Armstrong, el último de los dopados confesos
Armstrong, el último de los dopados confesos
Madrid.- El exciclista estadounidense Lance Armstrong ha engrosado la lista de atletas que han confesado haber empleado alguna vez sustancias prohibidas, en la que le acompañan grandes figuras de la historia del deporte como Marion Jones, Ben Johnson o Andre Agassi.
Armstrong ha admitido que consumió sustancias como EPO, testosterona y hormona del crecimiento y que empleó el dopaje sanguíneo para ganar los siete Tours de Francia que el año pasado le fueron retirados.
Presionados por los tribunales, tentados económicamente por alguna editorial o abrumados por la culpa, son muchos los deportistas que han precedido al exciclista tejano en la confesión de su culpa.
Sin ir más lejos, todos los testigos que prestaron testimonio ante la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA) en su investigación contra Armstrong y el equipo US Postal admitieron haberse dopado. Entre ellos, los estadounidenses Tyler Hamilton, Floyd Landis, George Hincapie y Levi Leipheimer, que contaron con todo lujo de detalles cómo en el seno del equipo se consumía EPO, testosterona y hormona del crecimiento y se hacía uso del dopaje sanguíneo.
Hamilton, que además relató su experiencia con el dopaje en un libro (“La carrera secreta”), fue campeón olímpico en Atenas 2004, medalla que le fue retirada en agosto de 2012.
El único de estos dopados confesos que sigue en activo, Leipheimer, fue sancionado con seis meses de suspensión.
Los italianos Michele Scarponi e Ivan Basso, el británico David Millar o el danés Bjarne Riis también admitieron haberse dopado, al igual que el belga Frank Vandenbroucke, fallecido en 2009 de una embolia pulmonar a los 35 años y que reconoció en un libro (“No soy Dios”) que había consumido EPO, anfetaminas, hormona del crecimiento y esteroides, entre otras sustancias.
En España lo hizo Jesús Manzano, que contó de forma extremadamente detallada en 2004 las prácticas irregulares que se llevaban a cabo en el equipo ciclista Kelme. Su confesión fue el detonante de posteriores investigaciones sobre la trama del dopaje en España, como la Operación Puerto, que comenzará a juzgarse el próximo 28 de enero.
El atleta canadiense Ben Johnson, protagonista -al menos hasta ayer- del caso de dopaje más famoso de todos los tiempos tras ganar la final de 100 m. en los Juegos de Seúl’88 y ser descalificado por esteroides, reconoció la trampa un año después durante una investigación gubernamental en su país.
La estadounidense Marion Jones, ganadora en los Juegos de Sydney 2000 de cinco medallas, admitió en 2007 que estaba dopada. En 2003, durante la investigación del caso BALCO, negó que hubiera consumido sustancias prohibidas, por lo que su posterior confesión la llevó a la cárcel por mentir a las autoridades federales. Estuvo medio año entre rejas.
De la misma generación era su compatriota Antonio Pettigrew, ganador del oro en Sydney en 4×400 y que reconoció su culpa en 2008. Dos años después apareció muerto en su coche, víctima de una sobredosis de pastillas para dormir.
Otro corredor que confesó su dopaje fue el británico Dwain Chambers, en 2008, por múltiples sustancias (THG, EPO, hormona del crecimiento…). Mucho antes lo había hecho una de las estrellas de la Alemania Oriental, Katrin Krabbe, que en 1992 admitió que había usado clembuterol.
En vísperas de los pasados Juegos de Londres dio positivo por EPO el atleta italiano Alex Schwazer, que debía defender el título ganado en Pekín en los 50 kilómetros marcha. Su confesión fue casi inmediata: viajó solo a Turquía a comprar la EPO, tras informarse “en internet”, dijo.
El tenista Andre Agassi fue otro de los que eligió un libro autobiográfico (“Open”) para abordar el mundo del dopaje. Lo publicó en 2009, cuando ya estaba retirado, y admitió en sus páginas el consumo de la metanfetamina conocida como ‘cristal’, no para mejorar su rendimiento deportivo, sino para recobrar el ánimo en una etapa en la que sufría problemas sentimentales, en 1997.
Lo grave del caso Agassi fue la revelación de que, tras dar positivo en un control, la ATP lo ‘tapó’ y nunca lo hizo público.
En las Grandes Ligas de béisbol también ha habido confesiones, como la del extoletero de los Cardenales de San Luis Mark McGwire, que en 2010 admitió públicamente que había consumido esteroides y que su récord de jonrones de 1998 había sido producto del dopaje.
Alex Rodríguez, de los Yanquis de Nueva York, hizo la misma confesión -como Armstrong, en una entrevista televisada- unos meses antes, tras dar positivo en un control.
Armstrong no dejó ninguna duda de ser un auténtico “maestro” del dopaje
Redacción Deportes (EEUU).- La duda que pesaba sobre el dopaje del exciclista estadounidense Lance Armstrongdurante toda su carrera profesional llegó a su final cuando el propio deportista admitió con toda la crudeza que no sólo se dopó sino que además era un auténtico “maestro” del consumo de sustancias prohibidas.
Durante la entrevista que ofreció a la periodista estadounidense Oprah Winfrey y que fue emitida a través del canal OWN, en horario de máxima audiencia en Estados Unidos, Armstrong respondió con un si a todas las preguntas relacionadas con el dopaje al que consideró como algo “normal” dentro del deporte del ciclismo ya que formaba parte de una “cultura”.
Pero aun fue más lejos, cuando dijo que era “imposible” ganar el Tour de Francia sin consumir algún tipo de sustancia prohibida.
“No es posible”, respondió Armstrong, aunque no quiso implicar a ningún excompañero u otros ciclistas.
Armstrong contestó afirmativamente cuando fue preguntado por si había consumido eritropoyetina (EPO), otras sustancias prohibidas como esteroides, dopado durante los siete Tours que ganó y que toda su vida había sido una mentira.
“El error es mío. Estoy sentado hoy aquí para reconocerlo y decir que lo siento”, admitió Armstrong, quien reconoció haber consumido testosterona, hormona de crecimiento y cortisona, además de haber recibido transfusiones de sangre.
Pero el ganador del Tour de Francia desde 1999 hasta 2005 defendió que a partir de la séptima victoria fue el último en el que compitió dopado.
“La última vez que crucé esa línea fue en 2005 y eso fue lo que me enfureció del informe de la USADA (Agencia Antidopaje de Estados Unidos), donde se me acusa que también me dopé en el 2009 y 2010”, destacó Armstrong. “Cuando volví en el 2009 corrí limpio”.
Sobre las acusaciones de que obligó a sus compañeros de equipo a consumir productos prohibidos para correr a su lado,Armstrong respondió: “Rotundamente no, sé que no soy la persona más creíble del mundo ahora mismo, pero no hice eso”.
La entrevista estuvo intercalada con cortes de vídeo en los que el excorredor negaba aquello que acababa de confesar. También imágenes montado en la bicicleta o en el podio del Tour, en los Campos Elíseos de París. Armstrong no pudo ser más duro consigo mismo: “Me veo como un estúpido arrogante”.
Armstrong también fue consciente durante la primera parte de la entrevista del enfado y rechazo que tiene la opinión pública y especialmente los que siempre lo apoyaron.
“He empezado a entenderlo ahora, veo el enfado de la gente, la traición y decepción en la gente que me apoyó, que me creía, que creía en mí. Tienen razón en sentirse traicionados y es mi error, pasaré el resto de mi vida intentando recuperar la confianza y pidiendo disculpas”.
Pero admitió que en estos momentos de su vida es más feliz que anteriormente.
“Me siento mucho mejor, soy más feliz, porque me siento aliviado de haber dicho la verdad y haber reconocido todo lo que ha sucedido en mi vida profesional como ciclista”, destacó.
Armstrong rechazó que la polémica donación económica a la UCI (Unión Ciclista Internacional) fuera para encubrirle: “No soy un admirador de la UCI pero eso es rotundamente falso”.
Sin embargo, el exciclista estadounidense admitió que hay personas a las que ofendió gravemente y con las que quiere hablar para pedirles perdón personalmente.
Una de ellas es Emma O’Rilley (masajista del equipo US Postal) a la que reconoció que había llamado “prostituta” cuando dio a conocer la historia de la cortisona que se inyectaba en 1999 y que fue cierta.
“Quiero hablar con ella para disculparme. La historia de la cortisona en 1999 es cierta”, señaló Armstrong. “Fue un modo de ataque, trataba de proteger al equipo porque Floyd Landis me avisó que había confesado, que había grabado todo y que lo iba a dar a conocer. Le dije que hiciera lo que tuviera que hacer y me dejara en paz”.
Armstrong concluyó la primera parte de la entrevista con la admisión en su pensamiento de que la historia del dopaje se mantendría por mucho tiempo, pero el descubrimiento de la verdad sólo fue posible cuando comenzó la investigación federal.
“Ese fue el punto de partida del descubrimiento de la verdad y luego el que mi gran amigo y compañero George Hincapie fuese llamado a declarar”, subrayó Armstrong. “Cuando lo llamaron supe que mi destino había quedado marcado para siempre”.
Armstrong dijo que Hincapie lo acompañó en todos los años de su carrera profesional, sabía la verdadera historia y por lo tanto cuando habló todo se acabó.
“Sigue siendo mi gran amigo, hablamos una vez por semana, no culpo a George (Hincapie) de todo”.
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