Los gobiernos y donantes nos deben escuchar a las mujeres y niñas indígenas para salvar el planeta
Los gobiernos y donantes nos deben escuchar a las mujeres y niñas indígenas para salvar el planeta
– Las mujeres en nuestra comunidad hemos recuperado semillas ancestrales, reforestado tierras y fomentado iniciativas económicas en consonancia con nuestros valores culturales
En 1975, nuestra comunidad, Ipetí Emberá, en Panamá, fue forzada a reubicarse por la construcción de la planta hidroeléctrica del río Bayano. Con ello, no sólo perdimos nuestras tierras ancestrales sino también los medios de subsistencia. Nuestro desplazamiento forzado ejemplifica uno de los patrones generalizados en los cuales las voces de pueblos indígenas, y en especial de las mujeres, se excluyen de las decisiones que afectan nuestras vidas y territorios, así como la conexión que tenemos con las tierras.
Al transmitir conocimientos tradicionales y continuar con prácticas sostenibles como la agricultura ancestral, mujeres y niñas indígenas ofrecen invaluables soluciones para la mitigación y adaptación al cambio climático. Las mujeres en nuestra comunidad hemos recuperado semillas ancestrales, reforestado tierras y fomentado iniciativas económicas en consonancia con nuestros valores culturales. Además, hemos creado escuelas de liderazgo donde enseñamos y aprendemos danza, música, arte y medicina tradicional.
Todos estos esfuerzos han sido creados y sostenidos por la misma comunidad, con recursos limitados, debido a la inconsistencia, insuficiencia y poco alcance del financiamiento externo.
Sin embargo, para crear soluciones eficaces que apoyen la resiliencia al cambio climático y las innovaciones de los pueblos indígenas, y para que nuestras voces sean realmente escuchadas, requerimos que gobiernos y donantes puedan comprometerse a otorgar financiamiento directo, con perspectiva de género, flexible y de largo plazo, así como oportuno y accesible.
En nuestra comunidad nos hacemos líderes por la urgente necesidad de luchar por nuestros territorios y hacer frente a quienes amenazan con desplazarnos y callarnos. Esta necesidad hizo que Omayra Casamá se convirtiera en la primera mujer cacique de la comunidad Emberá del Alto Bayano de Ciudad de Panamá en el 2000. Aunque su mandato terminó en 2004, su lucha por los derechos de las mujeres continúa.
Junto con Sara Omi, como madre e hija y miembros de la Alianza de Mujeres del Sur Global por la Tenencia y el Clima (WiGSA, por sus siglas en inglés), hacemos un llamado a actuar en apoyo de mujeres y niñas de pueblos indígenas, pueblos afrodescendientes y comunidades locales del sur global para evitar que sigamos siendo excluidas de las agendas climáticas globales, y desde los marcos normativos, como lo hicieron con nuestra comunidad en 1975, al construir la hidroeléctrica y desplazarnos de nuestros territorios ancestrales.
Nuestra participación en WiGSA es un esfuerzo para reclamar dichos espacios y asegurar la resonancia global de las voces de mujeres indígenas, afrodescendientes y de comunidades locales de Asia, África y Latinoamérica. Juntas creamos un Llamado a la Acción en septiembre de 2022, buscando reparar la histórica ausencia de financiación directa a los procesos de conservación y de defensa de los territorios liderados por las mujeres. Sin embargo, el llamado a la acción de WiGSA va más allá de solicitar financiamiento: exige real participación y empoderamiento de las mujeres en los procesos de toma de decisiones.
Es crucial descentralizar los canales de financiamiento y promover el diálogo directo con las mujeres líderes para entender y abordar los desafíos multifacéticos que enfrentamos, incluida la violencia generalizada. Por otra parte, negar a las mujeres el acceso directo al financiamiento perpetúa desigualdades sistémicas y menoscaba nuestros esfuerzos para combatir la violencia y lograr un desarrollo sostenible. La falta de acceso directo a fondos es una forma de violencia contra las mujeres.
En los próximos meses, el mundo participará en la COP16 del Convenio sobre la Diversidad Biológica en Colombia y en la reunión del convenio climático, COP29, en Azerbaiyán, para incidir a favor de políticas sobre conservación y cambio climático en apoyo de la Agenda de 2030. Invitamos a quienes formulan políticas a que en dichas plataformas reconozcan la importancia de trabajar directamente con mujeres líderes del sur global.
Un futuro sostenible es aquel donde las voces de las mujeres indígenas, afrodescendientes y de comunidades locales no solamente se escuchan, sino que forman parte integral de la implementación de acciones significativas en materia de conservación y cambio climático.
Los gobiernos deberían priorizar nuestra participación y perspectiva, puesto que las políticas diseñadas sin tomarnos en cuenta corren el riesgo de desatender nuestras necesidades, perpetuar injusticias y de establecer soluciones al cambio climático desconectadas con las tradiciones ancestrales y de la necesaria relación armónica entre la naturaleza y las comunidades que la habitan. Más aún, gobiernos, donantes y la comunidad internacional deberían aumentar y garantizar la financiación climática directa de nuestras agendas de derechos. Solo entonces podremos construir un futuro donde las acciones de conservación y cambio climático sean justas e incluyentes para todos.
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