El Tour bajo la hegemonía británica
El Tour bajo la hegemonía británica
CICLISMO TOUR
Carlos de Torres
Mâcon (Francia).- El Tour de Francia disfrutó de su primera jornada de descanso tras la contrarreloj de Besançon, de donde salió reforzada la impresión de que la carrera ya está sentenciada por el dominio del líder Bradley Wiggins, y de todo su equipo, el Sky, con Chris Froome, convertido de nuevo en una lujosa segunda opción.
Pocas veces ha habido un pronóstico tan previsible a estas alturas del Tour, aún sin cruzar el ecuador y con toda la montaña por delante en Alpes y Pirineos. El “general Wiggo”, con su aspecto rockero, ha expulsado a todos los rivales de la pista de baile de la “grande boucle”.
Su ritmo en el prólogo de Lieja, donde empezó a arañar segundos, el control en las dos etapas de montaña disputadas y la demostración en Besançon le pone en la autopista hacia París, camino de convertirse en el primer británico vencedor absoluto.
Queda mucho Tour. En eso coincide todo el mundo, pero Wiggins ha ganado ya el cuerpo a cuerpo con su rival directo, Cadel Evans (BMC), defensor del título, quien asume que “a este nivel del Sky y de su líder hay poco que hacer”.
El australiano se encuentra segundo en la general, a 1:53, emparedado además con otro Sky, Chris Froome, el descubrimiento de la Vuelta 2011, que desde el tercer puesto a 2:07 tiene voz suficiente para salir al escenario como artista principal si hiciera falta.
Esta situación obliga a Evans a quemas las naves en la montaña si quiere inquietar al menos a Wiggins, pero sabe el ciclista “aussie” que necesitará de todo el BMC para saltar la banca, y eso se haría con un golpe como el que le propinaron en 2009 los hermanos Schleck en el Col de Romme: desfondando al británico. Pero esta vez el líder tiene más experiencia y preparación, amén de que una potente escuadra.
Evans no tira la toalla por el primer escalón y resta al menos ese aliciente. Además, en la lucha por salir en la foto del podio de Paris deben entrar los actores secundarios, como el italiano Vincenzo Nibali (Liquigas), quien habla del tercer escalón como reto, dando por perdido algo más alto. “El Tiburón”, ganador de la Vuelta 2010, es cuarto, pisa los talones a Froome y tiene a Denis Menchov (Katusha), quinto, a algo más de medio minuto.
En la pugna se puede meter Haimar Zubeldia (Radioshack), primer español en la general, sexto a 3.19. El ciclista guipuzcoano ha asumido ya la realidad de la escuadra luxemburguesa y se ha cosido en la camiseta los galones que en principio correspondían a Frank Schlek o Andreas Kloden. “No vine a hacer este trabajo, pero ofrezco seguridad por mi trayectoria”, dijo en su hotel de concentración.
No se puede decir nada parecido de Alejandro Valverde (Movistar), resignado a buscar un triunfo de etapa cuando el objetivo era un puesto en el podio. Errores en carrera, caídas y su déficit contrarreloj, perdió 4 minutos en Besançon, le han enviado a la grada alta de la clasificación, el puesto 28 a más de 10 minutos.
“Cabreado por la mala suerte”, el murciano anuncia que lo intentará en la montaña para recuperar tiempo e imagen, pero sabe que va a estar marcado, “sobre todo por un Sky, que da la sensación de superioridad”, explicó.
El campeón olímpico, Samuel Sánchez, se encuentra en casa siguiendo la carrera por televisión después de caerse y romperse el metacarpo de una mano.
Camino iluminado para los británicos, y oscuro para los españoles, que después de siete años de protagonismo y cuatro triunfos (Pereiro 2006, Contador 2007 y 2009 y Carlos Sastre 2008) todo señala a periodo de sequía, si es que Contador no lo remedia, una vez que cumpla su sanción por dopaje.
El panorama de las dos próximas y definitivas semanas también sonríe a Wiggins y su grupo. Queda una contrarreloj, la del penúltima día, que le viene de maravilla, aún mejor para sacar lo máximo de sus cualidades de “pistard”, más larga (53 kilómetros) y llana. Para que vuelva a volar.
La incógnita que plantea el Tour esté en manos de los equipos de la oposición. Etapas hay para las emboscadas y poner al líder en aprietos. Fuerzas y eficacia, habrá que verlo. Los Alpes están a la vuelta del descanso. Este miércoles entre Mâcon y Bellegarde Sur Valserine hay que afrontar el coloso del Grand Colombier, de 17 kilómetros al 7 por ciento y el Richemond, con la cima a 20 de meta.
El jueves la etapa reina alpina entre Albertville y el final en alto de La Toussuire, un puerto de 18 kilómetros al 6,1 por ciento. Antes un buen menú de puertos: La Madeleine y la Croix de Fer, ambos de categoría especial y el Col de Mollard.
Si el frente anti-Wiggins no ha tenido suficiente, deberá afrontar una transición hacia los Pirineos, donde la próxima semana esperan el Aubisque, el Tourmalet, el Aspin y el Peyresourde en otra jornada reina con final en descenso hasta Bagneres de Luchon. Al día siguiente último examen montañoso con el tercer final en alto de la presente edición en Peyragudes.
El Tour descansó en Mâcon y alrededores de la ciudad de Borgoña. Muchos de los 177 corredores supervivientes pudieron restañar las heridas de las innumerables caídas que se han producido. En estas jornadas no hay parón completo, pues lo preceptivo es salir a rodar al menos dos o tres horas. Día para la reflexión. Unos para seguir en pie y otros para pensar cómo derribar la hegemonía del imperio británico en este Tour.
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