Reservas internacionales: Guerra o soberanía
Reservas internacionales: Guerra o soberanía
Para algunos comentaristas radicales Hugo Chávez abrió desde el Palacio de Miraflores la semana pasada otro frente de guerra contra el mundo occidental al anunciar: i. que Venezuela repatriará sus reservas en oro que tiene depositadas en Bancos Extranjeros; ii. que igualmente retirará de la banca exterior sus reservas internacionales en moneda extranjera para depositarlas en bancos Brasileros, Rusos y Chinos; y, iii. que nacionalizará la industria del oro en el país.
Para mí esta primera conclusión es errada pues las decisiones del primer mandatario “patriota”, si acaso han sido tomadas –o se van a tomar- en el marco de la Constitución y de la ley de ese país y cumpliendo los contratos de depósito y administración de esos recursos en el exterior (en el caso de las repatriaciones y traslados de reservas) son soberanas y legítimas, por consiguiente, nadie las podría entender –ab initio- como una “declaración de guerra” a occidente, ni siquiera a los países que han venido siendo depositarios de tales valores ni a las multinacionales mineras que han venido explotando las minas de oro en territorio venezolano.
Ahora, es probable que se alegue violación por parte del Estado venezolano del ordenamiento jurídico nacional o internacional en el caso del “trasteo de las reservas”, que habría que plantear y probar ante tribunales competentes, lo que aún no ha sido anunciado con fundamentos serios, fuera de alguna alusión muy genérica de un diputado de oposición a la trasgresión de principios constitucionales de ese país.
Lo que tampoco tiene discusión es que la conveniencia para el Estado venezolano de las determinaciones tomadas por Chávez, son discutibles desde el punto de vista económico, especialmente financiero y comercial, así llegare a ser inobjetable su procedencia desde el punto de vista jurídico y político, como lo veremos en este corto análisis.
Para los países actualmente depositarios de las reservas en oro, el perjuicio por el cambio sería ínfimo, salvo que estuviesen derivando beneficios exorbitantes insospechados del negocio jurídico de depósito y no los justos que se suponen en estos casos, lo que en este momento se desconoce por estar la contratación respectiva bajo custodia del nebuloso mundo de la confidencialidad bancaria y financiera. Lo único que genéricamente se sabe por las declaraciones de voceros oficiales del gobierno venezolano es que “las reservas internacionales en el metal áureo estaban antes en manos de organismos como el Fondo Monetario Internacional y bancos de Estados Unidos, que los emplean en sus transacciones sin pagar intereses”.
El Gobierno de Venezuela, además, ha hecho saber al mundo que el nuevo manejo que ha dado a sus reservas tanto de oro como de moneda extranjera “tiene como objetivo salvaguardar estas reservas ante la crisis capitalista mundial que ha socavado las economías de estos países”; afirmación que han rematado en los siguientes términos políticos que le escuchamos a un diputado oficialista: “necesitamos tener nuestras reservas en bancos de gobiernos aliados donde no puedan ser congelados”.
Lo cierto de todo esto es que, como principio general de economía, las reservas de oro pertenecen a la Nación, deben estar a disposición de las autoridades que señalen la Constitución y la Ley y bajo custodia de los bancos centrales como depósitos de valor y garantía de solvencia del tesoro público en general. Durante la vigencia del Tratado de Bretton Woods lo fue como respaldo de las divisas nacionales; después de su derogatoria y de la consecuencial liberación del dólar y de las monedas nacionales del patrón oro, este se convirtió libremente en la garantía física más valiosa de negociación entre Estados por su sólido y estable cotización en el mercado internacional, compitiendo favorablemente con el dólar, la libra y el euro, cuyas fluctuaciones atemorizaban a los sectores financiero y comercial del mundo.
En presencia de fenómenos como la internacionalización del comercio y la subsecuente globalización de la economía los países se vieron obligados a depositar parte de sus reservas tanto en oro como en moneda extranjera en bancos extranjeros como manera de garantizar a proveedores externos de diferentes nacionalidades y a organismos financieros internacionales, la seriedad de sus transacciones tanto comerciales como crediticias.
Venezuela, país con las mayores reservas de petróleo del mundo y por consiguiente de un amplio ámbito comercial y financiero, tomó sus previsiones desde hace varias décadas en materia de reservas de oro y moneda dura tanto en el exterior como en el interior, que le garantizasen un manejo financiero y comercial fluido con el mundo. Sus reservas internacionales en este momento ascienden alrededor de 29 mil millones de dólares, de las cuales más de 18 mil se encuentran respaldadas en el oro físico de su propiedad existente tanto en el Banco Central de Caracas como en bancos extranjeros. Es el país de América Latina con mayores reservas de oro, ocupando el puesto 15° en el “ranking mundial” con sus 401.1 toneladas, de las cuales el 60% está depositada en bancos del exterior, especialmente de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Francia, aproximadamente 240 toneladas, que son las que se aspiran trastear a los depósitos del Banco Central de Caracas. Sin embargo, el total de las reservas internacionales de oro de Venezuela solo representan el 1.31% de las reservas de oro oficiales de los Estados del mundo que asciende a 30.562,5 toneladas de este valioso metal.
En el “ranking mundial” de 108 Estados y 5 organismos financieros multilaterales, las naciones latinoamericanas que le siguen a Venezuela (con no menos de dos dígitos de tonelaje de reservas internacionales de oro) son México en el puesto 35° con 100.1 toneladas, Argentina en el puesto 43° con 54.7 toneladas, Perú en el puesto 49 con 34.7 toneladas, Brasil en el puesto 50 con 33.6 toneladas, Bolivia en el puesto 53 con 28.3 toneladas y Ecuador en el puesto 54 con 26.3 toneladas. En cambio, los países y órganos financieros de los cuales Venezuela sacará sus depósitos de oro están en la siguiente posición dentro del “ranking mundial”: Estados Unidos en el 2° puesto con 9.300 toneladas, Fondo Monetario Internacional en el 3° con 2.846,7 toneladas, Francia en el 5° lugar con 2.435 toneladas; y solo le suceden: el Reino Unido en el puesto 17° con 310.3 toneladas y Canadá en el puesto 80 con 3.4 toneladas.
Las Reservas Internacionales son, en términos generales, activos de moneda extranjera controlados por los bancos centrales y las autoridades monetarias de los respectivos países, que se componen de monedas de diversa nacionalidad, generalmente de mayor valor en el mercado (Dólares, Libras Esterlinas, Euros, Yenes, Francos, etc), que se reservan o depositan en bancos del exterior, cuya función es servir como indicador económico de la capacidad del país respectivo para financiar sus importaciones, mostrando los recursos de que dispone para hacer transacciones en el extranjero, que solo son aceptables con divisas fuertes como medio de pago y que son usados por los bancos centrales para respaldar los pasivos.
El mensaje entonces que Venezuela está enviando al mundo con las decisiones de transferir las reservas de oro a Caracas y las reservas internacionales de moneda extranjera a Rusia, China y Brasil, es la de que poco le interesan en el futuro inmediato las negociaciones de importaciones y exportaciones con el occidente y que si estas tienen que hacerse, las garantías estarán depositadas en bancos de Caracas, Brasilia, Moscú o Beijín y no de Nueva York o Washington, ni tampoco de Londres, Montreal, Toronto, Paris, Berna y Zúrich.
El tema es político: los nuevos aliados del régimen “chavista” son los países emergentes y en especial la China Comunista y Rusia, que busca ansiosamente regresar a la era de la Unión Soviética como lo pidió y festejó anticipadamente el propio Chávez en su última visita a Moscú; y, por supuesto, Brasil, que en sus dos últimos gobiernos le ha aplaudido a este sus payasadas “bolivarianas” y al cual Chávez le rinde pleitesía diaria para tener de su lado a un país de tanta importancia geopolítica en Sudamérica. Se trata entonces de un viraje radical, indiscutiblemente recomendado por Fidel y Raúl, con el cual se aspira mortificar a los “imperios capitalistas” como todos ellos lo pregonan, así sea al costo de encarecer las importaciones y exportaciones de bienes y servicios esenciales para el pueblo venezolano.
No creemos en el gran impacto que en las economías de países como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Canadá y Suiza vayan a producir estos cambios; pensamos más en el efecto dominó que puedan ocasionar en las economías que el mismo Chávez sostiene (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y otros Estados-Islas del Caribe) beneficiarios indirectos de los petrodólares, petroeuros, petrolibras y petrofrancos que este recibe a manos llenas, si aquellos Estados deciden tomar medidas restrictivas de importación del hidrocarburo venezolano u otras parecidas, en replica o reciprocidad negativa. Y peor aún, nos preocupa más el efecto de “tsunami social” que estas decisiones puedan ocasionar en la economía de dicho país, ya maltrecha por la escasez alimentaria, energética, sanitaria, educativa, etcétera, que padece el pueblo venezolano.
El tema de la nacionalización de la minería del oro en Venezuela y América Latina da para otro comentario extenso que ofrecemos en próxima ocasión.
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