Siria, en la “picota pública”

Siria, en la “picota pública”

La República Árabe Unida Siria, otro país socialista e islámico del Oriente Medio, situado sobre la orilla oriental del mar Mediterráneo, arde en efervescencia política y se enciende en confrontaciones con características de guerra civil prolongada, mientras sus vecinos Turquía, Irak, Jordania, Líbano e Israel observan con expectativas e inquietudes diferenciadas el desarrollo de los acontecimientos, cada vez más crueles y cruentos.

Miremos como es Siria políticamente, en rasgos generales: es una república desde 1963, definida en el referéndum de 1973 -en que se aprobó la vigente Constitución- como República Democrática, Popular y Socialista, basada, entre otros, en el socialismo árabe, los principios de igualdad ante la ley, libertad religiosa y propiedad privada. Léase bien: reconocimiento de la LIBERTAD RELIGIOSA y de la PROPIEDAD PRIVADA, o sea, un modelo de socialismo alejado, en estos dos aspectos fundamentales, del “marxismo leninismo clásico”, matriz de los socialismos nacionalistas del mundo, que niega como principio la “libertad de credos” y el “derecho a la propiedad privada”, con lo cual se apartó de la ortodoxia comunista y creó algunos nexos ideológicos con el prototipo de “democracia occidental”.

Los tres poderes del Estado sirio son controlados por el partido de gobierno (Baaz) que cuenta con mayoría apabullante en las diferentes ramas del poder público tanto a nivel nacional como local, por mandato constitucional.

El Jefe de Estado y de Gobierno que se elige en Siria cada siete años debe ser por disposición constitucional de credo musulmán, tiene poderes para nombrar y destituir a los vicepresidentes, al primer ministro y a los ministros, es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, secretario general del Partido Árabe Socialista Baaz y presidente del Frente Nacional Progresista del país, integrado por estos mismos partidos. Además, el poder Ejecutivo se reserva la mayoría de las potestades legislativas y de revisión de las actividades del Legislativo, así como las facultades judiciales indispensables para el control del orden público, mediante la aplicación de una ley de emergencia que hasta hace unos pocos días fue suspendida como gran concesión a la oposición, no obstante mantenerse las medidas que con base en ella se habían expedido.

El actual Presidente Bashar Al Assad realizó estudios primarios y secundarios en el Instituto Al Hurriya de Damasco y en 1988 se licenció en Medicina General en la Facultad de Medicina de la misma ciudad, especializándose en oftalmología; fue elegido Presidente mediante referéndum en el año 2000, a la muerte de su padre Hafez al-Assad y el fallecimiento accidental de su hermano mayor; y además, con semejante poder, fue reelegido en el 2007 para 7 años más, por el 97% de los votos.

Cada cuatro años se elige una Asamblea del Pueblo que funge de órgano Legislativo nacional, pero solo entre candidatos de los seis partidos escogidos como legales, que son generalmente de bolsillo del Presidente y con una mayoría abrumadora del Partido de Gobierno. Se eligen en la misma forma Consejos de Administración locales para “gobernar” regionalmente, que deben seguir rigorosamente las directrices presidenciales del Partido de Gobierno y del Frente Nacional Progresista.

Siria ha estado ante presiones internacionales muy fuertes pues además de la guerra permanente no declarada que como pueblo árabe ha mantenido con Israel desde la creación de esta nación, ha estado bajo amenaza de la guerra preventiva decretada por los Estados Unidos a algunas naciones árabes, que convocan su solidaridad; y agregado a esto la crisis política que enfrentan, por razones parecidas a las suyas, naciones árabes vecinas como Túnez, Egipto, Yemen, Bahréin, etc.

Sobre esta gran crisis de los modelos de Estados y Gobiernos que se implantaron en los países del medio oriente después de sus respectivas independencias, se ha hablado desde estos comentarios lo suficiente de manera individual; no obstante sus diferentes características políticas, rescataremos esta vez sus semejanzas, de tal manera que nos permitan un marco de reflexión común sobre la temática política de la región.

Siria, a pesar de sus diferencias culturales con los demás países árabes, su menor radicalismo religioso y sus más constantes aproximaciones a occidente, mantiene en sus instituciones la misma esencia perversa que han originado los demás conflictos que hoy enfrentan las naciones del medio oriente: regímenes autoritarios, generalmente hereditarios y por consiguiente de tipo dictatorial, que concentran las tradicionales tres ramas del poder en la figura presidencial, que a su vez ejerce de jefe del partido político de gobierno y comandante de las fuerzas militares, en una mezcla de funciones administrativas, políticas, legislativas, judiciales, electorales y castrenses que no solo constituyen una hegemonía urticante para la gran mayoría de la ciudadanía “no beneficiaria” de sus favores sino que aparece ante la óptica universal, ante la comunidad internacional, como el monstruoso Leviatán de Hobbes de que habláramos en otro de nuestros comentarios anteriores, que todo lo devora: pesos y contrapesos de la democracia, derechos humanos y libertades públicas.

La expresión radical de Hobbes de que los pactos de paz entre los hombres deben ser el fruto de la imposición de las armas, o de la espada como lo expresaba él mismo por referirse al arma simbólica de la guerra de su época; y que, por el contrario, los pactos escritos o de palabra carecían de fuerza alguna para proteger al hombre, es una especie de “elogio a la locura de la guerra”, una invitación al desenfreno de la confrontación armada y ante todo una desautorización al dialogo civilizado como mecanismo de entendimiento, reconciliación y paz, tal cual lo vienen haciendo los Estados y gobiernos en crisis del medio oriente.

Bashar al-Assad, como todos sus colegas del medio oriente, no captó a tiempo la inconformidad que se incubaba en su pueblo por el maltrato a sus derechos humanos y libertades individuales y colectivas, o la subestimó; no percibió en forma temprana la crisis del sistema que se había implantado, por tanto, prevalido del poder de las armas, sobredimensionó su capacidad de reacción y de control de la situación.

En Siria, todo comenzó como en los demás países de la región, con manifestaciones pacíficas de la población civil protestando por la restricción de derechos civiles a través, como ya se dijo, de una ley de “estado de emergencia” vigente desde hace una treintena de años, que le ha permitido al Presidente de la República asumir –además de las funciones tradicionales del ejecutivo (administrar el Estado y dirigir la Fuerza Armada)- la casi totalidad de las atribuciones de las demás ramas del poder público (legislar, juzgar, elegir, etcétera) con lo cual se había constituido en un régimen de “dictadura constitucional” que tanto hiere -al final de cuentas- el sentimiento y la sensibilidad del ser humano, cualquiera sea su credo religioso o político.

Ya hemos descrito en estos mismos comentarios (“Dictaduras Constitucionales”, “La Democracia Popular Latinoamericana”, “Crisis de la Democracia”, “El Gran Egipto en Crisis”, “Gadafi y el Leviatán Moderno”, “Túnez y Egipto: Democracia o Autocracia”, “El Engaño al Pueblo no es eterno”, “Los Autogolpes y las seudo revoluciones”, etcétera) los orígenes y las malévolas características de las dictaduras constitucionales así como las tendencias recientes de las democracias, tanto occidentales como de las llamadas “democracias populares”, de concentrar el poder político en unas solas manos, las del jefe del ejecutivo, para desde allí imponer un modelo de régimen “autoritario”.

El hecho de que vivamos en un mundo globalizado significa que todo se ha compenetrado con su esencia de universalidad no solo en la economía y la política sino también y con más veras en la aplicación y protección de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario; hoy es fácil y rápido visibilizar los sitios del mundo donde se están infringiendo los derechos humanos y el derecho internacional humanitario; y más fácil aun, después del Acuerdo de Roma en vigencia en casi todos los países (incluido Siria) acceder a la justicia internacional cuando las instituciones nacionales de justicia no cumplen con su función natural de investigar y juzgar con imparcialidad e independencia a los transgresores de estos derechos en cualquier parte del mundo en que se encuentren; o se están cometiendo delitos de “lesa humanidad”.

No hay duda, Siria está en la “picota pública” por violación de derechos humanos relacionados con el derecho a la vida e integridad personal, al trabajo y el empleo, a la salud y a la educación, a la dignidad, a la libre opinión y expresión, etc; y por infracción del derecho internacional humanitario debido a que agentes del gobierno están disparando indiscriminadamente contra civiles inermes que han salido a las calles en ejercicio legítimo del derecho a la protesta pública, garantizado igualmente en los tratados universales de los derechos humanos.

Pero como los totalitarismos no saben dialogar porque en su metodología de ejercicio del poder solo cabe la fuerza, la represión y la violencia, no habrá fácilmente paz negociada en Siria, como no lo ha habido en los demás casos de la región. Desafortunadamente todo parece indicar que este país correrá la misma suerte de Libia, dado que cada vez las características de la crisis se le parecen más: la intervención del poder sancionatorio de Naciones Unidas y la de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional son inminentes para detener el genocidio en curso.

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