CRÓNICAS: Navidad, su Verdadero Sentido
CRÓNICAS: Navidad, su Verdadero Sentido
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Aunque no hay certeza sobre cuándo exactamente nació Jesús, se presume que fue un 21 de diciembre, el día más corto del año y del solsticio de invierno, que en las diferentes culturas que han existido en el mundo se consideraba como un día sagrado, digno de festejarse porque renacía el sol y los días empezaban a recuperar su luminosidad.
Por sobre este detalle lo cierto es que la Navidad evoca el , cual regalo de amor y esperanza que Dios brinda a la humanidad. El ambiente festivo que caracteriza a la conmemoración permite evocar gratos recuerdos con la familia, los amigos y el tradicional Belén que en los hogares escenificaba el portento que ocurrió aquella noche memorable:
Jesús recién nacido en el regazo de María, quien le abraza y besa con ternura ante la mirada conmovida de José, su padre terrenal por encargo divino. Al humilde lugar lo abriga el aliento de una mula y un buey que generosos prestan su pesebre como cuna para el Infante. Afuera, una gran estrella destaca en el firmamento iluminando el paisaje con un resplandor magnífico, en tanto un grupo de pastorcillos invitados por los ángeles acuden al Portal a conocer al Niño y agasajar su natalicio con sus sencillos obsequios: panecillos, fruta, leche, miel. El arribo de los Reyes Magos con sus presentes, oro, incienso, mirra, se avizora todavía distante, mientras los ángeles hacen sublime a la noche cantando ¡Gloria a Dios en las Alturas y Paz en la Tierra a los hombres de Buena Voluntad!
A ese coro se unían las familias entonando alegres villancicos durante la Novena que anunciaba el milagro. Llegada Noche Buena se compartía el tradicional menú preparado con esmero para la ocasión. Alrededor del árbol de Navidad, símbolo de la fecha, los niños trataban de imaginar qué sorpresa escondía cada misterioso paquete envuelto en papel especial adornado con un artístico lazo. Los infantes eran quienes más disfrutaban de la celebración, ellos eran el centro de agasajos, por tal razón anhelaban el arribo de la Navidad siempre bulliciosa, desbordante de ilusiones y de júbilo. Niños y adultos sentíamos la dicha de los reencuentros, de los abrazos cálidos y sinceros que perduran en el tiempo con un valor que no se puede adquirir con dinero.
Los años han transcurrido y hoy la Navidad ha trocado su sencillez y espiritualidad por un evento comercial de ostentación, derroche, competencia de regalos y de fiestas. Las enormes vitrinas de los almacenes lucen juguetes maravillosos, ropa elegante, perfumes, joyas, canastas navideñas con licores y manjares finos.
La figura del obispo italiano Nicolás de Bari, quien por estas fechas aliviaba la pobreza entregando a los más necesitados algún sustento en homenaje al Mesías, ha pasado a ser el centro de la Navidad. Identificado como San Nicolás, Noel o Santa Claus, con su larga barba blanca y su traje rojo ha suplantando al personaje cuyo nacimiento se conmemora: el Niño Jesús.
Se ha distorsionado el verdadero sentido de la Navidad. Lo superficial ilusiona a los niños de tal manera que quizás muchos queden defraudados con los obsequios que reciban. Otros pequeños sólo podrán soñar con las maravillas de las vitrinas mientras continúan con su vida de carencias, anhelos, sufrimiento, miseria.
Muchos adultos también deberán conformarse con sus recuerdos. La realidad impone su dureza en los lugares donde las guerras imperan, donde la contaminación ambiental amenaza de muerte a la Madre Naturaleza, a la humanidad entera. Lo real impone su crudeza en los lugares donde reinan injusticia social, corrupción, desempleo, discriminación, racismo, migración, delito, genocidio, frustración, angustia, desesperanza.
Que continúen las tradiciones, las luces, las guirnaldas, los presentes que brindan alegría haciendo de esta fiesta única, hermosa, especial. Sin embargo, es el momento de dejar el consumismo y recuperar el verdadero sentido de la Navidad, el nacimiento de Jesús. Hagamos un cambio sincero hacia la solidaridad, la generosidad, los afectos, lo espiritual y sencillo, hacia un derroche de buena voluntad que nos haga dignos de asistir al Belén y cantar con los ángeles himnos de amor, gloria y paz.
Para usted y su familia, amable lector ¡Feliz Navidad!
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