ATALAYA
ATALAYA
22-07-2012
Hace décadas está abierta la discusión en América Latina sobre la conveniencia o inconveniencia de los modelos uni o bi camerales de la rama legislativa del poder público, con tendencias diferenciadas en América Central, que optó mayoritariamente por la unicameralidad y Sur América que se inclinó por la bicameralidad, entre las cuales está incluida Colombia.
Por extraña coincidencia, en la 8ª inquietud de las propuestas de las FARC-EP escrita por ellos en el documento “El país que proponemos construir” publicado por la editorial Oveja Negra en diciembre de 2001 se plantea la creación de un “Parlamento Unicameral” en lugar del “Bicameral” que funciona en el país desde hace casi dos siglos, el cual se ha defendido en diferentes latitudes con los siguientes argumentos:
v la unidad del pueblo se expresa mejor en un órgano que en varios
v el trabajo parlamentario es más rápido y no requiere de un doble examen
v una asamblea consolidada evita los abusos de poder del gobierno
v una cámara es más expeditiva en los debates y no se expone a las discrepancias con las otras cámaras
v hay un ahorro del erario público por la existencia de menos parlamentarios.
De otra parte, los defensores de los parlamentaos bicamerales defienden la permanencia de este modelo con los siguientes razonamientos:
- Ø facilita deliberar asuntos trascendentales en forma separada.
- Ø la existencia de la Cámara Alta, asume el rol de órgano reflexivo, ante el apasionamiento político de la Cámara Baja.
- Ø la cámara revisora permite corregir los errores políticos y técnico-jurídicos de la otra cámara.
- Ø las dos Cámaras se hacen entre sí de peso y contra-peso recíprocos para librar a la legislatura de ligerezas y errores;
- Ø por este mismo equilibrio de fuerzas se limitan -con la doble Cámara- la corrupción y el despilfarro;
- Ø el sistema bicameral permite aprobar leyes más cuidadosamente elaboradas por el doble examen a que son sometidas;
- Ø la doble instancia legislativa permite combinar sabiduría y prudencia (Senado) con juventud y fogosidad (Cámara);
- Ø la “bi-cameralidad” proporciona una mejor calidad de democracia al hacer selectivo el Senado y una mayor cantidad de representatividad de regiones y sectores populares al hacer ampliamente electiva la Cámara Baja.
Con todas estas razones parecería que el mundo tendiera hacia los Congresos bicamerales pero es al revés: en el 2008 estaban inscritos en la Unión Interparlamentaria Mundial 188 Congresos, 72 bicamerales y 116 unicamerales cuando a mediados del siglo 20 la relación era a la inversa.
Por experiencias de diferentes países se deduce que mientras en los Estados de influencia parlamentaria anglo-americana, o sea, de tradición política demo-liberal ha funcionado más prolongadamente el bicameralismo, en las naciones de influencia “ruso-china” y tendencia demo-popular la prevalencia ha sido de la unicameralidad; lo mismo que en las democracias de perfil socialista o demosociales. Estas propensiones, sin embargo, no constituyen una regla invariable y rígida porque las excepciones son muchas y entrecruzadas, sobre todo en América Latina: por ejemplo, casi toda América Central tiene congresos unicamerales y sus democracias son demoliberales, salvo Nicaragua que tiene un gobierno demopopular con un sistema congresal demoliberal; en América del Sur se habla de que seis de los diez países tienen estructuras de poder político demoliberales y sus congresos son bicamerales (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Colombia y Chile); dos tienen estructuras y gobiernos socialistas con congresos unicamerales (Venezuela y Ecuador) ; uno con estructura de poder demosocialista y congreso bicameral (Bolivia); y uno con estructura de poder y gobierno demoliberal y parlamento unicameral (Perú). En resumen, siete de los diez países suramericanos tienen congresos bicamerales y tres unicamerales..
Este breve análisis lo que nos indica es que no necesariamente los congresos bicamerales son monopolio de las democracias de corte liberal ni a la inversa, tampoco los congresos unicamerales son exclusivos de los regímenes socialistas o comunistas. Todo pasa por las experiencias y más que todo por las necesidades políticas sobrevinientes de cada país. Ni tampoco puede afirmarse que tales tendencias hayan sido defendidas con exclusividad por líderes de una u otra ideología porque aquí nada más, a la mano, tenemos el caso del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, reconocido portaestandarte de la derecha continental, que en su Manifiesto Democrático de 2002 planteó expresamente lo siguiente como programa de gobierno: “20. Soy partidario de una sola Cámara que integre al Congreso con la ciudadanía, titular de la democracia participativa”. ¿Qué coincidencia, verdad, Uribe y las Farc – enemigos acérrimos- concordando en esta crucial materia?
Pero bien, el tema no es tan sencillo; esta es una de las materias que deben ser avaladas por una decisión popular como se ha hecho en otros países porque constituye un aspecto estructural de las instituciones; y pienso que ningún colombiano se negaría a concurrir a un referéndum donde se le interrogase sobre su decisión al respecto. En lo personal no estoy de acuerdo con la forma como están establecidas las dos cámaras en Colombia que implica la exclusión en el Senado de las regiones de menor población y se discrimina a las comunidades negras al negárseles circunscripción especial a la Cámara Alta en proporción a su población nacional, como se ha hecho en justicia con los indígenas.
El problema básico en esta cuestión no es que sean una o dos cámaras sino que el uno o el otro sistema suplan adecuadamente y en justicia los requerimientos de participación de todas las regiones y de todas las minorías étnicas significativas en las deliberaciones de la cámara o de ambas cámaras según el régimen de que se trate; equilibrio que garantizaba mejor la Constitución de 1886 al permitir a todos los departamento un mínimo de dos senadores y dos representantes; en cambio, las “modernas” e injustas metodologías de representación de la Constitución de 1991 excluyó de un tajo de la opción de Senado a más de media docena de departamentos y no incluyó, repito, a los afrodescendientes en circunscripción especial al Senado, como era lo justo, siendo estos las minorías mayoritarias del país.
Creo, entonces, que la cuestión no es de forma sino de fondo, que cualquiera de los dos métodos podrían funcionar siempre y cuando, repito, se cumpliese el modelo de participación integral planteado arriba; adicionando al sistema unicameral algunos controles o tamices que eliminen las posibilidades de ligerezas, errores, corrupción y despilfarro; que mejoren su eficiencia y garanticen su independencia; que combine inteligentemente madurez, juventud e igualdad de género en su integración; que contenga procedimientos que garantice los derechos de participación integral de todos los departamentos y minorías del país y asegure la excelencia del funcionamiento de tan importante órgano de la democracia.
Que grato saber que tanto la izquierda como la derecha colombianas están pidiendo lo mismo en esta como en otras tantas materias que aquí iremos visibilizando como un aporte a la reconciliación y una manera de probar a los escépticos que la paz negociada si es posible en nuestro país.
Lo incomprensible es que Uribe Vélez, que gobernó durante ocho años el país y tuvo en algunos momentos la adhesión de las mayorías del Congreso, no hubiese tomado la iniciativa de proponer la reforma constitucional que le hubiese permitido cumplir con aquel compromiso de campaña.
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