Una congregación católica pagará 18 millones a víctimas de abusos sexuales en Quebec
Una congregación católica pagará 18 millones a víctimas de abusos sexuales en Quebec
Los Hermanos de la Santa Cruz piden disculpas “por todo el sufrimiento ocasionado” y aceptan indemnizar a las familias de las víctimas de abusos cometidos desde los años cincuenta en centros escolares bajo su gestión. Los abusos tuvieron lugar en tres centros de Quebec: El Collège Notre-Dame de Montreal, el Collège Saint-Césaire y la escuela Notre-Dame de Pohénégamook.
El Collège Notre-Dame de Montreal, uno de los centros donde ocurrieron los abusos
El Popular. Montreal.- La congregación católica de la Santa Cruz (Frères de Sainte-Croix) anunció este jueves su intención de pagar hasta 18 millones de dólares a un grupo de víctimas sexuales de Quebec, en concepto de compensación.
Después de varias décadas de defenderse y negar los incidentes, la organización llegó a un acuerdo extrajudicial con los familiares de las víctimas, según informó Carlo Tarini, director general de la asociación de víctimas de sacerdotes. Las negociaciones se han prolongado durante 10 meses.
En marzo de 2009 un grupo de víctimas introdujo una demanda colectiva contra la congregación por abusos sexuales cometidos contra niños durante más de 50 años en el Collège Notre-Dame de Montreal. A esta demanda se añadieron más tarde otros casos denunciados en el Collège Saint-Césaire y en la escuela Notre-Dame ubicada en Pohénégamook, ambas instituciones privadas gestionadas por la congregación la Santa Cruz.
Según la demanda, los abusos se mantuvieron en el Collège Notre-Dame de Montreal entre los años 1950 y 2001; en el Collège Saint-Césaire entre 1950 y 1991 y en la escuela Notre-Dame de Pohénégamook entre 1959 y 1964.
Jean-Pierre Aumont, superior de la congregación en la provincia francófona, señaló por medio de un comunicado que deploraba sinceramente las faltas cometidas por sus colegas y que presentaba sus disculpas por el sufrimiento que ocasionaron los abusos en las víctimas. “Me siento verdaderamente apenado por estas transgresiones y pido disculpas, en nombre de la Congregación de la Santa Cruz”, indicó, añadiendo que espera que las víctimas puedan salir de su “prisión de silencio, sanar de la mejor manera sus heridas y comprometerse sin reservas en su futuro”.
En un vídeo publicado en Internet, Aumont miró directamente a la cámara y anunció que la congregación de la Santa Cruz pagará la totalidad del importe acordado, por lo que las escuelas donde se produjeron los abusos no deberán soportar este gasto.
La congregación aseguró que emitirá asimismo una disculpa formal.
El acuerdo permite indemnizar a las víctimas de abusos cometidos por cualquier empleado de la congregación.
Se trata del último paso dado hasta ahora por la Iglesia Católica en el reconocimiento de los abusos perpetrados por sacerdotes. En 2007, el entonces arzobispo de Quebec, Marc Ouellet, actualmente cardenal prefecto de la Congregación para los Obispos, y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, publicó una carta en los principales periódicos de la provincia en la que pidió perdón por los errores de la Iglesia Católica, incluyendo desde abusos sexuales a menores a actitudes racistas o discriminatorias.
En su carta abierta, Ouellet señalaba que “como arzobispo de Quebec y Primado de Canadá, reconozco que las estrechas actitudes de algunos católicos, antes de 1960, favorecieron el antisemitismo, el racismo, la indiferencia hacia las primeras naciones (indígenas) y la discriminación respecto a mujeres y homosexuales”. “¡Perdón por todo el mal!”, añadía el arzobispo.
“El comportamiento de los católicos y de algunas autoridades episcopales con respecto al derecho de voto, acceso al trabajo y la promoción de la mujer no han estado a la altura de las necesidades de la sociedad ni incluso conforme a la doctrina social de la Iglesia”, indicaba Ouellet.
“Reconozco también que los abusos de poder dañaron la imagen del clero y dañaron a su autoridad moral: madres de familia desairadas por curas sin respeto de las obligaciones familiares que ya habían asumido; los jóvenes que sufrieron agresiones sexuales por sacerdotes y religiosos, causándoles graves daños y traumas que rompieron su vida… Estos escándalos sacudieron la confianza del pueblo hacia las autoridades religiosas, y lo comprendemos”, añadía en su carta.
Ouellet también invitó entonces a sacerdotes y fieles a “buscar conmigo la forma de reconocer nuestros errores y nuestras deficiencias, con el fin de ayudar a nuestra sociedad a reconciliarse con su pasado cristiano”.
A finales de la década de 1990 comenzaron a salir a la luz denuncias contra sacerdotes y religiosos católicos, principalmente en Estados Unidos y Australia, acusados de abusos sexuales a menores, cometidos durante la segunda mitad del siglo pasado. Más de un centenar de miembros de la Iglesia Católica australiana han sido condenados por abusar sexualmente de un millar de víctimas, según la organización Broken Rites.
El Papa Benedicto XVI ha condenado reiteradamente estas prácticas, subrayando que “sacerdocio y pederastia son incompatibles”.
De acuerdo con estudios realizados por Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en la Universidad de Pensilvania, el 99,8% de los sacerdotes católicos nunca se han visto implicados en este tipo de comportamientos delictivos y no existe evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que entre los ministros protestantes, los líderes judíos, los médicos o miembros de cualquier otra institución en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad sobre los niños.
Sin embargo, un informe de la BBC de 2004, declara que en los Estados Unidos el 4% del clero católico de ese país ha estado implicado en prácticas sexuales con menores, en número aproximado de 4.000 sacerdotes durante los últimos 50 años, aunque sólo entre el 5 y el 10% de las víctimas denuncia el caso, según Barbara Blaine, presidenta de la Red de sobrevivientes de abusados por sacerdotes (SNAP) de los EE UU.
La mayoría de los casos se presentaron en seminarios sacerdotales, escuelas y orfanatos en donde niños y adolescentes estaban bajo el cuidado del clero. La publicación de numerosos escándalos creó una fuerte crítica hacia la jerarquía de la Iglesia, especialmente por la actitud que algunos obispos y superiores religiosos asumieron frente a las evidencias del hecho, limitándose a llamadas de atención privados y al traslado del infractor a otros destinos, mientras se guardaba una indiferencia sistemática frente a las víctimas, lo que llevó a la conclusión de que los superiores de los infractores estaban encubriendo el crimen.
Por otra parte, muchas denuncias fueron falsas, y aprovechadas por ciertos sectores opositores de la Iglesia.
