Frutos, los prohibidos y los otros
Frutos, los prohibidos y los otros
Por obra del mito bíblico la manzana tiene esa imagen dudosa de haber sido el fruto prohibido en medio del Jardín del Edén, en estricto sentido sin embargo, la Biblia sólo habla del “fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal” sin identificarlo como la manzana. La interpretación que ha hecho de la manzana el fruto prohibido vino mucho después, reforzado por la denominación de “manzana de Adán” a aquella parte de la anatomía de la garganta que en los hombres muestra una mayor prominencia.
El mito del fruto prohibido en verdad no es ni siquiera exclusivo de la tradición bíblica. Los efes, una rama del pueblo cazador de los mbutis que viven en la selva de Ituri en el Congo, sin haber tenido contacto alguno con los antiguos hebreos y con mucha anterioridad a la llegada de los misioneros cristianos tenían entre sus mitos ancestrales el de un árbol del cual su dios también les había prohibido comer, so pena que si lo hacían, morirían. Del árbol del tahu ellos no podían comer hasta que un día una mujer embarazada sintió el antojo de comer el fruto prohibido, logrando convencer a su marido que en la noche sacara una fruta del árbol. La Luna, que vio lo acontecido le contó al dios jefe, y éste enojado por la desobediencia humana decidió enviar la muerte como castigo.
Posiblemente todo esto tenga que ver con que las frutas, al revés de otros productos del reino vegetal, han tenido siempre una suerte de “sex appeal” que las hace más atractivas, en algunos casos sus colores, la manzana misma puede verse en un glorioso rojo brillante, en tonalidades amarillas y rojizas o simplemente en un también brillante verde; otro tanto con frutas de colores vivos como las naranjas; en otros casos sus formas pueden haber sido insinuantes, las bananas o plátanos de modo obvio, o los racimos de uvas que invitan a ser palpados, también las formas caprichosas en frutas como las piñas, las pitayas o fruta dragón, o la que se conoce como fruta estrella o carambola; el aroma por otro lado es el elemento llamativo en fruta como la guayaba; pero por cierto al fin de cuentas es el sabor el que cuenta, y todas o casi todas ellas tienen un sabor único que nos atrae.
Tan atrayente es la fruta que, al revés de otros productos vegetales, es un alimento que los niños comen sin problema. O más bien dicho, es raro encontrar a un niño que no le guste al menos algunas frutas.
Siendo los humanos omnívoros, desde sus primeras fases evolutivas las frutas deben haber estado entre los alimentos que ingirieron desde un inicio. Las frutas además no necesitan cocción por lo que su consumo debe haber sido abundante en esa primitiva etapa cuando los primeros homínidos aun no dominaban el fuego.
Por cierto las frutas y los hábitos para su consumo varían considerablemente según la región del mundo que uno habite. En nuestro caso, fundamentalmente hemos asimilado las nociones que los europeos tenían de la fruta, aunque al mismo tiempo y desde el momento mismo de la conquista se incorporaron a la mesa europea muchas de las frutas originarias de las Américas. Los tiempos de comercio global que hoy vivimos nos han puesto en contacto además con frutas de otros continentes como Asia, Oceanía o África a las que antes no teníamos tan fácil acceso.
En torno a las frutas se han tejido además considerables hechos curiosos, por ejemplo, el que la tuna tenga espinas tiene que haber sido un mecanismo de defensa que la planta desarrolló en su evolución para evitar ser tomada por animales antes que estuviera lo suficientemente madura como para secarse y dejar que sus semillas fueran transportadas por el viento. Por otro lado cuando mencionaba que las frutas eran atrayentes ya fuera por el color, la forma o su aroma, es necesario recordar una excepción, el durián, una fruta originaria de Indonesia, Brunei y Malasia, la que tiene una suerte de caparazón de un color entre verdoso y marrón y que tiene la peculiaridad de emanar un olor terrible ¿cuán maloliente? Piense olor de letrina o alcantarilla. Tan malo es su hedor que en esos países donde se da está prohibido transportarlo en buses y otros medios de transporte público. Lo curioso es que dentro de ese caparazón y si uno logra superar el ofensivo olor, uno encontrará una fruta de delicioso sabor (según me he informado, yo mismo nunca la he probado).
Hay otros aspectos curiosos en relación a la fruta, por ejemplo aquellas que en verdad no lo son: los higos por ejemplo, que en verdad son capullos o botones de la flor (la famosa historia de la flor de la higuera que en el hemisferio sur se decía que aparecía en la noche de San Juan es falsa: el higo es su flor, o más bien dicho el botón de la flor). Tampoco son frutas las que en verdad son semillas, como las almendras (el fruto es descartado, esa delgada capa verde pegada al carozo), algo similar con los cocos, las castañas y las avellanas. El maní por otro lado es una leguminosa.
En cambio sí son frutas otras que por no ser dulces y ser usadas en ensaladas o guisos las asociamos a la categoría de verduras: los tomates, las paltas o aguacates, las berenjenas y las aceitunas, entre otras. Y por si alguien lo dudara, también son frutas el limón y la lima, que tienen gusto ácido.
Esa presencia de la fruta como un elemento central en la alimentación se tradujo también en una presencia cultural importante la que aun se mantiene, a veces en expresiones coloquiales: el día del níspero o el día de la pera, aludiendo a algo que es muy improbable que ocurra, posiblemente porque la temporada de esos frutos era breve. El origen azteca de la palabra “aguacate” se encontraría en el término utilizado en ese idioma para “testículos”, aludiendo a la forma de la fruta. Por otro lado, de modo coloquial el pene es asociado a algunas frutas la banana en Argentina, la papaya en Cuba y el Caribe en general (mucho cuidado a amigos o amigas que turisteen por Cuba cuando vayan a decir que les gusta la papaya… puede haber más de algún malentendido). En Chile en tanto, los testículos se asocian con los cocos, mientras en la imagen de un poeta, los pechos de una joven fueron asociados a medios limones.
En cuanto a las asociaciones de la fruta a la sensualidad sin embargo me quedo con el caqui, esa fruta de color anaranjado que debe comerse muy madura porque si no deja la boca áspera, pero que cuando está en su punto y uno pasa la lengua por su interior, la sensación es muy erótica, algunos dirán que asemeja a la textura que uno siente al pasar la lengua por los labios vaginales. Por cierto una sensación no apta para todo el mundo debo decir. (Y si hay menores leyendo la columna debieron haber parado al comienzo del párrafo. Bueno, me olvidé de advertir).
¿Mis favoritas? Hay algo de sensual también en la textura de la chirimoya que parece deshacerse en la boca y que tiene una conjunción de aroma y sabor que la hacen a mi juicio la fruta más deliciosa. Seguida por cierto de los mangos, pero no todos, sino aquella variedad más amarilla que generalmente llega de Haití. Ah, y por cierto las frambuesas, también con esa sensación de deshacerse en la boca. Y las pitayas de Colombia, los liches de China, las guayabas de cualquier parte del Caribe o incluso del norte de mi país de origen, sin olvidar las papayas (¡la fruta señores del Caribe! la “fruta bomba” como la llaman Uds.) sin olvidar a los pequeños arándanos ni a las cerezas. Y por último sin dejar de lado las frutas no dulces: los aguacates o paltas en un buen guacamole y las aceitunas negras en todas las ocasiones que permite su versatilidad.
Yo no soy vegetariano, pero si puede haber algún atractivo en renunciar a la carne como alimento creo que uno lo encontrará en las frutas, de todos los colores y de todos los sabores y aromas.