HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
A pocos días de haberse celebrado el medio siglo de la aparición de “Dr. No”, primer film de James Bond con el entonces no muy conocido actor escocés Sean Connery y la sensual sueca Ursula Andress, llega ahora la vigésima tercera película del espía más famoso de la cinematografía universal. A juzgar por Skyfall, que hoy se estrena en los cines de América del Norte, se puede asegurar que a pesar de los cambios generacionales existentes y de los gustos habidos en este medio siglo transcurrido, el héroe de las novelas de Ian Fleming sigue teniendo vigencia.
Resulta difícil precisar si esta última entrega es la mejor de la serie, o si acaso Daniel Craig es o no el mejor actor que ha caracterizado a 007. En todo caso lo que importa es que el film resulta altamente refrescante, moderno y lo suficientemente sofisticado como para ajustarse a los requerimientos que el público masivo de hoy día exige cuando va al cine en busca de entretenimiento.
Como muchas veces lo he señalado, para lograr el éxito de un film no hay grandes secretos en la medida que se cuente con un buen director, un elenco competente y un guión que transmita una historia con sustancia. Esos tres elementos están reunidos aquí con el óptimo desempeño del realizador Sam Mendes, un reparto de primer nivel y un guionista quien como John Logan es lo suficientemente prolijo para ofrecer un libreto impecable que mantiene la atención del espectador durante dos horas y veinte minutos.
El comienzo de Skyfall, impecablemente filmado, permite asistir durante aproximadamente 10 minutos a una persecución implacable donde 007 (Craig) trata de atrapar a un peligroso sujeto portador de una lista preparada para suministrarla a organizaciones terroristas. La corrida espectacular que tiene lugar en la ciudad de Estambul a través de sus sinuosas calles y pasajes e incluyendo los tejados del gran bazar, culmina encima de un ferrocarril que se desplaza a gran velocidad con una gran pelea a trompadas entre el perseguidor y el perseguido. Como resultado, el maltrecho Bond cae al fondo de un río y aparentemente parece haber muerto, al punto tal de que M (Judi Dench) -su jefa del servicio secreto británico en Londres- así lo cree y se encarga de preparar su obituario.
Pero como es de suponer, Bond logra salvarse y a su regreso en Londres prontamente le es encomendada una misión importante. ¿Quién es ahora el enemigo de turno con quien tendrá que vérsela? Se trata de Raoul Silva (Javier Bardem), un excéntrico terrorista vinculado en el pasado con el M16, cuyo propósito es vengarse de M por su intervención en el traspaso de Hong Kong a China.
A partir de ese momento la historia adopta giros inesperados donde resulta prácticamente imposible predecir lo que habrá de ocurrir, salvo el placer de contemplar la interrelación de sus personajes que están provistos de una riqueza emocional como pocas veces vistas en las películas de este género.
Si entre los varios elementos que prestigian al film habría que distinguir a uno de ellos en particular ése sería Bardem. El actor es uno de los mejores villanos que se haya visto a lo largo de la serie donde su trágico y desequilibrado personaje de asesino llega realmente a perturbar, divertir y asombrar al espectador; con una suerte de ambigüedad sexual y un sediento apetito de sembrar el caos, Silva es también un individuo lunático provisto de un humor especial que en algunos casos parece que emerge de algunos de los caracteres excéntricos que abundan en las comedias dislocadas de Pedro Almodóvar.
La brillante actuación de Bardem no empalidece al resto del calificado elenco, comenzando con Craig que en su tercera caracterización de Bond asume muy bien la naturaleza de un héroe que en este caso es más complejo e introspectivo pero siempre dueño de un atractivo cinismo, soltura y elegancia que caracteriza su personalidad. Dench confiere solidez y convicción a la heroína femenina de esta historia y en otros papeles de reparto se distinguen Ralph Fiennes, Albert Finch y Ben Whishaw. Las “chicas” Bond no tienen aquí tanta relevancia como en los otros filmes de la franquicia, pero de todos modos el eterno femenino aquí está bien representado por Bérénice Marlohe y Naomie Harris quienes gratifican con su belleza y seducción al sector masculino de la audiencia.
Además de Estambul y Londres, la buena fotografía de Roger Deakins capta interesantes escenarios del casino flotante de Macao, los espectaculares rascacielos de Shangai y algunos paisajes imponentes de Escocia.
Sam Mendes ha brindado un film que complementa acción con emoción a través de la dimensión psicológica de los personajes; haber sido capaz de brindar un cine de atracción popular que al propio tiempo puede satisfacer al cinéfilo más elitista es sin duda un gran mérito de este inteligente realizador.
Conclusión: “James Bond Will Return” es lo que se lee al finalizar el film. Si lo que vendrá tiene el mismo nivel de calidad que Skyfall, bienvenido una vez más el reencuentro con un personaje que ha sido capaz de reinventarse a través de los tiempos.
DANGEROUS LIAISONS. China-Singapore, 2012. Un film de Hur Jin-ho
“Las Amistades Peligrosas”, la clásica novela del autor francés Pierre Choderlos de Laclos, ha sido objeto de varias adaptaciones cinematográficas y televisivas donde por primera vez fue abordada en el film de Roger Vadim en 1959 con Jeanne Moreau y Gerard Philippe en los roles protagónicos. Pero la adaptación más importante fue la realizada por Stephen Frears en 1988 quien contó con un óptimo guión de Christopher Hampton y en donde Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer ofrecieron interpretaciones inolvidables.
Es ahora el turno del director de Corea del Sur Hur Jin-ho quien con Dangerous Liaisons ofrece su visión de esta historia, cambiando la época y el lugar donde transcurre. En vez de París del siglo 18, el escenario es la ciudad de Shangai a comienzos de la década del 30 del siglo pasado. En esencia, la historia original sigue vigente donde en un baile de caridad, la libertina y manipuladora dama de sociedad Mo Jieyu (Cecilia Cheung) establece un diabólico trato con el donjuanesco Xie Yifan (Jang Dong.-gun). Mo quiere vengarse de un ex amante que la dejó por Beibei (Candy Wang), una adolescente con quien piensa casarse, y es por eso que convence a Yifan para que seduzca a la inocente chica haciéndola perder su virginidad antes del matrimonio. Al propio tiempo, las intenciones del playboy van aún más lejos, dado que su propósito es también lograr seducir a Du Fenyu (Zhang Ziyi), una virtuosa joven viuda, aunque en este caso el juego se vuelve peligroso cuando termina enamorándose de ella.
Si bien esta versión oriental resulta visualmente atractiva, de ningún modo conserva el aliento del film de Frears. Las interpretaciones son correctas pero Cheung no alcanza la envergadura de Glenn Close como la mujer fatal sinuosamente peligrosa, ni tampoco Dong-gun adquiere la misma presencia carismática de John Malkovich como el encantador y peligroso seductor. Quien decididamente sobresale notablemente es Zhang Ziyi (en el papel interpretado por Michelle Pfeiffer) al transmitir con intensidad sus nobles sentimientos.
La intención de ubicar los acontecimientos en Shangai en momentos en que se vive un clima de tensión frente a la cercana invasión japonesa, de ninguna manera adquiere una connotación política que influya en el desarrollo de la trama. Si bien la novela original trasunta la decadencia moral de la sociedad frente a la inminente revolución francesa, en este caso solo se persigue ofrecer como telón de fondo una buena pintura del sector aristocrático gozando de sus suntuosas fiestas, bailes de salón, espectáculos de ópera, etc; aunque indirectamente pueden reflejarse las desigualdades económicas y sociales de la China de ese entonces, la intención es fundamentalmente enfatizar la historia de amor, intriga, pasión y decepción que Choderlus de Laclos desarrolla en su novela.
La fotografía de Kim Byung-seo es visualmente interesante y los diseños de producción de Wong Kalun son inobjetables.
Conclusión: Una historia que aunque no logre mayor profundidad en la presente versión, sigue teniendo resonancia en la pulcra realización de Hur Jin-Ho
FLIGHT. Estados Unidos, 2012. Un film de Robert Zemeckis
Un sólido drama psicológico es lo que el director Robert Zemeckis aborda en FLIGHT. El conflicto central del film se centra en la responsabilidad moral y ética que debe asumir el conductor de un avión comercial con relación a su tripulación y a los pasajeros que lleva a bordo.
El protagonista de esta historia es Whip Whitaker (Denzel Washington), un avezado piloto. Con bastante experiencia y seguro de sí mismo, horas antes de abordar el avión puede gozar sexualmente con una azafata (Nadine Velázquez) en el hotel del aeropuerto, así como satisfacer su sed con bebida alcohólica y aspirar un poco de cocaína. Cuando el avión comienza su corto recorrido desde Orlando a Atlanta, se produce una fuerte turbulencia debido a una tempestad y es ahí donde se pone a prueba la habilidad de Whip al lograr superar el inconveniente y tranquilizar a los pasajeros. En tal sentido, cabe mencionar que el público asiste a una de las mejores escenas que se hallan visto en el cine con un avión que se sacude con violencia, ofreciendo una sensación de realismo total que produce verdaderamente pánico en el espectadora pesar de no formar parte del pasaje.
Superado el inconveniente mencionado surge posteriormente un acontecimiento aún más grave cuando un serio problema técnico hace que la nave comience a precipitarse en libre caída, peligrando la vida de los pasajeros. Pero gracias a la pericia, buenos reflejos, sangre fría e ingeniosidad del comandante aplicando una maniobra audaz, el avión logra efectuar un aterrizaje de emergencia aunque cobrando la vida de 6 de los 102 pasajeros con algunos heridos, incluyendo al propio Whip. Como resultado de esta operación, el piloto aparece como el gran héroe quien con su valentía logró evitar un desastre mayor.
De allí en más, el relato va cobrando aristas más complejas y sombrías. Cuando investigaciones posteriores llegan a determinar en los análisis de sangre efectuados a Whip que éste había consumido alcohol y drogas, nuestro héroe cae en desgracia con el riesgo de terminar en la cárcel. De este modo el impacto del accidente aéreo adquiere dimensión emocional cuando Whip niega a admitir su condición de toxicómano y menos aún confesar el consumo de alcohol antes de haber abordado el aparato.
Construido como un thriller misterioso, el buen guión de John Gatins no deja indiferente al espectador y de algún modo lo obliga a tomar partido. Teniendo en cuenta la excelente interpretación de Washington donde aparece como un hombre noble dominado por una peligrosa adicción, el público demuestra su simpatía hacia el personaje aunque es bien consciente de que su acción no admite contemplaciones frente al grave acto de irresponsabilidad cometido.
En esencia, el relato presenta un dilema moral que encuentra su resolución en la redención que trata de alcanzar su protagonista para liberarse de sus demonios interiores y tranquilizar su conciencia.
Además de la estupenda actuación de Washington, Don Cheadle también sobresalen como el abogado defensor de Whip, Bruce Greenwood como líder del sindicato de pilotos y John Goodman como el proveedor de drogas. La única objeción que se puede hacer a este film es la inserción de la relación romántica de Whip con una reformada drogadicta (Kelly Reilly), que nada agrega a la problemática central del relato y lo alarga innecesariamente.
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