FATHER MOTHER SISTER BROTHER. Estados Unidos-Irlanda-Francia, 2025. Un film escrito y dirigido por Jim Jarmush. 110 minutos
FATHER MOTHER SISTER BROTHER. Estados Unidos-Irlanda-Francia, 2025. Un film escrito y dirigido por Jim Jarmush. 110 minutos

Vicky Krieps, Cate Blanchett y Charlotte Rampling en FATER MOTHER SISTER BROTHER
Por Jorge Gutman
FATHER MOTHER SISTER BROTHER. Estados Unidos-Irlanda-Francia, 2025. Un film escrito y dirigido por Jim Jarmush. 110 minutos
El destacado cineasta Jim Jarmush añade otro excelente trabajo a su elogiable filmografía con Father Mother Sister Brother que meritoriamente ha obtenido el Leon de Oro en el Festival de Venecia de este año. Ésta es una entrañable película magníficamente realizada cuya visión proporciona enorme placer.
Después de Paterson (2016), su anterior opus en el que remarcablemente reseña la vida ordinaria de un conductor de autobús de manera minimalista, aquí nuevamente Jarmush apela a dicho recurso para brindar un documento acerca de la relación familiar entre padres e hijos, expuesta en 3 capítulos que aunque diferentes están perfectamente cohesionados.
Apelando a su ingenioso guión el realizador introduce en el primer episodio (Padre), a Jeff (Adam Driver) que conduciendo su Range Rower acompañado por su hermana Emily (Mayim Bialik) se dirigen a la casa de su padre viudo (Tom Waits) ubicada en algún lugar no especificado de New England en Estados Unidos. La relación entre los hermanos es cordialmente fría sin que haya existido gran contacto entre ambos como tampoco con su progenitor que aparentemente requiere de cierta ayuda financiera. Al llegar a destino encuentran a su padre un tanto desvencijado y con la casa bastante desordenada, en tanto que Jeff le entrega comestibles así como una suma de dinero. La reunión transcurre impasiblemente en la medida que no hay mucho de qué hablar y es así que ese encuentro nutrido de inconfortables silencios resulte de corta duración. La inspiración de Jarmush ofrece una inesperada sorpresa en la conclusión de este segmento que no conviene revelar.
La siguiente viñeta (Madre) transcurre en un suburbio residencial de Dublin, donde Timothea (Cate Blanchett), cuyo coche se le descompone a mitad de camino, y su hermana Lilith (Vickky Krieps), conducida por su amiga Jeanette (Sarah Greene) que simula ser chófer de taxi, llegan a la casa de su madre (Charlotte Rampling) en su ritual visita anual. La progenitora que es una importante novelista y aburguesada mujer las recibe afablemente en su suntuosa casa para la hora del té en torno de una mesa impecablemente preparada con finos cubiertos y platos de porcelana, surtida de masitas y sándwiches. Aquí se asiste a otro encuentro en donde no hay mucho para comentar salvo conversaciones banales así como con ciertos momentos de pausa en que la imagen reemplaza a la ausente palabra.
En el capítulo final (Hermana Hermano) se sale al encuentro de Billy (Luka Sabbat) y Skye (Indya Moore), dos hermanos mellizos que han nacido y vivido juntos en París y que se reúnen después de que un accidente aéreo cobró la vida de sus padres. Ambos mantienen un estrecho vínculo fraternal y después de que Billy se ha ocupado de desocupar el departamento parisino de sus padres, ambos efectúan una visita a sus vacías dependencias. Esa escena en donde silenciosamente Billy y Skye van descubriendo aspectos desconocidos de sus progenitores cobra un genuino impacto en el ánimo del espectador.
En esta comedia dramática coral no existen protagonismos y es por ello que en su irreprochable elenco resultaría injusto destacar una actuación en detrimento de otras. Sustentado por sus intérpretes de alto nivel, lo cierto es que todos ellos expresan estupendamente las emociones reprimidas de sus respectivos personajes.
A través de estas tres historias el cineasta magníficamente describe la manera en que la interrelación entre padres e hijos puede originar actitudes diferentes tratando de figurar el misterio sobre lo que los une o los separa, pero sin ir en desmedro del lazo familiar. En última instancia, aunque nada extraordinariamente acontece, la maestría de Jarmush permite que el film adquiera resonancia al estar imbuido de una especial sensibilidad capaz de emocionar legítimamente al espectador.
NO OTHER CHOICE. Corea del Sur, 2025. Un film de Park Chan-wook. 139 minutos

Lee Byung-hun en NO OTHER CHOICE
Después de su último logro artístico con Decision to Leave (2022) que le mereció en Cannes el premio al mejor director, Park Chan-wook retorna con No Other Choice, una negrísima comedia anticapitalista incapaz de dejar indiferente a quien la vea.
Su tema ya ha sido tratado en 2005 por Costa-Gavras en Le Couperet, quien a su vez se basó en la satírica novela de Donald Westlake de 1997. Aunque el contenido no difiere Park Chan-wook imprime su distintivo estilo, diferente al del realizador griego.
La historia comienza apaciblemente donde la música de fondo del Concierto para Piano N° 23 de Mozart se asocia a la felicidad reinante de Man-su (Lee Byung-hun), acompañado de su esposa Miri (Son Yej-in), de su hijo mayor Si-one (Kim Woo Seung) y la menor Ri-one (Choi So Yul); reunidos junto con sus dos amigables perros labrador en el jardín de su gran caserón, sin embargo, esa visión idílica no será duradera.
El conflicto dramático del relato acontece cuando la compañía papelera en la que se desempeña Man-su ocupando un puesto gerencial anuncia su intención de despedir a gran parte del personal, en el que él está incluido. Esto es debido a los efectos de la globalización económica que obliga a que la organización pueda disminuir sus costos y sea más competitiva en el mercado. Con todo, para alguien como Man-su de mediana edad que trabajó durante largo tiempo en la empresa no le resulta fácil conseguir otro empleo. Es así que con el paso del tiempo y siguiendo desempleado, los ahorros van disminuyendo, se suspenden las clases de danza y tenis de la pareja y otras actividades que permitían un nivel de vida confortable; a todo ello, Miri que ha conseguido un trabajo de higienista dental con un sueldo que no alcanza a cubrir las necesidades financieras del hogar, le hace ver que será necesario vender la mansión en que habitan al no poder afrontar las deudas hipotecarias.
No obstante el lúgubre panorama que Man-su enfrenta él no se da por vencido y la luz parece asomarle cuando se presenta como candidato a un puesto ofrecido en una empresa similar a la que fue despedido; claro está que para dicho cargo hay otros postulantes que guardan un perfil parecido al suyo. En consecuencia, este hombre, sin otra opción en vista, decide recurrir a una solución drástica que consiste en tener que eliminar físicamente a sus competidores.
Mezclando la sátira con un marcado suspenso, el realizador surcoreano ofrece una lúcida visión de los problemas de desempleo de la sociedad contemporánea, a través de una historia decididamente amoral; la única forma de atenuar su contenido repulsivo es no considerarlo como un relato completamente realista sino más bien como una fábula feroz donde es posible comparar a su diabólico antihéroe con las insensibles corporaciones que no dudan en aplicar medidas draconianas para lograr sus objetivos. De este modo, la moraleja de esta fantasía es la del “sálvese quien pueda” en la medida que el fin justifica los medios.
El film deja una agria sensación en donde poco vale la vida humana, la lealtad a una empresa ni la capacidad desempeñada por el trabajador; éste queda reducido a la condición de objeto o mero instrumento que puede ser desechado en el momento que sea necesario a fin de que el modelo económico pueda seguir funcionando.
Con una dirección bien ejecutada y un homogéneo elenco en el que trasciende la magnífica actuación de Lee Byung-hun, No Other Choice además de ser una película de notable calidad reviste especial interés al analizar uno de los problemas más complejos que enfrenta el mundo actual en la medida que la inteligencia artificial va absorbiendo una buena fracción del mercado laboral.
MOI QUI T’AIMAIS. Francia, 2025. Un film de Diane Kurys. 118 minutos

Marina Foïs y Roschdy Zem en MOI QUI T’AIMAIS
La vida sentimental de dos consagradas personalidades del cine francés es lo que considera la directora Diane Kurys en Moi qui t’aimais. Sin ser una biografía el film retrata a Yves Montand y Simone Signoret después de más de dos décadas de relación conyugal.
Mediante un buen guión de la cineasta escrito con Martine Moriconi, el relato destila el alma de estos renombrados artistas caracterizados por Roschdy Zem y Marina Foïs.
El film transcurre a mediados de la década del 70 en donde Signoret está un poco distanciada de los sets de filmación mientras que la carrera de Montand continúa brillando.
Aunque en un reportaje que en la escena inicial les es realizado por una periodista (Judih Davis), cada uno se expresa con elogios hacia el otro acerca de la carrera profesional, la verdad es que prontamente se comprueba cómo entran a jugar los egos personales generando rivalidad y celos.
Lo más trascendente del film es la difícil relación de la pareja proveniente fundamentalmente del donjuanismo de Montand en donde Signoret tratando de mantener su dignidad tolera a su pesar las infidelidades de su esposo al punto en que a veces ella termina humillándose. Eso conlleva a que se produzcan fuertes discusiones que a la postre concluyen con la reconciliación expresando cada uno el gran amor que los une. En las frecuentes ausencias del popular actor, Simone que es atendida por su fiel ama de llaves Marcelle (Cécile Brune), destina su tiempo para escribir sus memorias; en las mismas hay una referencia a los incendiarios amores de Montand con Marilyn Monroe que tuvieron lugar en Hollywood en la filmación de Let’s Make Love.(1960), pero finalmente decide no mencionar ese hecho a petición de su marido.
Otros elementos del relato ilustran la relación que Signoret mantiene con su hija Catherine (Raphaëlle Rousseau) de su primer casamiento con Yves Allegret, así como los momentos en que en su residencia campestre la pareja comparte un almuerzo con sus amigos Serge Reggiani (Thierry de Peretti), Jean-Louis Trintignant (Timothée de Fombelle) y su esposa Nadine (Leonor Obeson), como así también en otras ocasiones alternan con Alain Corneau (Sébastien Pouderoux), François Périer (Vincent Colombe) y Claude Sautet (Nicolas Grandhome).
Una de los escenas emotivas del film transcurre cuando Signoret es convocada para protagonizar el bello film Madame Rose (1977) bajo la dirección de Moshe Mizrahi (Yuval Rozman) por la que es premiada con el Cesar a la mejor actriz del año.
Esta historia está narrada por Kurys con sorprendente sobriedad en la que magníficamente resalta el espíritu reinante de una época no exenta de melancolía. Para ello ha contado con dos estupendos intérpretes animando al dúo protagónico. Roschdy Zem refleja cabalmente al infiel seductor que no puede vencer sus impulsos sexuales extramatrimoniales aunque siente que su verdadero amor es Simone; por su parte Marina Foïs destella como la mujer frágil aunque determinada a cualquier sacrificio con tal de mantener incondicionalmente su relación con su bien amado cónyuge. Si bien los semblantes de ambos artistas no responden a los de Montand y Signoret poco importa la forma sino el fondo reflejando acertadamente sus sentimientos.
Trasuntando los altibajos amorosos de la mítica pareja Kurys ha conseguido que este nostálgico relato destile un notable humanismo.
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