Madres Mohawk, las mujeres que luchan para destapar qué pasó con un cruel experimento de la CIA
Madres Mohawk, las mujeres que luchan para destapar qué pasó con un cruel experimento de la CIA
- “Se llevaron a nuestros niños y les hicieron de todo; experimentaron con ellos, y no los volvimos a ver”, dice Kahentinetha.
MONTREAL.- “Así que nuestro caso es muy simple: queremos saber qué les pasó exactamente, quién es el responsable y quién va a pagar por ello”, explica esta mujer de 85 años oriunda de Kahnawake, una comunidad mohawk situada al suroeste de esta ciudad.
“Lo que buscamos es desenterrar la verdad”, complementa Kwetiio, de 52 años, su compañera de lucha al frente de Kanien’kehá:ka kahnistensera, que se traduce de la lengua iroquesa como las Madres Mohawk.
Y es que estas líderes indígenas están convencidas de que la pista sobre la suerte que corrieron aquellos niños desaparecidos podría estar bajo tierra; concretamente, en los terrenos sobre los que la Universidad McGill, con el respaldo del gobierno provincial de Quebec, tiene proyectada una nueva construcción.
Se basan para ello en archivos y testimonios que sugieren que en el lugar yacen tumbas sin marcar de menores que estuvieron internados en el Royal Victoria Hospital de Montreal y el Allan Memorial Institute, un instituto psiquiátrico vecino.
Tras los muros de esa institución, en las décadas de 1950 y 1960, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos financió un siniestro y ultrasecreto programa de experimentos humanos llamado MK-Ultra.
En plena Guerra Fría, este consistía en someter a los pacientes —incluidos niños indígenas— a descargas eléctricas, privación sensorial y proporcionarles drogas alucinógenas con el objetivo de desarrollar procedimientos y fármacos eficaces para el lavado de cerebro.
Con eso en mente y armadas con la responsabilidad de proteger a los niños inherente de las mujeres de su nación, las Madres Mohawk llevan más de dos años sumidas en una batalla legal para tratar de retrasar las obras.
“Porque si no lo hacemos ahora, si los trabajos continúan, para las generaciones venideras la verdad será mucho más difícil de recuperar”, dice Kwetiio.
El programa “más secreto” de la CIA
Conocido como “el Allan”, el instituto estuvo bajo la dirección del escocés-estadounidense Donald Ewen Cameron, quien era considerado uno de los psiquiatras más eminentes del mundo, y fue el epicentro de algunas de las prácticas más extremas del MK-Ultra.
El programa salió a la luz hace más de 45 años, cuando la CIA fue forzada a publicar documentos que confirmaron lo que algunos ya sospechaban: que la agencia había financiado experimentos de control mental, a menudo sin el consentimiento ni el conocimiento de las víctimas.
Todo comenzó a principios de la década de 1950, con la Guerra Fría en pleno apogeo.
Cuando algunos prisioneros de guerra liberados en Corea regresaron a casa defendiendo la causa comunista, los servicios de inteligencia de EE.UU. se alarmaron.
Temiendo que los soviéticos y los chinos hubieran desarrollado técnicas de control mental, y de que sus agentes o los prisioneros de guerra pudieran revelar información, la recién formada CIA asignó US$25 millones para experimentos psiquiátricos en seres humanos.
“La idea era tratar de descubrir cómo interrogar a las personas y debilitarlas, y también cómo proteger a su personal de esas técnicas”, explicó hace un tiempo al programa Witness el psiquiatra Harvey M. Weinstein, autor de “Padre, hijo y la CIA”.
La agencia utilizó organizaciones como fachada para acercarse a más de 80 instituciones y científicos en EE.UU., Reino Unido y Canadá.
“Fue el programa más secreto jamás conducido por la CIA”, dijo el historiador Tom O’neill.
Aún hoy sigue habiendo muchas preguntas sin respuesta con respecto al programa.
“Hay mucho secretismo en torno a los experimentos médicos, ya que mucha de la documentación fue destruida”, le cuenta a BBC Mundo Philippe Blouin, un antropólogo que asiste a las Madres Mohawk en su búsqueda.
“Y los únicos lugares en los que quedan pruebas (de que existió) son en los recuerdos de la gente, los sobrevivientes y la comunidad, y bajo tierra”, recalca.
Mientras, la Universidad McGill y la Sociedad Quebequense de Infraestructuras (SQI) —una agencia del gobierno provincial, que gestiona el sitio— sostienen que ni las Madres Mohawk ni el interlocutor especial nombrado para el caso legal han identificado a pacientes que desaparecieron tras ser tratados en el Royal Victoria Hospital o en el Allan Memorial Institute.
La batalla en los tribunales
En octubre de 2022 las mujeres lograron que se dictara una orden judicial para suspender temporalmente las obras del millonario proyecto, que incluye la renovación de los antiguos edificios existentes y la construcción de un nuevo campus universitario y un centro de investigación.
Lo hicieron sin abogados, representándose a ellas mismas. “Usamos nuestras maneras, porque nadie puede hablar por nosotras”, aclara Kwetiio.
A aquello le siguió un acuerdo de conciliación en abril de 2023, que, además de garantizar a las Madres Mohawk el acceso a los archivos de la Universidad McGill, incluía un plan arqueológico para el sitio guiado por un panel de expertos seleccionado entre las partes, que recomendaría las técnicas y procedimientos a seguir.
Así, a mediados del año pasado, usando perros rastreadores y sondas especializadas se peinaron los amplios y ruinosos edificios de la propiedad. Lograron identificar tres áreas de interés para las excavaciones.
Sin embargo, tanto McGill como SQI —también parte firmante del acuerdo— sostienen que “hasta la fecha no se han descubierto restos humanos”.
Además, después de que el panel rindiera su último informe el 17 de julio de 2023, el trabajo de este finalizó, tal como se había establecido en el acuerdo.
“No obstante, el acuerdo de conciliación indica que, si se produce un descubrimiento inesperado, McGill, SQI y Kahnistensera buscarán el consejo del panel”, le confirmó a BBC Mundo la universidad. Y reiteró: “A día de hoy no se ha hecho ningún descubrimiento inesperado”.
Haciéndose eco de esa declaración, SQI subrayó que siempre tuvo la intención de “arrojar luz, en un espíritu de colaboración, sobre las alegaciones en torno a la presencia de enterramientos”, pero que hoy por hoy no se encontró ninguno.
Y en entrevista con CityNews, añadieron que siguen “respetando el acuerdo de conciliación” y que se adhirieron a “todas las recomendaciones del panel”.
Sin embargo, las Madres Mohawk acusan a ambos organismos de incumplir “el espíritu y la letra” del acuerdo, y, por ello, acudieron de nuevo a los tribunales.
“Se otorgaron a ellos mismos el poder de dirigir la investigación de unos potenciales crímenes cometidos por sus propios empleados en el pasado”, explica Philippe Blouin, un antropólogo que presta asistencia en la búsqueda impulsada por las líderes indígenas. “Hay por lo menos un conflicto de intereses”.
Las líderes indígenas también señalan que McGill y SQI seleccionaron solamente “aquellas recomendaciones del panel que les convenían, mientras rechazaban otras”, y aseguran que hay evidencias que se perdieron por ello.
Tras un revés en una corte de apelaciones, este octubre decidieron llevar el caso ante la Corte Suprema de Canadá, la más alta instancia judicial del país.
“Nuestros hijos son parte de nosotras. Nacimos con eso, cada una de nosotras, como mujeres, nacimos con esa responsabilidad”, explica Kwetiio.
“Eso hay que decirlo también en la Corte Suprema, porque existe ese informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que dice que necesitamos ser escuchados y que la verdad debe salir a la luz, para que haya reconciliación”.
Un pasado de atrocidades
No fue hasta hace unos pocos años que en Canadá empezaron a salir a la luz las atrocidades cometidas durante décadas contra las naciones originarias.
Generaciones de niños indígenas fueron enviados a internados en los que fueron despojados de su lengua, religión e identidad en lo que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en su informe de 2015 calificó de “genocidio cultural”.
Entre 1831 y 1996, unos 150.000 menores fueron sacados de sus hogares e internados en 139 de esos centros. Miles de ellos nunca regresaron a sus comunidades de origen.
“Se los llevaban y no los volvíamos a ver, o regresaban después de haber sido sometidos a procedimientos, lobotomizados, y se pasaban los siguientes años sentados en el porche, al cuidado de sus familiares”, dice Kahentinetha. “Todos tenemos esos recuerdos imborrables”.
En mayo de 2021, el descubrimiento de tumbas anónimas de 215 niños en la Escuela Residencial Indígena de Kamloops, en British Columbia, dio paso a una reflexión de carácter nacional sobre este oscuro capítulo de la historia canadiense.
Y también llevó a la búsqueda de más enterramientos de esas características en todo el país.
“No se trató solo de internados, sino también de hospitales, sanatorios, iglesias y orfanatos”, denuncia Kwetiio.
“Quisieron exterminarnos”, añade Kahentinetha. “Pero seguimos aquí, y la verdad tiene que salir a la luz para que no se vuelva a repetir”.
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