Por qué los dominicanos siguen emigrando de un país con estabilidad política y crecimiento económico
Por qué los dominicanos siguen emigrando de un país con estabilidad política y crecimiento económico
Estados Unidos es el país donde viven más dominicanos emigrados.
- Para un gran número de dominicanos, el futuro está lejos de la isla donde nacieron.
República Dominicana, hogar de 11,3 millones de habitantes, es un país de emigrantes desde hace décadas.
Y esto no parece cambiar pese a los avances que lo desmarcan de muchos de sus vecinos de América Latina y el Caribe inmersos en crisis económicas, turbulencias políticas o ambas.
El Producto Interior Bruto (PIB) dominicano alcanzó US$11.200 en 2023, un fuerte avance del 4,35% interanual y más del 30% respecto a 2019, el año previo a la pandemia.
“Ya somos una economía de ingresos medios”, proclamó recientemente el presidente Luis Abinader, renovado en su cargo el pasado 19 de mayo tras un proceso electoral cuya integridad ha sido ampliamente reconocida.
De hecho, la democracia de República Dominicana es una de las más duraderas en América Latina, con más de seis décadas de sucesión pacífica del poder mediante el voto popular.
Pese a todo lo anterior, sus habitantes siguen emigrando: la diáspora dominicana creció de 2,53 millones a 2,83 millones entre 2021 y 2022, según los últimos datos del Instituto de Dominicanos y Dominicanas en el Exterior (Index).
Y el saldo migratorio del país es negativo: el año pasado se fueron 29.000 personas más de las que entraron, según cifras del Banco Mundial.
Los datos confirman una marcada tendencia a la emigración que comenzó en los años 1990 y solo se interrumpió parcialmente en los dos años de pandemia.
¿Qué empuja a tantos dominicanos a dejar su país? Hay varios motivos.
La desigualdad
“Aquí no hay crisis económica desde el año 2003-2004. Hay un problemita con la inflación pero es moderada, no está fuera de control y el peso se ha mantenido muy estable”, indica la politóloga dominicana Rosario Espinal, profesora emérita de sociología en Temple University, Filadelfia.
Además, la industria turística se recuperó con fuerza desde la pandemia y las remesas aportan cada año a las arcas del Estado más de US$10.000 millones, casi una décima parte del PIB.
Sin embargo, esa prosperidad no se refleja necesariamente en el día a día de gran parte de la población.
Aunque la pobreza monetaria disminuyó significativamente del 27,7% en 2022 al 23,0% en 2023, según el gobierno, el Banco Mundial estima que más del 40% de los dominicanos viven en condiciones vulnerables.
Muchos dominicanos sobreviven con empleos informales.
“La aparente estabilidad tanto a nivel económico como político esconde una historia, una República Dominicana ‘parte atrás’, como le decimos nosotros al barrio con los callejones donde se encuentran los más vulnerables, los más desposeídos”, afirma el sociólogo dominicano Juan Miguel Pérez.
Pérez cree que la raíz de la tendencia migratoria de los dominicanos está en la desigualdad que impera en el país.
Un estudio del Banco Mundial en 2014 arrojó unos datos impactantes: menos del 2% de la población de República Dominicana había ascendido económicamente respecto a la generación anterior (la media latinoamericana fue del 41%) y, aún peor, el 19% había retrocedido.
Aunque no se han actualizado las cifras, Pérez asegura que la situación apenas ha cambiado y la movilidad económica y social sigue siendo escasa en el país caribeño.
“Aquí hay una élite, una especie de monarquía social que se ha instaurado en el país y que se hereda por apellido, por vínculos primarios”, sentencia.
Y esto, alega, se traduce en discriminación: “mis estudiantes universitarios que viven en barrios humildes me cuentan que, cuando aplican para un trabajo, tienen que esconder su lugar de residencia”.
Pese al desarrollo económico del país, muchos barrios permanecen sumidos en la pobreza.
Asegura que “el problema de la migración no es solamente un problema económico, que lo es, pero es también un problema de ver que otro tiene oportunidades y yo no las tengo”.
“La gente se sigue yendo porque no tiene esperanza de que ese crecimiento sea compartido con ellos. Se entiende entonces no es solamente un tema económico, sino un tema de esperanza. Esa esperanza le está cercada a esos grupos”, concluye.
Salarios y costo de la vida
“Hay estabilidad macroeconómica, pero es una economía de bajos salarios”, apunta, por su parte, Rosario Espinal.
El salario promedio mensual en República Dominicana es de RD$33.600 (US$574), según un reciente informe del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD).
Los empleados de la industria minera y el sector financiero son los mejor remunerados, con más de US$1.000 dólares mensuales; los de la administración pública, comunicaciones, comercio y salud integran el nivel medio con ingresos entre US$500 y 700; y los más desfavorecidos son los trabajadores agropecuarios con menos de US$450.
Para los trabajadores no cualificados dominicanos es muy difícil alcanzar un estándar de vida medianamente aceptable.
“Los trabajos en los sectores agrícolas y de construcción en República Dominicana los hacen casi siempre los haitianos. Eso significa que los dueños de tierra, los empresarios y los constructores pueden pagar salarios más bajos; entonces, para los dominicanos no es competitivo trabajar”, explica el reconocido demógrafo José Miguel Guzmán.
Los haitianos copan los trabajos manuales agrícolas, que son los peor remunerados.
Pero es que ni siquiera los trabajadores cualificados tienen garantizada la comodidad.
“Para la clase media, contar con un salario y un empleo no significa tener resueltos los problemas; al contrario, supone vivir con una constante preocupación”, asegura Guzmán, que cita el alto costo de la salud y la educación privadas.
La educación privada de un niño en República Dominicana cuesta entre US$2.500 y 6.800 al año en español y entre US$8.500 y 17.000 en el caso de liceos bilingües sin contar otros gastos como útiles escolares, uniformes o transporte, según un reciente sondeo del periódico local El Nuevo Diario.
“Las escuelas públicas son malas, así que todo el que aspira a ser clase media no envía a sus hijos a la escuela pública y tiene que pagar una privada”, matiza la politóloga Rosario Espinal.
Esta presión empuja a muchos a abandonar el país en busca de una mejor vida.
“El costo para una persona o una familia que aspire a vivir como clase media es alto, así que mucha gente que no lo logra dice, yo me voy, porque en Estados Unidos puedo ganar más del doble de lo que ganó aquí”, sentencia Espinal.
Familias en el extranjero
Más de 2,84 millones de personas de origen dominicano viven en el exterior, según el Registro Sociodemográfico 2023 del Instituto de Dominicanos y Dominicanas en el Exterior (INDEX).
La cifra, que incluye a hijos de emigrados que nacieron en sus países de acogida, es considerable teniendo en cuenta que la población de República Dominicana ronda los 11,3 millones.
La inmensa mayoría, casi 2,4 millones, viven en Estados Unidos, mientras España es el segundo mayor país de acogida con 193.653 dominicanos.
El demógrafo José Miguel Guzmán indica que “una parte importante de la migración de dominicanos en este momento es de reunificación familiar”.
“Muchos padres y madres se fueron al exterior sin sus hijos, mujeres sin sus maridos o maridos sin sus mujeres. Y luego, en muchos casos, los reclaman para reunificar la familia una vez que se legalizan y tienen su permiso de residencia en Estados Unidos, por ejemplo”, explica.
Por su parte, el sociólogo Juan Miguel Pérez destaca que “los dominicanos tienen una alta tasa de legalización” en el país norteamericano.
“Estados Unidos cambió la ley de migración en 1965 y establecieron la reunificación familiar, con lo que muchos dominicanos podían pedir a sus familias. Por eso aquí se van familias enteras, y en especial de escasos recursos”, agrega.
La mayoría de los dominicanos acceden a EE.UU. por vías legales, pero algunos lo hacen tratando de cruzar la frontera desde México.
Así, cada año aumentan las remesas que envían los emigrantes dominicanos desde EE.UU., España y otros países.
Estas alcanzaron US$10.157 millones el año pasado, un 3,1% más que el anterior, según datos del Banco Central de República Dominicana.
La cifra es similar a lo que el país ingresó por turismo el año pasado y representa casi un 10% de su PIB total.
Las cuantiosas remesas que envía la comunidad de emigrantes son hoy un activo crucial tanto para mantener el imparable crecimiento económico como para garantizar la subsistencia de las familias dominicanas y compensar hasta cierto punto las desigualdades de ingresos.
Y, en todo caso, el saldo migratorio negativo no está reduciendo la población de República Dominicana.
Por el contrario, esta aumenta a un ritmo aproximado del 1% anual, ya que los nacimientos -la tasa de fecundidad fue de de 2,2 hijos por mujer en 2023- sobrepasan cada año al número total de dominicanos que mueren o abandonan el país.
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