Jaque al rey
Jaque al rey
Montreal.– Ni España ni los españoles tienen la culpa de tener un rey tan “chanta”. Con esta categórica afirmación inicio mi columna y al mismo tiempo agrego lo que sigue porque siempre hay que evitar malentendidos. Digo esto porque hay que distinguir entre esa figura caricaturesca que oficia de jefe del estado español y el hecho que— probablemente como muchos latinoamericanos—soy un declarado admirador de algunas cosas de España. Por cierto su gastronomía. Siempre he pensado que se trata de una cocina muy superior a la francesa, con mucho más carácter y enjundia, como uno pudiera decir, además mucho más sana ya que no recurre tanto a las cremas y salsas tan excesivas en grasas como sus vecinos del otro lado de los Pirineos. También soy un gran admirador de su cine, Almodóvar y Saura son sólo dos de sus excelentes exponentes, probablemente los más conocidos aquí en Norteamérica. También me gusta su música, en especial la zarzuela, asimismo el flamenco, aunque este último al cabo de escucharlo por un cierto tiempo parece sonar todo igual… Por último soy un gran admirador de los pequeños pueblos españoles, con sus casas de muros claros y techos de tejas, como retratando un momento detenido en el tiempo. Hay tantos pueblitos así desparramados por la península ibérica que es difícil pensar en uno en especial, pero hago un esfuerzo y recuerdo haber visitado en compañía de una prima, el pueblo de Chinchón (además con ese nombre es difícil olvidarlo), situado en medio de la meseta castellana, en su plaza se filmó la escena del toreo protagonizado por Mario Moreno (Cantinflas) en el clásico film “La vuelta al mundo en 80 días” protagonizado por David Niven y Elizabeth Taylor.
Bien, espero entonces que queda aclarada que mi bronca no es con España, cuya cocina, cine, música y pequeños pueblitos quiero mucho, aunque—eso sí—nunca me oirán referirme a ella como la “madre patria” ¡qué expresión más cursi y tonta! No hay “madre” de los países ni de sus sociedades, y si por afinidades personales se refiere por cierto a mí España no me ha dado nada, en ese sentido me ciento mucho más cercano e identificado con Canadá al que sí debo mucho, como cualquier inmigrante me imagino.
Pues entonces, volviendo a mi tema inicial me pregunto ¿en qué estaba pensando Don Juan Carlos cuando decidió irse a cazar elefantes a Bostwana? ¿No sabía acaso que se trata de animales cuya supervivencia es considerada vulnerable? Para peor, el rey era nada menos que presidente honorario de la rama española del World Wildlife Fund (WWF, del cual en todo caso le han pedido ahora la renuncia). Bueno, uno siempre puede decir que la realeza, siendo ociosa por definición, busca—para no aburrirse—algo en que entretenerse y mientras más exótico y caro sea el hobby tanto mejor (para sus miembros esto es, me imagino que para los contribuyentes españoles que tienen que pagarle sus pasatiempos a Juan Carlos, estas salidas de caza no les deben hacer mucha gracia).
Lo irónico del caso, es que lo más probable es que la cacería elefantiásica de Juan Carlos no hubiera trascendido mayormente si no fuera porque durante el safari el monarca tuvo la mala suerte de caerse y fracturarse la cadera, lo que obligó a su rápido traslado a Madrid para tratamiento de urgencia. Una tal fractura es siempre peligrosa en cualquier individuo, pero se hace más complicada en la medida que la persona tiene más edad, como es el caso de Juan Carlos, de 74 años. Aunque por otro lado—y ahora entramos en un aspecto “jugoso” del safari—la edad no es (ni debe ser) un obstáculo para que el buen rey pareciera tener en vista algún otro tipo de cacería cuando se trasladó a las tierras africanas: según se ha revelado (no por la prensa española) Juan Carlos hizo el viaje sin la reina Sofía, que aparentemente no comparte estos gustos un tanto sanguinarios de su marido, sino que con otros cercanos entre los que se contaba una princesa alemana, treinta años más joven que el monarca (¡ah la buena fortuna de ser rey!). Este pequeño detalle habría determinado que la reina recién lo hubiera ido a visitar dos días después que el monarca estuviera internado en un hospital madrileño.
Las otras cacerías de Juan Carlos sin embargo pueden pasar a muy segundo plano ya que lo verdaderamente importante es el costo de este extravagante entretenimiento real. Las cifras reveladas indicarían un costo de 27 mil euros, aunque el diario “El País” apuntaba a que con el traslado aéreo de urgencia desde Bostwana y la intervención quirúrgica a que tuvo que someterse el monarca, el costo total de la aventura estaría en unos 44 mil euros, que el mismo diario señala es algo así como el doble del salario anual promedio de un trabajador en España. Por lo demás en los tiempos de austeridad que sufre ese país, el exorbitante gasto monárquico en sólo un fin de semana no ha dejado de indignar a la población. Todo eso en momentos en que el gobierno derechista de Mariano Rajoy ha hecho drásticos cortes en el presupuesto de numerosos gastos sociales, y España misma, hoy con un índice de desempleo de más de 20% (casi un 50% entre los jóvenes) parece pronta a seguir el camino de Grecia e Italia en cuanto a tener que recurrir a financiamiento externo para hacer frente a su endeudamiento.
En tiempos recientes la monarquía española ha tenido varios traspiés: el yerno del rey, el Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, se halla actualmente procesado por un escándalo financiero y hasta un nieto del rey, el principito Felipe Juan Froilán Marichalar y Borbón, de solo 13 años de edad ha estado en el ojo escudriñador de la prensa, al haberse disparado en un pie en un ejercicio de tiro, lo malo es que la ley española estipula que para manipular cualquier arma uno debe tener al menos 14 años.
Lo que finalmente me lleva a la interrogante central en todo esto: ¿por qué España y los españoles tienen que cargar con este personaje, que además puede caracterizárselo como “chanta”? Obviamente se ha tratado de maniobras políticas. España se deshizo de la monarquía como resultado de un gran movimiento social y político, el 14 de abril de 1931, una crisis que sin embargo tuvo un desenlace completamente pacífico: la salida al exilio del entonces rey Alfonso XIII y la proclamación de la República. Ésta sin embargo duraría escasos nueve años, en 1939 luego de una guerra civil, se impuso el régimen fascista de Francisco Franco a cuya muerte recién en noviembre de 1975 España empezó un lento proceso de democratización. Este fue sin embargo un proceso limitado, en el cual gran parte de la institucionalidad creada durante los casi cuarenta años de dictadura se mantuvo intocada, uno de esos asuntos dejados sin tocar fue el muy importante del carácter que tendría el estado español. Al momento de la interrupción del proceso democrático por el levantamiento militar iniciado el 18 de julio de 1936, España era una república. Al restablecerse la democracia sin embargo, España emergió como una monarquía, es decir se retrotrajo el esquema constitucional a 1931. Ni siquiera hubo posibilidad para que el pueblo español decidiera entre monarquía y república como los italianos tuvieron la oportunidad de hacerlo después de la Segunda Guerra Mundial (en 1946 en un referendo que puso fin al régimen monárquico).
No se sabe qué otra desventura tendrá que pasar Juan Carlos para que la indignación popular española empiece a cuestionar seriamente el rol de la institución monárquica y el concepto mismo de que la persona que ejerce la jefatura de estado lo haga simplemente por derecho de cuna, sin otros requisitos y sin siquiera tener que pasar algún examen de criterio que permita determinar que ir a matar esos majestuosos animales que son los elefantes sí que es un crimen de “lesa majestad”. Contra la majestad de la naturaleza, que creó tan imponentes criaturas no para que algún ocioso reyecito europeo las venga a liquidar a balazos porque eso le produce alguna especial excitación y después pueda fotografiarse junto al cadáver del infortunado animal. ¡Vaya chanta que nuestros amigos españoles tienen que soportar y más encima mantener!
Comentarios: smartinez175@hotmail.com
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