las mujeres.
Al día siguiente, López, de 20 años, reflexiona recostada en una hamaca colgada en medio del salón de casa, escena habitual en las calurosas estancias juchitecas.
“Mi orgullo y seguridad los aprendí en la familia. Por décadas no tuvimos el apoyo de un hombre. En mi casa las mujeres siempre asumieron los dos roles: el de proveer y cuidar”.
López tampoco cree que una mujer por ser presidenta vaya a hacer la diferencia.
“En esta sociedad aprendí que no hace falta ostentar un cargo político para tener influencia. Hemos demostrado que la mujer puede movilizar y llevar la batuta sin precisamente tener un cargo”, cuenta.
A pesar de su juventud y los cambios que las redes sociales provocan en la mujer zapoteca, Michelle López guarda sus tradiciones.
La escena política
En México, como en la mayoría de países, las mujeres no contaron con el mismo acceso de los hombres a la arena política hasta décadas recientes.
“Pero el Istmo fue visto por muchos como una excepción a la falta de poder de las mujeres mexicanas”, según escribió Campbell.
En los 70, las tehuanas tuvieron un rol clave en uno de los movimientos políticos más revolucionarios de México.
Conocida como Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), la organización pretendió derrotar a la hasta entonces hegemonía política que encabezaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En la coalición, según Matus Alonso, primó la identidad étnica.
“Se defendió y puso en valor el idioma, los rituales y la fortaleza de la mujer zapoteca, que ocuparon un lugar central en el movimiento coceísta”, comenta la antropóloga.
La COCEI consiguió que en 1981 Juchitán de Zaragoza se convirtiera en el primer ayuntamiento mexicano donde gobernase un movimiento de corte socialista.
La zapoteca Gloria Sánchez, quien ya fue alcaldesa de Juchitán, se presenta como diputada federal con Morena para las elecciones.
Según Campbell, las mujeres comprendieron el 50% o más en las manifestaciones, mítines y bloqueos de la COCEI, protagonizaron huelgas de hambre y se arriesgaron físicamente “a diferencia de las mujeres priistas, cuya participación política se reducía a organizar actividades y asistir a los mítines del PRI”.
“El fuerte carácter y voluntad de la mujer zapoteca para pelear (literalmente) por sus intereses en la arena pública son actores clave en este grupo étnico”, analiza Campbell.
Desde entonces, en la región aparecieron las primeras alcaldesas, aunque todavía pocas y en municipios pequeños, según contó en una entrevista con el diario mexicano La Jornada la experta Margarita Dalton.
“Mucho antes de que en el país se pusiera de moda la cuota de género en la política, en el Istmo esa paridad ya se intentaba practicar”, me dice la periodista Manzo.
“Para estas elecciones, varias mujeres istmeñas compiten para puestos de diputadas, presidentas municipales e incluso senadoras”, añade la reportera.
Las cuotas de género es una iniciativa introducida en años recientes para “garantizar la efectiva integración de mujeres en puestos o funciones clave dentro de organismos de diversa índole”, según explica la web del gobierno de México.
Si bien Campbell pide no romantizar y reconocer el carácter político de las mujeres en otras partes del país, sí admite que el activismo de las istmeñas ha sido reconocido de una forma peculiar en el contexto mexicano.
El debate sobre el matriarcado
Durante años, varios investigadores, periodistas y artistas, la mayoría extranjeros, describieron las dinámicas del Istmo como matriarcales.
Muchos viajeros llegaron aquí atraídos por esta idea desechada por otros investigadores y, sobre todo, las mujeres locales.
“Si hubiera matriarcado, no existirían los altos niveles de violencia contra la mujer que se dan en el Istmo. Sigue habiendo machismo”, cuenta Beatriz Ramos, de la fundación de planificación familiar MexFam.
Beatriz Ramos lidera una fundación que protege la salud sexual de las mujeres en Juchitán de Zaragoza.
La violencia contra la mujer es uno de los grandes males que azotan México.
Solo entre enero y marzo de 2024 se contabilizaron 184 presuntos delitos de feminicidio en todo el país. En los últimos años se cuentan por miles.
El Istmo de Tehuantepec es uno de los focos con alerta de género.
Para desmontar el mito del matriarcado, Campbell también recuerda que, a pesar del protagonismo político y de defensa de derechos de la mujer zapoteca, todavía debe traducirse en más puestos de liderazgo con capacidad real de toma de decisiones, por mucho tiempo en manos de hombres locales que las “han oprimido”.
Muchas narrativas que ensalzan a la mujer zapoteca no mencionan la forma en que han estado “subordinadas y sido maltratadas por los hombres”, aclara el investigador.
“Sí, somos fuertes, valientes y empoderadas, pero tampoco romantizamos. Que llegue una mujer no va a marcar la diferencia. Lo que queremos es que se respeten nuestros derechos como mujer, mejorar el acceso a la salud, la educación y que se acabe la violencia”, dice Manzo.
El viejo feminismo zapoteca
“¿Entonces, qué opinas tú del poder feminista actual teniendo en cuenta la tradición zapoteca”?
La artista textil Natividad Amador se piensa la respuesta.
Para ella, al igual que muchas mujeres con las que converso aquí, el feminismo que tantos avances consigue en el mundo no es una novedad, sino algo innato, un valor de comunalidad que siempre practicaron.
Mientras borda uno de sus textiles en su taller de su casa en Juchitán, Amador reflexiona: “creo que aquí el feminismo es más auténtico”.
Aunque la mujer zapoteca se considera independiente, la artista aclara que eso no implica que busque la soledad o que la idea del matriarcado sea algo que las haga sentir cómodas.
“Es un feminismo que guarda mucho respeto por el hombre. Compartimos. Es importante que las decisiones se tomen en conjunto”, dice.
Natividad Amador es unas de las principales exponentes de la promoción de la cultura zapoteca a través de sus textiles.
Son celebraciones donde la mujer es el centro, la cara más visible, el símbolo más puro del feminismo zapoteca que ha sido usado en México por artistas, intelectuales y políticos para mostrar una cara más liberadora de la mujer, a veces bajo una mirada elitista e idealizadora.
Es una sociedad inspiradora, pero ya se ve que no está libre de los machismos y desigualdades que afectan a todo el territorio.
Hay una incógnita: cuánto tiempo tomará erradicarlos.
También una certeza: las zapotecas y el resto de mujeres del Istmo no pararán de luchar. Va en los genes.
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