Caballitos de totora: el milenario método para surfear inventado por indígenas peruanos
Caballitos de totora: el milenario método para surfear inventado por indígenas peruanos
- En la Playa El Mogote, en el pueblo costero de Huanchaco, en el norte de Perú, olas de tres metros de altura se estrellan contra la arena. En la playa, una mezcla de lugareños y turistas internacionales surfean en el Pacífico. Y, en un rincón de la costa, las proas arqueadas de los caballitos de totora bordean la playa, apuntando hacia el océano
Durante al menos 3.500 años, los pescadores de Huanchaco han estado utilizando estas barcas de totora para surfear.
Conocidas como tup en mochica, una de las lenguas indígenas extintas de Perú, o caballitos, en español, estas antiguas embarcaciones están hechas con manojos de totora fuertemente atados que crecen en estanques de agua dulce cerca de la costa. Su característica proa estrecha y vuelta hacia arriba corta las olas y emerge sobre ellas.
El Pacífico es todo menos pacífico aquí, y en los últimos años sus olas épicas han atraído a surfistas de todo el mundo. Pero para quienes han vivido aquí durante miles de años, los caballitos eran lo único que podía atravesar las olas para ayudarlos a llegar a sus zonas de pesca antes de surfear de regreso a la playa.
Los huanchaceños que aún fabrican caballitos están orgullosos de sus artesanías, que algunos las consideran como una de las tablas de surf más antiguas del mundo, aunque cada año menos personas están aprendiendo el arte de cultivar totora y construir caballitos. Ahora, esta antigua tradición corre el riesgo de desaparecer en las próximas décadas.
Se cree comúnmente que el surf se inventó en Hawái y los petroglifos que representan a personas surfeando en las olas datan de al menos el siglo XII d.C. Sin embargo, el Museo Chan Chan cerca de Huanchaco y el Museo Larco en Lima exhiben cerámicas antiguas que muestran a personas y dioses usando caballitos para surfear, pescar e incluso transportar prisioneros que son anteriores.
“Nadie aquí pesca con un bote de madera”, explica Carlos Ucañan Arzola, uno de los últimos fabricantes de caballitos de Huanchaco que quedan. “La totora es tradicional y ancestral, de los Mochicas (también conocida como cultura Moche, que data de los siglos I al VIII d.C.).
“Esta totora se conservó en Chan Chan”, agregó, refiriéndose a la ciudad Chimú del siglo VII, cuyo centro está a solo 5 km de Huanchaco.
La reconocida historiadora peruana María Rostworowski cree que las cerámicas (con los dibujos de caballitos) pueden ser incluso más antiguas, del año 1400 a.C.
Museos en Perú exhiben cerámicas donde figuran los caballitos, que se cree son anteriores al origen del surf polinesio.
Fuente de la imagen,Heather Jasper
Los caballitos miden unos 4 metros de largo, un poco menos de un metro de ancho y pueden transportar cargas de hasta 100 kilos. Cuando están secos, los botes pesan unos 40 kilos, pero después de una mañana de pesca, pueden pesar el doble y deben colocarse en posición vertical en la playa para que se sequen durante un día o dos.
Hoy, los aproximadamente 40 pescadores que quedan en Huanchaco todavía usan caballitos cuando salen a colocar o revisar sus redes. Pero como los grandes barcos pesqueros comerciales han invadido la costa y el aumento de la erosión y la basura dejan a menudo las redes enredadas o rotas, los pescadores dicen que el negocio se está volviendo menos rentable cada año.
Como resultado, muchos huanchaceños han recurrido al turismo o se han ido a buscar oportunidades en otros lugares.
Orgullosos de su pasado
“Solo hay tres hombres en mi generación que pescan en un caballito”, comentó Edwin Blas Arroyo, de 30 años, quien comenzó a aprender a pescar en uno de su tío y su abuelo cuando tenía solo 7 años.
Pero, aunque cada vez más jóvenes abandonan la pesca y se inclinan hacia el turismo, dejan las antiguas tablas de surf y optan por las modernas, el caballito sigue siendo el símbolo de Huanchaco.
“En Huanchaco hay una comunidad notablemente orgullosa, consciente de su pasado, de la herencia de su cultura y de sus conocimientos, que se remontan a los tiempos de los mochicas y los chimús (siglos XII-XVI), pueblos íntimamente ligados al mar”, escribe Marina Quiñe, profesora de biología marina de la Universidad Científica del Sur de Lima, en su estudio “El caballito de totora en Huanchaco”.
“Desde sus orígenes, la pesca con caballito de totora se ha practicado ininterrumpidamente en la costa peruana”.
Según Enrique Amayo Zevallos, autor de “Mar y olas: rito y deporte del tup o caballito de totora a la tabla de surf moderna”, el surf como deporte, competencia y ritual se practicaba habitualmente en una embarcación similar a un tup, llamada tupe, hecha con una combinación de juncos de totora, bambú y pieles de lobo marino.
Los rituales perduraron hasta que los españoles los prohibieron por ser paganos.
“El propósito [del tupe] era divertirse cortando las olas del mar, o surfear”, explicó Amayo Zevallos. Hoy en día, solo sobrevive el tup, que históricamente se ha utilizado tanto para surfear como para pescar.
Deporte, no solo pesca
Jordi Rivera Prince, bioarqueólogo antropólogo especializado en antiguas comunidades pesqueras de la costa andina, señaló: “El diseño de un caballito prácticamente no ha cambiado en los últimos 3.500 años… Es historia y cultura viva al mismo tiempo”.
La totora es una planta delicada, y su cultivo, cosecha y transformación en embarcaciones es un arte que se transmite de generación en generación.
Los pescadores atan las cañas de manera que sus tallos triangulares encajen perfectamente y no queden bolsas de aire entre ellos. Se necesitan días para secar las cañas frescas y horas para hacer los cuatro manojos necesarios para armar una nueva barca.
Hoy en día, la mayoría de los pescadores ata la totora con cuerdas de nailon, aunque en el pasado utilizaban cuerdas delgadas de piel de llama trenzada.
Con el desgaste de las fuertes olas, el fuerte sol ecuatorial y la abrasión de la arena y las piedras, los caballitos no duran más de un par de meses, por lo que las cuerdas se guardan para hacer nuevas artesanías.
Aunque hoy en día se utilizan principalmente para pescar, Ucañan Arzola dice que no quiere que se olvide su propósito recreativo: “El caballito de totora también es para el deporte, para surfear las olas”.
El padre de Ucañan Arzola le enseñó a pescar y surfear en un caballito, y viajó a Australia para representar a Huanchaco en una competencia de surf, donde surfeó en la antigua embarcación.
Escasez
Si miras los caballitos en posición vertical en la playa, parecen estar hechos completamente de totora, como siempre lo han estado.
Pero al observar a un pescador llevar su embarcación al agua, también se puede ver que el centro de la mayoría de los manojos de totora de los caballitos está llena de otra cosa.
Algunos pescadores usan botellas de plástico desechadas y otros usan poliestireno, pero no porque floten mejor.
A medida que el desarrollo se expande por la costa, los estanques de totora están desapareciendo. Con cada nueva generación de hoteles, restaurantes y tiendas de surf, los pantanos se rellenan y la expansión descontrolada toma el control.
Al norte de Huanchaco, el gobierno reservó un tramo de costa para el cultivo de totora, pero según Ucañan Arzola, no es suficiente para satisfacer la demanda de unas pocas decenas de pescadores.
Cada estanque es “propiedad” de una familia, que cultiva la totora y corta las cañas a medida que maduran. La totora puede tardar varios meses en alcanzar su altura máxima, por lo que las familias se turnan para cosechar las cañas de diferentes estanques.
A medida que los caballitos se desgastan, rara vez hay suficiente totora para construir uno nuevo cuando es necesario. Por eso, desde mediados de la década de 1990, los pescadores han tenido que usar algún tipo de relleno para compensar la escasez de totora.
Pesca para todos
A pesar de los desafíos, los pocos pescadores de caballitos que quedan en Huanchaco están decididos a mantener viva esta tradición.
“El hecho de que haya perdurado durante miles de años me sorprende. Especialmente en la cultura [económica] actual, hay muchas razones para marcharse, pero se quedan en Huanchaco”, comenta Rivera Prince. “Es un conocimiento profundamente especializado por el que siento un gran respeto”.
Hoy en día, muchos pescadores que usan los caballitos tienen entre 40 y 50 años, y cuando regresan a la playa, dos o tres hombres jóvenes se meten en el agua para atrapar el bote y sacarlo a la arena.
Después de que cada pescador vacía su pesca del hueco en la parte posterior de la embarcación sobre la arena, uno de los hombres más jóvenes carga el caballito sobre sus hombros y lo lleva a la playa para que se seque.
Los pescadores siempre comparten su pesca con estos ayudantes y con hombres mayores que ya no pueden pescar pero que vienen a la playa por la mañana. El pescado se distribuye a la generación más joven en agradecimiento y a la generación mayor en señal de respeto.
Afortunadamente, estas embarcaciones de totora se están conservando ahora, ya que Huanchaco se ha convertido en un destino moderno para el surf.
A medida que se reduce la industria pesquera, algunos fabricantes de caballitos han comenzado a complementar sus ingresos ofreciendo paseos a los turistas en sus embarcaciones de totora. Sus familiares y vecinos también están abriendo tiendas de surf, enseñando el deporte moderno a los visitantes.
Los turistas que pasean en los caballitos se sientan en la parte trasera cóncava de la embarcación, donde generalmente se llevan las redes y los peces. Mirando hacia atrás, no ven las olas que se aproximan hasta que están empapados. En la actualidad, los pasajeros reciben chalecos salvavidas, aunque los pescadores nunca los usan. Los paseos suelen durar alrededor de media hora y cuestan alrededor de US$13.
Igual que en el pasado, los pescadores de Huanchaco nunca han usado remos modernos, sino que prefieren la mitad redondeada de una caña de bambú de 2 metros que sus antepasados utilizaron durante miles de años.
Honrar sus tradiciones y al mismo tiempo abrazar el turismo puede ser la mejor oportunidad de supervivencia del caballito. Según Ucañan Arzola, también se necesitará la motivación de la próxima generación.
“Tienen que levantarse temprano para ir a pescar. Tienen que tener el incentivo desde una edad muy temprana. Tienen que aprender mucho sobre el cultivo de totora y sobre la reparación de redes de pesca. Todo lleva tiempo. Muchos gravitan hacia el surf en tablas de surf modernas, pero el caballito también surfea”, dice.
Tal vez si la generación más joven puede recordar las raíces surferas del caballito, estos podrán asegurar su supervivencia.
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