“Para Darín, ir a filmar a una villa era un riesgo”
“Para Darín, ir a filmar a una villa era un riesgo”

Ricardo Darín y Jérémie Rénier se ponen en la piel de dos curas estacionados en una peligrosa villa bonaerense.
TORONTO.-El Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) acoge este fin de semana el estreno norteamericano de ‘Elefante Blanco’, una película que narra el trabajo de dos curas y una asistenta social en la Ciudad Oculta, uno de los grandes pozos de marginalidad de Buenos Aires.
¿Qué le inspiró a hacer una película sobre las villas?
Hace muchos años hice trabajo social en estos barrios y conocí un poco la realidad de los chicos que viven allí. Cuando terminé mi primera película, ‘El Bonaerense’, empecé a escribir esta historia, que retomé después de ‘Carancho’, una película en la que también trabajé con Ricardo Darín y Martina Gusman. Quería volver a trabajar con ellos pero cambiar el enfoque. En ‘Carancho’ interpretaban a personajes que se aprovechaban de la vida ajena, que construían su vida sobre el dolor de otras personas. Tenía ganas de que esta película fuera lo opuesto, es decir, la historia de personajes que son capaces de dedicar su vida a los demás. Ahí aparece el padre Mugica, una persona que anónimamente fue a trabajar en estos barrios para ayudar a otra gente y que fue capaz de entregar su vida en ello.
¿Cómo conoció la figura del padre Mugica?
En el proceso de investigación, que llevó varios años hablando con curas y acudiendo a estos barrios, fui conociendo un poquito más la figura de Mugica y me pareció natural dedicarle la película.
Cuéntenos más sobre su figura.
Fue uno de los pioneros del movimiento de los Curas del Tercer Mundo en la villa. Vivió en los años anteriores a la dictadura. Murió a manos del estado pero durante el estado democrático. Murió en el año 1974, justo antes de la dictadura militar, cuando Perón estaba en el poder. Fue asesinado por la AAA, una organización del estado que veía en él una figura peligrosa.
¿Está demostrado?
Nunca hubo un juicio y ese es el problema. Argentina fue una referencia en cuanto a derechos humanos pero esto siempre fue en relación a la dictadura.
¿Cuándo se adentró por primera vez en una villa?
Las villas han crecido mucho en estos años. Yo iba de pequeño y, actualmente, es una realidad aún más complicada. Creo que era el momento de hacer esta película porque son realidades que todos vemos en la calle pero de la que se habla poco, fuera de las noticias.
Explíquenos el origen del barrio donde filmaron.
Se llama Ciudad Oculta porque en 1978, con el Mundial de Fútbol, el gobierno militar levantó muros para que la gente que llegaba a Argentina desde el aeropuerto cercano no lo pudiera ver. Con los años, creció tanto que quedó a la vista. Y el Elefante Blanco, que existe, es un edificio de 15 pisos de alto que es muy visible pese a que muchos pretenden que no se vea.
¿Cómo acepta la ciudad esta realidad?
Hay una especie de complicidad porque todo el mundo mira a la gente de estos barrios con desconfianza y temor, porque es verdad que hay crímenes, pero la realidad es que el 80 por ciento de sus habitantes son los que trabajan en las obras de construcción, realizan el servicio doméstico en las casas y, en definitiva, hacen los trabajos que la mayoría de bonaerenses no quiere hacer. La ciudad necesita estos barrios pero no los quiere mirar.
Parece que la diferencia entre ricos y pobres es cada vez mayor.
En el proceso de hacer la película y de acompañarla pude ver que esa realidad sucede en muchas ciudades. En esta etapa de crisis global, empieza a pasar en ciudades que uno no imaginaba. En muchas ciudades hay pequeños espacios donde la gente se agrupa porque perdió sus casas y no tienen donde vivir y, con el tiempo, eso se convierte en un barrio. En España, presentamos la película en estos barrios y se sintieron identificados. Yo pensaba que era un fenómeno más local y, tristemente, es algo mucho más universal. En general, la mayoría de habitantes de las villas son inmigrantes que vienen de otros países para trabajar en la ciudad. Eso crea fuertes problemas de territorio. Por ejemplo, los de Perú tienen su zona y no se cruzan con los de Paraguay y se crean tensiones.
¿Cómo consiguió rodar en estos barrios tan pobres?
Es difícil entrar en un barrio si la gente no te abre la puerta. En este caso, no sólo nos recibieron muy bien sino que estaban agradecidos justamente porque se contaba la vida cotidiana, a pesar de su dureza. Se sentían agradecidos por tener una voz diferente a la voz de las noticias. Fue una experiencia muy intensa y muy emocionante. No solamente filmamos en la villa sino que lo hicimos con la gente del barrio. Trabajaron como actores y también detrás de la cámara. Les pedimos que trabajaran con nosotros. Fueron muchas semanas de convivencia.
¿Cómo fue rodar allí con Ricardo Darín?
Fue nuestro gran interrogante porque Darín es una estrella y quizás podría ser acosado. Al final fue lo opuesto de lo que pensábamos. La gente fue muy amable, muy participativa y estuvo muy contenta y emocionada. Fue una experiencia muy linda.
¿Cómo lo convenciste?
Nuestra relación profesional comenzó con ‘Carancho’. Para mí fue un desafío grande porque es un actor extraordinario con una larga trayectoria. Nos hicimos muy cercanos en el proceso y enseguida le propuse repetir junto a él y Martina Gusman. Entre los dos, hacen un muy buen equipo de trabajo. Ambos son muy profesionales pero también asumen riesgos. Para Darín, ir a filmar a una villa era un riesgo. Era un desafío saber cómo iba a trabajar él, con una imagen tan popular, haciendo de cura en una villa. Eso lo puedes hacer cuando tienes actores que se comprometen con una historia, con un personaje y con el proceso.
¿Cómo funcionó rodar en un lugar tan pobre con un presupuesto tan alto?
Nos miramos de frente. Ellos sabían que nosotros somos del mundo del cine pero para muchos fue una oportunidad de trabajar después de muchos años sin empleo. Aprendí mucho de la experiencia.
¿Cómo se preparó Martina para su papel?
Martina hizo un proceso de investigación bastante largo con asistentes sociales, visitando los barrios, conociendo a los vecinos. Para ‘Carancho’, hizo seis meses de guardia en un hospital. Se implica mucho y el proceso fue muy intenso.
Martina es su pareja. ¿Cómo se siente al rodar las escenas de sexo?
Grabar una escena de sexo es lo opuesto a lo que se ve en pantalla. En esta escena en particular, los planos eran muy cerrados. El movimiento tenía que ser tan mecánico que carece de esa intensidad que aparece en el resultado final. Normalmente, les estás dirigiendo e indicando constantemente qué tienen que hacer. Lo más que se puede ver es a Martina desnuda, que es como ver a alguien haciendo ‘topless’. Lo que uno vive en el rodaje es muy diferente a lo que la escena transmite. Luego, hay que doblarla como si fuera una película erótica pero es falso. Lo que pasa que si lo cuentas, como estoy haciendo ahora, pierde la magia.
¿No se siente extraño en esta situación?
Es incómodo pero para un actor es el día a día. Yo soy director y estoy acostumbrado a distinguir una cosa de la otra.
¿Existe algún proyecto para recuperar el edificio ‘Elefante Blanco’?
Después de la película dijeron que se iba a hacer algo. He tenido la suerte que en películas anteriores, la reacción ha ido más allá del cine. Tras mi última película se promulgó la ‘ley anti-Carancho’ y con ‘Leonera’ también salió una ley. Es muy estimulante saber que con cada la película la gente no sólo va a los cines sino que reflexionan sobre lo que acaban de ver. Me alegra que mis películas hayan provocado tanto debate.
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