De la comedia a la tragicomedia
De la comedia a la tragicomedia
Otra de las acepciones que trae el Diccionario de la Real Academia Española sobre la expresión “comedia”, diferente a “farsa o fingimiento” que utilizamos en un comentario anterior es la de “suceso de la vida real, capaz de interesar y de mover a risa”, más ajustado a lo que finalmente ocurrió en el caso de los primeros anuncios de la enfermedad de Hugo Chávez en Cuba, aun cuando nadie podría negar que algo de “enredo” con el fin de engañar a la opinión o aparentar una enfermedad menos grave que la que realmente padecía el primer mandatario “patriota”, fue lo que encerraron las primeras aclaraciones del propio Chávez desde la Habana sobre su estado de salud al restarle toda malignidad a su afección.
Ocho días después, el mismo alto funcionario, sin reconocer expresamente que su caso es de alto riesgo por ser un carcinoma que ha requerido una doble intervención quirúrgica en el colon descendente y un tratamiento post-quirúrgico mediante procedimientos invasivos complejos que los expertos en todo el mundo han deducido se trata de radio o quimioterapia, expresó –con voz trémula y sin su acostumbrada fuerza persuasiva- de convencer al mundo que jamás su vida había estado en peligro, que todo riesgo futuro estaba controlado y que por consiguiente podía seguir gobernando a Venezuela desde la Habana hasta su total restablecimiento, que por cierto, no tiene fecha cierta.
Es el primer caso en la era moderna en que un Primer Mandatario de un Estado trastea la integridad del ejercicio del poder a otro territorio distante de su propia área geográfica, por razón de enfermedad. Esta es la comedia, porque además de ser un caso de la vida real, interesa sobremanera al pueblo venezolano y a los países de América en general por ser atípico y extraño a los diferentes modelos de gobierno que acá se han practicado; generando a su vez gran hilaridad en algunos sectores de opinión por los ribetes ridículos de algunas declaraciones contradictorias del propio héroe de la “comedia” y el espectáculo circense que han escenificado los amigos del gobierno en las calles de Caracas.
Casos ha habido en que un Presidente ausente temporalmente, retiene parcialmente determinadas funciones superiores o excepcionales, por expreso mandato de la Constitución o de la ley, como declarar la guerra, firmar la paz, declarar el estado de sitio, etcétera; pero aquellas de la rutina administrativa deben ser ejercidas dentro del territorio respectivo por un funcionario de alto rango, que puede ser un Vice-Presidente, un Primer Designado o un Ministro Delegatario, según lo establezca la correspondiente Constitución.
En el caso de Venezuela su Carta Suprema, como lo demostré en comentario anterior, señala con precisión que cuando se presente “ausencia temporal” de la primera magistratura de la nación, esta sea suplida en el interior del país por el Vice-presidente “hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más” (artículo 234).
Con el ánimo de minimizar el impacto que en la opinión venezolana y en el mundo entero pudieran haber tenido los últimos anuncios del Presidente Chávez y asegurarse que el Vicepresidente títere que este tiene no vaya a ocurrírsele asumir el poder, el Canciller Maduro declaró a su regreso de una conmovedora sesión de trabajo que había celebrado en la Habana con el primer mandatario y otros altos funcionarios de su gobierno, incluido un hermano suyo, Gobernador de uno de los Estados “patriotas”, que el cáncer no era cáncer sino unas pocas células cancerígenas que habían sido extraídas en su totalidad, en un curioso “galimatías” que muchos no entendimos pero sí nos hizo sonreír.
Lo cierto de todo esto es que de malos comediantes, el tinglado “chavista” pasó a representar la perfecta “tragicomedia”, o sea, la dramática mezcla de “comedia con elementos trágicos” como el alto riesgo de la muerte por cáncer pélvico del “héroe de la comedia”, que por supuesto nadie desea en la realidad para el jefe de la “revolución bolivariana”, pero que en el guión de la misma está escrito y detallado como la manera de mantener a los simpatizantes de su causa, fieles a sus banderas, respaldando a su gobierno en el auto exilio.
Creemos no habernos equivocado al denominar todo este sainete melodramático “chavista” de “tragicomedia” puesto que encaja en la definición que “grosso modo” traen algunos dramaturgos, al calificarla de “vía para mostrar la trayectoria del héroe que además de “cómico” en su accionar diario, lleva implícito el sino de la tragedia en su trasegar por encontrar sus objetivos”, que bien pueden ser el de conquistar o mantener el amor, la justicia, la ambición, el trono, el poder político, etcétera, que bien puede lograr o no según que los inconvenientes u obstáculos que se le presenten sean del mismo modo insalvables o no para llegar a su fin.
No le estamos deseando al señor Chávez una pronta muerte, ni más faltaba; Creemos que como ser humano merece vivir, no obstante no compartir los extremos ideológicos a que ha llevado a su gobierno, no a su pueblo porque es evidente que este está tajantemente dividido en pro y en contra suya.
Ha ocurrido en la historia de la humanidad que en casos similares, ante un grave insuceso como la enfermedad que aqueja al gobernante, la fe en su Dios le ha hecho variar la voluntad de gobernanza despótica, radical y testaruda, no para irse al otro extremo ideológico de “capitalismo salvaje” sino para morigerar su radicalismo y acortar las distancias existentes en su pueblo.
Podría incluso mirarse en el espejo retrovisor de la historia los casos ruso soviético y cubano (modelo ideal de Chávez) que después de más de medio siglo de revolución comunista en ambas latitudes, los primeros cambiaron radicalmente hacia un capitalismo moderado y los segundos parecen avanzar hacia algunas formas capitalistas en materia de propiedad privada. Mientras esto ocurre, Chávez pretende imponer en Venezuela el modelo cubano de mitad del siglo XX en un comportamiento retrógrado y anti-histórico.
Dios lo proteja de la muerte física por cáncer pélvico y lo preserve a la vez de una muerte política segura por el cáncer ideológico que parece padecer.
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