THE APPRENTICE. Canadá-Dinamarca-Irlanda, 2024. Un film de Ali Abbasi. 120 minutos.
THE APPRENTICE. Canadá-Dinamarca-Irlanda, 2024. Un film de Ali Abbasi. 120 minutos.
Por Jorge Gutman
THE APPRENTICE. Canadá-Dinamarca-Irlanda, 2024. Un film de Ali Abbasi. 120 minutos.
Precedido por dos remarcables filmes como lo fueron Border (2018) y Holy Spider (2022), el afamado director iraní nacionalizado danés Ali Abbasi retorna con The Apprentice enfocando los primeros años de gestión empresarial del ex presidente Donald Trump. Sin ofrecer grandes sorpresas ni mucho más a quienes se han interiorizado en su vida, lo distintivo de la película es la forma que adopta su narración y la ilustración de un período especial que atravesó New York.
La historia basada en el guión del periodista Gabriel Sherman comienza en 1973 cuando Trump (Sebastian Stan) de 27 años e hijo de un acaudalado empresario conservador de Queens, trata de abrirse paso en el mundo inmobiliario de Manhattan. Para ello, después de ciertos intentos realizados, logra que el influyente y amoral abogado Roy Cohn (Jeremy Strong), quien fue el asesor del senador Joseph McCarthy en las audiencias del anticomunismo de los años 50, lo tome bajo su tutela. Es allí que se inicia la relación del devoto aprendiz con el monstruoso instructor aprendiendo de él tres reglas fundamentales para triunfar, a saber: atacar, negar todo y siempre asumir la victoria aunque los hechos demuestren lo contrario. Gracias a Cohn, Trump comienza su derrotero empresarial en el marco de una ciudad deprimida económicamente; consecuentemente logra construir el lujoso hotel Hyatt en reemplazo del prácticamente desvencijado inmueble de la Estación Central. Habiendo sido menoscabado por su padre Fred (Martin Donovan) que no creía en él, Donald le demuestra su capacidad de emprender y realizarse como exitoso empresario.
En la esfera sentimental el film ilustra los esfuerzos de Trump para conquistar a la bella y popular modelo Ivana Zelnickova (Maria Bakalova), que finalmente lo logrará proponiéndole matrimonio. En tal sentido nuevamente se aprecia la fuerte influencia de Cohn hacia Trump cuando le alecciona acerca de los arreglos financieros que deberá tener en cuenta con quien será su futura esposa.
A medida que pasan los años el nombre “Trump” constituye una referencia importante en el negocio inmobiliario, en gran parte respaldado por la gigantesca Torre Trump inaugurada en 1983. Curiosamente, el empoderamiento de Donald sucede al mismo tiempo que se produce la caída en desgracia de Cohn que es víctima del Sida en los años 80; en tal sentido es sorprendente cómo Trump sin conmiseración alguna lo va dejando abandonado, olvidando lo que su malicioso profesor contribuyó en el éxito de su carrera profesional.
Sin entrar a detallar las subtramas referentes a aspectos familiares de Trump, Abbasi ofrece un relato que sin duda no habrá de concitar una opinión unánime dada la fuerte polarización existente en torno a su protagonista. Sin caer en la tentadora caricatura, el realizador evita humanizar a Trump, así, si en parte él aprendió la lección de Cohn en saber mentir y caer en maniobras bordeando la corrupción, el film no duda en exponer su comportamiento inescrupuloso.
La interpretación de Strong es memorable mostrando la personalidad del detestable y monstruoso abogado capaz de manejar a su antojo a su discípulo; asimismo no menos admirable es la composición de Stan quien mostrando la personalidad vanidosa y manipuladora del ex presidente, aplica con asombrosa naturalidad sus gestos, movimientos, la entonación de su voz al hablar y el empleo de sus tics.
En los factores técnicos, es destacable el diseño de producción de Aleksandra Marinkovich reproduciendo fehacientemente la ciudad neoyorkina de las décadas del 70 y 80.
En suma, dejando de lado cualquier controversia que pueda surgir en torno de Trump, el film de Abbasi está bien realizado y aunque uno desearía mayor profundidad logra concitar la atención, sobre todo por la encomiable actuación sus dos protagonistas.
BLINK. Estados Unidos, 2024. Un documental de Daniel Roher y Edmund Stenson. 84 minutos
Un muy buen documental de los realizadores Daniel Roher y Edmund Stenson es lo que se aprecia en Blink.
Para los padres de una familia bien constituida lo más importante constituye el bienestar de sus hijos y cuando alguna enfermedad les afecta, eso genera una gran preocupación. Algo semejante acontece con el matrimonio de Sébastien Pelletier y su mujer Édith que habitan en Montreal con sus cuatro hijos, Mia de 11 años, Léo de 9 años, Colin de 6 años y Laurent de 4 años; con excepción de Léo, los restantes niños han sido diagnosticados con retinosis pigmentaria; ésta es una enfermedad genética incurable donde las personas afectadas pierden la visión gradualmente, aunque no necesariamente quedan completamente ciegos.
Teniendo en consideración esa situación, Sébastien y Édith deciden efectuar un viaje con sus hijos para que cuando lleguen eventualmente a perder la vista les quede grabado en su memoria algunas de las maravillas que el mundo les ha ofrecido.
Ese viaje los llevará a diferentes sitios de África, Asia y Sudamérica. Así se los ve en Namibia gozando de un safari, en Indonesia practicando surf, en Turquía saboreando cremoso helados, cabalgando en Mongolia; observando la puesta de sol en el Parque Nacional del Desierto Blanco de Egipto como asimismo contemplar el amanecer en las montañas del Himalaya en ocasión de su estadía en Nepal. Eso no impide haber experimentado algunos momentos de inquietud cuando estando en Ecuador efectúan un paseo en funicular y el mismo se queda atascado por una horas en las alturas debido a un problema técnico que finalmente quedó resuelto..
Esta singular epopeya permite apreciar la dinámica establecida entre el matrimonio y sus hijos en donde la familia irradia en todo momento el enorme placer de disfrutar conjuntamente. Aunque la enfermedad como telón de fondo jamás llega a ensombrecer los ánimos, hay un momento profundamente emotivo cuando el pequeño Laurent desea que su madre le explique lo que significa quedar ciego; tal como la mujer confiesa a la cámara que la filma, esa pregunta representó para ella como si fuese un dardo atravesando su cuerpo.
El viaje culmina en el Amazonas donde los visitantes transitan por una aldea; allí se relacionan con una familia del pueblo indígena Achuar donde son cálidamente acogidos. Esa visita constituye para los Pelletier una experiencia altamente valiosa al llegar a imponerse de la enriquecedora cultura autóctona.
Si bien la belleza visual del film es un factor importante en la valorización del documental, lo que aquí cuenta es su contenido. En ese aspecto los cineastas -que han sido los autores del excelente documental Navalny (2022)- habiendo seguido durante un año el trayecto de los sis viajeros, han captado con notable autenticidad la resiliencia de estos padres y las emociones albergadas junto a sus hijos. Ciertamente, este viaje constituye un precioso legado de este matrimonio para sus queridos hijos, quienes cuando alcancen la edad adulta recordarán el inmenso amor que les ha sido brindado con esta remarcable travesía turística.
En esencia, la audiencia asiste a un conmovedor documento agridulce de la vida real, que es recomendable sin reserva alguna.
A DIFFERENT MAN. Estados Unidos, 2023. Un film escrito y dirigido por Aaron Schimberg. 111 minutos
En su tercer trabajo como realizador Aaron Schimberg imagina una intrigante fábula acerca de la apariencia física del ser humano. Su guión en gran parte surrealista permite reflexionar sobre cómo uno se siente frente a la mirada del prójimo.
La historia se centra en Edward (Sebastian Stan), un neoyorkino aspirante a actor afectado de neurofibromatosis, una rara anomalía genética que produce cambios en la pigmentación de la piel; eso motiva que tenga que soportar el estigma de su desfigurado rostro, convirtiéndolo en un ser solitario e insatisfecho, por lo que apela a su vocación artística para atenuar en parte su estado anímico.
La situación tiende a cambiar cuando llega a habitar próximo a su departamento, Ingrid (Renate Reinsve), una jovial vecina que es una aspirante dramaturga; ambos simpatizan y Edward se siente atraído con su presencia en tanto que ella demuestra un sentimiento hacia él meramente platónico. Con el propósito de solucionar su problema facial, Edward se presta como voluntario para el tratamiento de una droga experimental; al hacerlo, súbitamente obtiene un físico normativo de rostro atractivo físicamente, al propio tiempo que comunica a quienes solían rodearlo que Edward se suicidó.
Disfrutando en su comienzo con su nuevo semblante y logrando un trabajo en una agencia inmobiliaria, Edward puede descubrir cómo vive el resto del mundo, además de involucrarse románticamente con Ingrid, quien ignora la transformación por él lograda. El relato cobra un giro inesperado cuando Edward se entera que su enamorada había escrito una conmovedora obra basada en su antigua condición y que se denomina precisamente “Edward”. Es así que decide postularse como candidato para interpretar su propio rol; pero la situación se trastoca con la aparición de Oswald (Adam Pearson); él es un hombre que experimenta la misma afección cutánea que aquejaba a Edward y al estar enterado del contenido de la pieza aspira actuar en el rol protagónico de la misma.
Obviando reseñar lo que continúa, Schimberg evita conmiserarse de Edward como tampoco explota la condición de quienes padecen de neurofibromatosis. El propósito de esta historia es el mostrar que el cambio físico de Edward no le abre la posibilidad de ser más feliz o realmente diferente de lo que era antes; es así que el film deja abierta las preguntas sobre qué es lo que se considera normal en los rasgos de una persona, qué es lo que diferencia lo bello de lo feo, así como si importa más la mirada de los otros hacia uno o en cambio saber aceptarse a sí mismo.
Sorteando algunas situaciones que resisten credibilidad y teniendo en consideración que el equilibrio entre la crítica social y el drama psicológico es en parte desigual, el film adquiere relevancia por su elenco protagónico. En ese aspecto es muy convincente la caracterización efectuada por Stan como el inseguro individuo que llega eventualmente a autodestruirse al encontrar que su nueva identidad dista de brindarle satisfacción; su notable caracterización le ha valido el premio al mejor actor en el festival de Berlin. Por su parte, Reinsve refleja muy bien la evolución que adquiere su personaje interactuando con el desfigurado y el nuevo Edward; asimismo es loable la labor de Pearson, resaltando la vivacidad y elocuencia del confidente Oswald quien con su carisma, su buena actuación y cantante a la vez, demuestra que para nada le importa parecer “un hombre diferente”.
Comments (0)