Los muchos finales del mundo
Los muchos finales del mundo
Ya nadie se acuerda pero según un pastor evangélico en California el pasado mes de octubre era la nueva fecha para el fin del mundo. Bueno, ya estamos en noviembre y el final de todos los finales no se hizo ver. Aquí estamos todos aun. Curioso este asunto mezclado de misticismo, superchería y también de explotación de temores colectivos. Los que gustan de los números cabalísticos habrán notado que el día en que aparece esta nota es el 11 del undécimo mes del año que también termina en 11, o puesto más notoriamente: 11/11/11. Bueno si Ud. está leyendo esto quiere decir que tampoco hubo fin del mundo (claro está que si los que profetizan el Apocalipsis tienen razón me habré quedado sin cobrar el pago por esta última nota…)
En todo caso, los que andan buscando significados en números y fechas ya tienen su próxima cita con el fin del mundo: el año que empieza en poco más de un mes, 2012, correspondería—según algunos—a un supuesto fin de mundo predicho por el calendario maya. Hasta una película se hizo (con anterioridad a la fecha) para sacar provecho de la curiosidad por esos supuestos destinos apocalípticos.
A propósito de este último término, siempre asociado a la idea del “fin del mundo”, la palabra “Apocalipsis” que ahora generalmente se utiliza para significar un desastre o catástrofe originalmente tenía un significado menos dramático, simplemente el de una revelación, en la tradición judía esa sería la revelación de la venida del Mesías, concepto que luego fue adoptado y reelaborado por el cristianismo haciéndolo significar un fin del mundo que coincidiría con la segunda venida de Cristo. Nótese que incluso el significado hacia algo catastrófico sólo se vino a dar más tarde, en los primeros tiempos del cristianismo era más bien visto como una liberación, como un momento que era esperado ansiosamente: Cristo vendría de nuevo a establecer la paz, a juzgar a buenos y malos, y por cierto para sus fieles sería el fin de este mundo terrenal y el comienzo de otro en supuesta bienaventuranza.
La idea de finales del mundo sin embargo no es privativa de la tradición judeo-cristiana, ya nombraba el caso de los mayas que en verdad no mencionan un fin del mundo como tal, sino más bien el fin de un ciclo en la existencia del mundo, según los cálculos ese momento correspondería a 2012 del calendario gregoriano usado por la mayor parte de la humanidad. Los aztecas también tenían una visión de varios mundos, antes del mundo actual había existido un mundo de los ocelotes, otro del agua y otro del aire, este era el cuarto mundo y eventualmente también sería reemplazado. Algo ligeramente similar se halla en la tradición del hinduismo, donde incluso hay un dios específicamente a cargo de la destrucción del mundo—Shiva—quien representa a su vez el poder de regeneración: un mundo llega a su fin para que se reconstruya uno nuevo. Shiva comparte con Brahma y Vishnú el pertenecer a la categoría especial de la trinidad de los dioses supremos del hinduismo.
Probablemente la idea misma del fin del mundo no hace sino reflejar en distintas civilizaciones y tradiciones místicas y religiosas algo que quedaría impreso en lo que Carl Jung llama el “inconsciente colectivo”, y eso no sería otra cosa que la temprana experiencia que nuestros primitivos ancestros tuvieron de la muerte. Si todos los seres vivos e incluso las plantas tienen un ciclo de vida: nacimiento, crecimiento y muerte, era de esperar que el conjunto de la existencia, el mundo mismo, debería tener un similar proceso y por ende también llegar a su fin en un momento dado. Nótese que también desde tiempos tempranos, en general ese fin del mundo no se lo vio como fin absoluto (tampoco lo es en la tradición cristiana) sino como transición a algo mejor (a veces no para todos sino para aquellos que lo merecían o se lo habían ganado: la vida eterna). Por cierto en esto las diversas concepciones religiosas, desde las politeístas a las monoteístas no hicieron sino recoger el intento de los humanos de aferrarse a un último pedacito de ilusión: que esta no era la única vida y que habría un “más allá”, ojalá mejor que el “más acá” (a mi juicio nada más que buenas esperanzas, pero comprensible en un contexto de precariedad y fragilidad, como en el que se desenvuelven nuestras vidas después de todo).
Es curioso constatar que a pesar que todas estas concepciones de fin del mundo desde mayas y aztecas, pasando por hinduistas y cristianos, y por cierto por centenares de otras religiones, entran en la categoría del mito (concepto este último entendido en su significado antropológico como “historia” o “explicación” no necesariamente como “algo falso” ya que el mito es verdadero para el que cree en él, y a veces esa creencia puede tener gran fuerza) si uno escarba ya más en los hechos en los cuales el mito se inspira se puede encontrar con que puede haber algo de verdad en ellos. No en el sentido que haya dioses u otros seres supremos manipulando las fuerzas naturales para que ocurra un fin del mundo, sino más bien basándose en hipótesis con una fundamentación científica.
En efecto, la tesis que hoy tiene la aceptación de la comunidad científica es que el universo (ya no sólo nuestro pequeño planeta y su sistema solar) fue creado como resultado de una gigantesca explosión llamada el “big bang” hace unos 12 mil millones de años aproximadamente. La evidencia de este fenómeno fue primero descubierta por el astrónomo norteamericano Edwin Hubble quien constató que las galaxias se movían, el universo se expandía, y para que ello ocurriera tenía que haber habido una enorme fuerza, una explosión que generó esto. Se supone entonces, según Stephen Hawking y otros notables físicos contemporáneos que esa gran explosión se produjo a partir de una “singularidad” un punto donde se concentraba toda la masa del universo (el “átomo primordial” como lo llamó el Padre LeMaitre, otro famoso físico, contemporáneo de Einstein cuya teoría de la relatividad respalda este comienzo). Los efectos de esa explosión todavía los vivimos hoy día en la expansión del universo. Pero entonces surge una pregunta, ¿llegará un momento en que tal expansión se detenga o ella seguirá por una eternidad? Si se detiene, ¿qué pasará después? Sigamos esta última posibilidad: si esa expansión se detiene, por efecto de la ley de gravedad las galaxias y sus contenidos, estrellas, planetas, etc. tenderán a juntarse, en otras palabras las galaxias colapsarán sobre si mismas y así eventualmente todo el universo. Eso es lo que Hawking llama el “big crunch” (como cuando uno masca algo para hacerlo pequeñito), en verdad el fin ya no sólo de este mundo sino de todo el universo. Pero no se apresure a llenar su tarjeta de crédito pensando que no va a tener que pagar, el supuesto “big crunch” ocurriría en varios miles de millones de años más.
Si se sigue el razonamiento del “big crunch” hasta sus últimas consecuencias, es decir el completo colapso del universo, el resultado final será ni más ni menos que un punto se singularidad, es decir volveremos al punto de partida, un punto infinitesimal conteniendo toda la masa del universo.
Entonces la última pregunta del preguntón podría ser, ¿y después qué? Bueno, sobre esto no hay respuestas claras. Una puede ser que efectivamente de ese punto de singularidad surja un nuevo “big bang”, un nuevo universo, y así por el resto de los tiempos, eternamente. ¿Los muchos mundos de los aztecas? ¿Los Apocalipsis sucediéndose infinitamente? ¿Vishnu sosteniendo el mundo y Shiva destruyéndolo? Las interpretaciones están para todos los gustos.