El nuevo repunte del precio de los alimentos golpea a los países con menos ingresos
El nuevo repunte del precio de los alimentos golpea a los países con menos ingresos
– La comida alcanza en octubre su nivel más alto en año y medio, según la FAO, que reclama una “acción urgente”. Los conflictos armados y los fenómenos climáticos extremos son los responsables del encarecimiento. Más de 40 países necesitan ayuda externa para dar de comer a su población
El precio de los alimentos vuelve a golpear los países de renta media y baja, los más expuestos a cualquier subida en la cotización de bienes básicos. En octubre escaló hasta su nivel más alto en año y medio, según la última actualización de la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Aunque a años luz del súbito repunte de hace dos años y medio, en los primeros compases de la invasión rusa de Ucrania, supone un nuevo golpe para los países con menos resortes financieros. Naciones en las que, además, esta variable está estrechamente vinculada con el descontento de la población.
Una cuarentena larga de países de todo el mundo necesitan hoy ayuda externa para alimentar a su población, según las últimas cifras de la FAO. 33 de ellos son africanos, nueve son asiáticos, dos latinoamericanos (Venezuela y Haití) y uno europeo (Ucrania, severamente golpeado por la primera guerra en tres décadas en el Viejo Continente). Una circunstancia que se ve agravada por las tensiones financieras que afectan al Sur Global, que ya paga más por su deuda que lo que recibe en ayuda al desarrollo y cuyos gobiernos se ven atados de pies y manos a la hora de dar una respuesta a la carestía alimentaria.
En 22 naciones —con Sudán, Sudán del Sur, Palestina, Haití y Malí, a la cabeza—, la situación es particularmente grave y requiere “acciones urgentes”, de acuerdo con la agencia de la ONU. Una acción urgente que, por ahora, no se está dando: hace medio año, la lista de naciones en riesgo severo de hambruna ascendía a 18, cuatro menos que ahora.
El índice de precios de la FAO se anotó en octubre una subida del 2%, un aumento que ya ronda el 5,5% respecto a un año atrás. Pese a todo, este indicador continúa 20 puntos porcentuales por debajo de su máximo histórico, registrado en marzo de 2022, semanas después de que las primeras tropas de Vladímir Putin cruzasen la frontera con Ucrania. Por componentes, la mayor subida mensual se registró en los aceites vegetales, en máximos de dos años —impulsados, en parte, por el nuevo encarecimiento de los fertilizantes—, seguidos por el azúcar —en gran medida, por la sequía en Brasil— y los lácteos. Los cereales y la carne, en cambio, se mantuvieron prácticamente planos.
La inflación alimentaria “sigue siendo elevada” en los países en vías de desarrollo, como constataba la semana pasada el Banco Mundial en la última actualización de su informe de seguridad alimentaria. El 70% de las naciones más pobres registrarán un aumento del 5% en este capítulo, una cifra que asciende al 48% en el caso de los de renta media baja y al 36% de los de renta media alta. El organismo multilateral proyecta, con todo, una caída del 4% en el precio de las materias primas alimentarias en 2025 —con un descenso especialmente acentuado en los cereales y los aceites vegetales— para “estabilizarse” en 2026.
“El mundo sigue lejos de lograr el objetivo de cero hambre en 2030″, recalcan los técnicos del Banco Mundial, que ven en los conflictos armados, los shocks económicos y las —cada vez más habituales— condiciones climáticas extremas como los “principales desencadenantes de la inseguridad alimentaria”.
En este último flanco, el climático y climatológico, el organismo con sede en Washington considera que el fenómeno de La Niña, que continuará hasta marzo del año que viene, afectará “significativamente” a los patrones de precipitaciones y temperaturas. A saber: mejorarán las cosechas en algunas regiones, pero también aumentará el riesgo de inundación en países como Malaui, Mozambique, Nigeria, Sudán del Sur, Zambia y Zimbabue. Y agudizará las sequías en Etiopía, Kenia o Somalia. Países, todos ellos, severamente zarandeados por la subida en el precio de la comida.
Y países, también, muchos de ellos, siempre en el filo de la navaja en lo que a revueltas sociales se refiere. “Los conflictos nunca tienen una sola causa, pero la inseguridad alimentaria suele ser la gota que colma el vaso o, al menos, un multiplicador”, escriben Chase Sova y Eilish Zembilci, analistas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), en un reciente artículo sobre el tema. “La inseguridad alimentaria no suele bastar, por sí sola, para producir un conflicto: a ella deben añadirse motivantes externos que llevan a las personas a recurrir a la violencia, como la desesperación, el agravio o la [mala gobernanza]”.
Brasil y México se mueven
Esta nueva escalada en el sector primario coincide en el tiempo con el movimiento del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que en las últimas semanas ha tratado de situar este problema en una posición relevante en la agenda informativa. “El hambre y la pobreza no son el resultado de la escasez o de fenómenos naturales”, ha recalcado Lula este lunes, en el cierre de la cumbre del G-20 celebrada en Río de Janeiro. Recordaba, además, que el mundo produce 6.000 millones de toneladas de alimentos al año. “Es el producto de decisiones políticas que perpetúan la exclusión de una gran parte de la humanidad”.
La fragilidad de los países en desarrollo frente al renovado impulso en el precio de los alimentos se ha dejado, también, sentir en otro país latinoamericano. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, acaba de anunciar que se mantiene la política de control de precios implementada en 2022 por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, para evitar una subida abrupta en el coste de la vida. Un signo más de que, aunque en lo macro la inflación da evidentes signos de control, los problemas persisten. Sobre todo, en los países en los que parte de la población se las ve y se las desea para sufragar tres comidas al día.
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