CRÓNICAS. ¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!
CRÓNICAS. ¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!
Por: Lucía P. de García
Toronto.- La madrugada del 9 de diciembre de 1531 el indígena mexicano Juan Diego se dirigía a la iglesia de Santa Cruz Tlatelolco con la intención de orar. En su corazón humilde se habían sincretizado las creencias de sus antepasados náhuatl con lo que su reciente conversión al catolicismo le había enseñado, de modo que igual amaba y respetaba a la Madre Tierra, los elementos, los espíritus de los muertos, como amaba y respetaba a Dios Padre, a Jesús Dios Hijo, a su Madre María, y agradecía las bendiciones con cánticos, asistiendo a misa y más.
Atravesaba el cerro del Tepeyac donde la leyenda azteca decía se aparecía la diosa Tonantzin, “nuestra madre” en náhualt, cuando escuchó una dulce voz que le llamaba. Se sorprendió que desde lo alto y en medio de un resplandor cual el del sol una bella y joven señora le hablaba en su lengua nativa, le decía que su nombre era Tecuahtlazupe y le pedía que fuera ante el obispo Juan de Zumárraga para indicarle que deseaba se le construyera un templo en aquel lugar.
Juan Diego transmitió el recado al obispo pero éste no le creyó. Ante la insistencia del indígena, el prelado exigió alguna prueba. La obtuvo días después, cuando Juan Diego regresó con unas rosas de Castilla recogidas en el sitio de la aparición, variedad imposible de conseguir en México durante esa época y menos aún en la zona seca de Tepeyac.
Cuando Juan Diego abrió su tilma tejida con fibras de maguey donde había envuelto las flores, éstas se mostraron frescas y su intenso perfume invadió el ambiente al tiempo que mostraba una figura que se había grabado: era Tecuahtlazupe. La palabra que en náhuatl significa “aplasta cabeza de la serpiente” la transformaron los españoles a Guadalupe, pues no la podían pronunciar. María apareció rodeada de rayos dorados que semejan a los del sol. De estatura normal, piel morena y bello rostro, se había engalanado con una túnica rosada adornada con diseños florales como arabescos de oro, sujeto su talle con una cinta en señal de que esperaba un bebé. La cubría un manto azul-verde lleno de estrellas.
Los siglos han transcurrido sin afectar el tejido de la tilma, cuyas fibras no pueden perdurar más de 30 años. La prenda también ha superado varios eventos: en 1791, un accidente vertió ácido muriático en el lado derecho superior destruyendo la zona; sin que nadie lo reparara, en forma imperceptible se iba recuperando a diario, al cabo de un mes volvió a quedar intacta. A inicios de 1900, en la antigua y pequeña iglesia situada al pie del cerro del Tepeyac donde se lucía la imagen de Guadalupe ya enmarcada, alguna persona dejó bajo el cuadro un ramo de flores que ocultaba una bomba; su explosión destruyó todo lo circundante menos la tilma.
El 12 de octubre de 1976 se inauguró la gran Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Separada algunos metros de la antigua iglesia, allí se colocó la imagen de La Morenita, como cariñosamente la llaman sus devotos.
Atraído por el misterio que suscita la tilma con la imagen guadalupana, el mundo científico ha realizado múltiples estudios y análisis a la manta de maguey. Los resultados desatan interrogantes: la imagen de María es perfecta, la armonía de su cuerpo concuerda con la proporción áurea. Le rodean 129 rayos solares y las estrellas en cada lado del manto están situadas de acuerdo a como aparecieron las constelaciones en el solsticio de invierno de aquella fecha, 12 de diciembre 1531.
En 1979 los estadounidenses Phillip Callahan y Jody B. Smith aplicaron rayos infrarrojos a la tilma, descubrieron que el tejido no había sido tratado ni tenía rastros de pintura, la impresión ocurrió en un solo instante. Richard Kuhn, premio Nobel de Química, señaló que los colores no son de pintura sino de algún elemento que no existe en la Tierra. Otros estudiosos han comprobado que pese a los siglos el tejido está intacto, los colores mantienen brillantez, luminosidad, y según el ángulo de visión la imagen cambia ligeramente de color provocando iridiscencia, algo imposible de reproducir aquel tiempo. Nadie sabe cómo se imprimió la imagen que ni siquiera está impresa, es como si flotara a 3 décimas de milímetro sobre el tejido, según reportó el rayo láser que se le pasó en forma lateral.
También la Nasa ha intervenido en los análisis, encontrando que la imagen de Guadalupe mantiene una temperatura de 37 grados centígrados, y en su vientre se perciben 115 pulsaciones por minuto, evidencia del desarrollo de un bebé. Importantes galenos han comprobado tales particularidades con estetoscopio.
Lo más desconcertante son los ojos. Estudios efectuados por destacados oftalmólogos que utilizaron los más sofisticados aparatos indican que al acercarles luz la retina se contrae, al alejarla se dilata, además muestran los efectos de refracción de la imagen en el ojo humano.
Mediante tecnología digital el investigador peruano Aste Tönsmann descubrió que en los ojos de Guadalupe se ha grabado la escena de lo que ella veía: adelante, Juan Diego mostrando la tilma al obispo Juan de Zumárraga, el traductor indígena Juan Gonzales, el español Sebastián Ramírez Fuenteleal, un indígena sentado, atrás una sierva negra, una familia indígena: la madre con un hijo a la espalda, el padre, una hija, un hijo, abuela y abuelo, todos menos la madre atienden lo que ocurre.
Guadalupe se apareció a Juan Diego por cuatro ocasiones más y pronto empezó a influir en la vida de México. El sacerdote, académico y militar Miguel Hidalgo, conocido para la historia como El Cura Hidalgo, el 16 de septiembre de 1810 inició la gesta independentista tomando el estandarte con la imagen de Guadalupe y lanzando el llamado Grito de Dolores: ¡Viva América, Viva nuestra Independencia Nacional, Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!
La devoción a Guadalupe se ha extendido por todo el continente. Se la siente propia por su color de piel, se la siente Madre porque sus palabras a Juan Diego llegan al corazón de quienes se sienten sus hijos: “Hijito mío, el más pequeño: no te aflijas por nada ¿Acaso no estás en mi regazo? ¿Acaso no estoy aquí, que soy tu Madre?
Y precisamente porque lo es se le festeja cada 12 de diciembre con amor, pompa, cánticos, loas, alegría, al grito ¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!”
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