El Jazz Latino llega a Toronto para quedarse
El Jazz Latino llega a Toronto para quedarse
Toronto.- Tito Puente estaría orgulloso. Su género estrella, el Jazz Latino, del que fue uno de los grandes percusores, se desparramó el pasado sábado por toda la plaza Mel Lastman, en el 5100 de Yonge St. En esta primera edición, las expectativas planteadas desde la organización fueron ampliamente colmadas y ahora sólo queda esperar al año que viene para volver a celebrar el festival otra vez.
El evento quedó en un principio marcado por el asfixiante calor que golpeó a la ciudad durante toda la jornada. En cualquier caso, la oferta era demasiado buena como para resistirse.
Un pequeño escenario daba la bienvenida a todo el que se acercaba. Era, digamos, el hermano menor del escenario central. Allí arrancaba el festival. Esta carpa congregó durante todo el día a un gran número de personas. Por este pequeño rincón desfilaron, además de bailarines y otras performance, el grupo de la venezolana Carla Casanova y el del chileno Pablo Gutiérrez. Ambas bandas tocaron temas de su propio repertorio y versionaron, con gran acierto, la música de los clásicos.
Desde ese punto, que siempre estuvo lleno de gente, se extendía un pasillo flanqueado por todo tipo de puestos de comida, ropa, y otros productos latinos.
Los comerciantes coincidían en que estaba siendo, sobre todo, un encuentro familiar. Y que, además, el público asistente no era exclusivamente hispano. Todo lo contrario, la comunidad asiática fue la más numerosa, apuntaron. El producto estrella en esa zona de la plaza fue, según confirmaron asistentes y organizadores, la arepa, el alimento que más se vendió y que mejor representó a la comunidad.
La encargada de comunicación y medios del festival, Beliana Yi, apuntó que lo más valorado por el público era “el profesionalismo del evento, la calidad de los músicos”, y remarcó que “no se trata de un festival latino más, este es diferente, hemos apostado por la calidad”.
Tras los puestos de comidas, tiendas de ropa y el primer escenario, en la parte de debajo de la plaza, se encontraba el verdadero festival. El rincón exclusivamente musical. Allí, el calor mantuvo a raya a la gente hasta que por fin, a partir de las 7 de la tarde, el ambiente comenzó a refrescar y el calor quedó reducido exclusivamente al escenario. Entonces las gradas se llenaron.
La actividad comenzó a partir de la 1 de la tarde. Los encargados de inaugurar musicalmente el festival fueron el colombiano Giovani Riuz, flauta en ristre, y sus muchachos.
A continuación, le llegó el turno a Gypsy Kittenz. Un grupo auspiciado por dos bailarinas y cantantes de raíces húngaras, Heather Brissenden and Julia Juhas, y un percusionista uruguayo, John La Rosa, que mezclaron en su repertorio ecos de ritmos latinos y caribeños, con música de europa del este y pop norteamericano.
El trío Brownman & Cruzao Latin-Jazz, integrado por el bajista mexicano Paco Luviano, por el batería cubano Mitchel Amhed y por el trompetista de Trinidad Ali Brownman, cogió el testigo para cedérselo, después de protagonizar un hermoso concierto, a la argentina Alicia Borisonik, que desde su piano mezcló y agitó el tango y otros estilos musicales argentinos con el jazz más puro.
Laura Fernández puso el glamour y la sensualidad, con su vestido y sus labios rojos, y con un swing melódico, acarició al público durante una hora para que, justo después, el guitarrista canadiense Rob Tardik, eléctrico e hiperactivo, pusiese a bailar a todo el mundo. Para entonces, como dijo una de las presentadoras, el calor abandonaba la plaza y subía al escenario. El célebre pianista cubano, Hilario Durán, llegó después y puso la nota de calidad. Tras él, el director de la Asociación de Arte y Cultura Hispano-canadiense (HCACA) y del festival, Carlos Bastidas, ofreció la música de su Kena, la flauta andina.Antes de subir al escenario, Bastidas atendió a El Popular y confesó sentirse satisfecho con el resultado del festival y seguro de que continuará en la misma línea los próximos años.
El broche lo pusieron los chicos de Samba Toronto, una agrupación de percusionistas, bailarines y cantantes música brasileña.
El festival nace así como aperitivo de lo que vendrá a partir de 2015, cuando Toronto acoja los juegos Panamericanos. La intención de la organización, la Asociación Artística y Cultural Hispano-canadiense, un grupo sin ánimo de lucro, es que a partir de esa fecha el festival dure todo un fin de semana. Se trata, por tanto, de un evento que comienza a dar sus primeros pasos y que pretende alcanzar la madurez dentro de tres años.
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