HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Una escena del documental WEST OF MEMPHIS
Por Jorge Gutman
Aunque este impecable documental arriba a un final feliz, deja en el espectador una sensación de frustración al comprobar hasta qué punto un sistema judicial puede llegar a ser bastardeado llegando a arruinar a jóvenes inocentes acusados de haber causado la muerte de tres niños en 1993.
Amy Berg ofrece un documento extraordinariamente detallado demostrando cómo la justicia ha fracasado estrepitosamente en West Memphis, una pequeña localidad del estado de Arkansas, donde los crímenes han sido perpetrados. Este tema ya ha sido tratado anteriormente por los directores Joe Berlinger y Bruce Sinofsky en tres documentales denominados Paradise Lost (1996, 2000, 2011); sin embargo, en este caso Berg incorpora nuevas informaciones que proporcionan revelaciones sorprendentes obtenidas de las entrevistas realizadas y que permite al público extraer sus propias conclusiones en un caso donde la justicia muestra su rostro más escalofriante y sombrío.
El documental comienza con un breve prólogo relatando el descubrimiento de los cuerpos de tres chicos en un zanjón del lugar después de haber sido sexualmente abusados y posteriormente mutilados. Pocos meses después en 1994, Jessie Misskelley de 17 años, Jason Baldwin de 16 años y Damiel Echols de 18 años fueron acusados de dichos asesinatos aduciendo que fueron cometidos en un acto de ritual satánico pero sin que existieran evidencias concluyentes de haber sido los autores de tan grave hecho. De algún modo, la policía había actuado con gran precipitación, presionada por una parte por los padres de las víctimas en procura de encontrar los culpables y, además, por los antecedentes negativos de los inculpados; Echols ya había sido arrestado por actos de vandalismo, Baldwin por hurto de mercancías en tiendas, en tanto que Misskelley había estado involucrado en algunas peleas a puñetazos con otros compañeros de escuela. Lo cierto es que la sentencia fue muy dura, con prisión perpetua para Baldwin y Misskelley y pena de muerte para Echols, considerado como líder del grupo y que afortunadamente no alcanzó a ser implementada. Desde su inicio los procedimientos policiales fueron seriamente cuestionados sobre todo en lo que se refiere al modo de obtener confesiones por parte de Misskelley quien adolecía de cierta debilidad mental; además quedó evidenciados errores de los detectives en la forma de conducir el caso.
La historia llegó a tener repercusión internacional al punto tal que una década después los cineastas Peter Jackson (Lord of the Rings, The Hobbit) y Fran Walsh se interesaron en la misma financiando investigaciones privadas para probar la inocencia de los imputados. También cabe mencionar que otras personalidades artísticas de gran popularidad en el ámbito del cine y de la música (Johnny Depp, Eddie Veddeer, Henry Rollins) se adhirieron a la causa del trío sentenciado pidiendo su liberación o un nuevo juicio.
No es necesario relatar los pormenores expuestos por el documental vinculado con las apelaciones, nuevos juicios, así como las sospechas recaídas en Terry Hobbs, el padrastro de Steve Branch, una de las víctimas. En cambio interesa resaltar las conclusiones del caso sobre el que finalmente la justicia se pronunció a mediados de 2012. Para que los tres convictos inocentes fuesen liberados de la prisión, tuvieron que acogerse a un absurdo e increíble procedimiento legal, por el que manifiestan ser inocentes pero admitiendo que el Estado reúne evidencias como para condenarlos; en otras palabras, los inculpados logran su liberación a cambio de una declaración de culpabilidad.
Legalmente considerada, la sentencia parecería más una tragicomedia escrita por un ingenioso dramaturgo que un acto judicial real. A través de la trampa legal descripta, los afectados no podrán jamás demandar al estado de Arkansas por la privación de libertad. Por su parte, la justicia considera este caso como definitivamente cerrado.
Así se asiste a un final con los crímenes sin haber sido esclarecidos, con el sospechoso Terry Hobbs sin ser formalmente cuestionado y con tres personas inocentes a quienes se les ha sustraído la posibilidad de gozar de una de las etapas más hermosas de sus vidas después de haber pasado 18 años injustamente en prisión y sin poder limpiar sus nombres ya que formalmente son considerados “culpables”.
Conclusión: Berg ha realizado un excepcional documental a través de un cuidadoso examen que cuestiona con total objetividad la injusticia de un aberrante sistema judicial que en última instancia denigra los derechos cívicos de los ciudadanos de Arkansas.
Al Pacino y Christopher Walken en STAND UP GUYS
STAND UP GUYS. Estados Unidos, 2013. Un film de Fisher Stevens
Es raro encontrar una comedia criminal cuyo mayor atractivo resida en la labor de sus intérpretes antes que en la historia narrada. El guión de Noah Haidie es realísticamente improbable y por cierto dista de ser perfecto, pero la actuación de Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin contribuye a que el relato adquiera visos humanos y se deje de lado algunas situaciones incongruentes para apreciar a estos veteranos y notables actores.
La historia que transcurre en un espacio de 24 horas se centra en el reencuentro de un trío de ex delincuentes profesionales que solían actuar conjuntamente para realizar sus fechorías. En una de las mismas que tuvo lugar 28 años atrás, se produjo un lamentable accidente donde el hijo de Claphands (Mark Margolis), un padrino mafioso, resulta muerto y Val (Pacino) asume la responsabilidad completa del hecho sin haber denunciado a Doc (Walken) y Hirsch (Arkin), sus dos compinches que también estaban involucrados. Como consecuencia de ello, Val es condenado a 28 años de prisión.
El film comienza cuando Val sale de la cárcel y su íntimo amigo Doc viene a buscarlo. En su primera mitad es cuando el relato adquiere verdadera fuerza, donde vemos a Val deseoso de retomar el camino delictivo aunque Doc ya retirado rehúsa volver a las viejas andadas. En todo caso, la primera intención de Val es satisfacer sus apetencias sexuales y le pide a su amigo que le lleve al burdel que solían frecuentar; sin embargo, al sentirse frustrado por carecer del vigor sexual de otros tiempos, los dos amigos optan por franquear una farmacia y robar algunas drogas, entre ellas la de Viagra donde Val se extralimita consumiendo una cantidad excesiva de la misma; ciertamente; ése es uno de los momentos más graciosos del relato mostrando cómo las mágicas pastillas le robustecen sexualmente pero al precio de que posteriormente le produce un empacho que le lleva a que sea hospitalizado aunque por breves horas. Ya en plena noche y para seguir la jarana de los buenos tiempos, ambos amigos acudirán al hogar de ancianos donde Hirsch está residiendo a fin de disfrutar con él de una aventura nocturna utilizando un coche último modelo del cual Val y Doc se han apropiado demostrando que no han perdido los viejos hábitos.
La trama pierde su fuerza inicial en la segunda mitad pero el director Fisher Stevens le infunde interés gracias a la interacción lograda entre sus personajes y apelando en algunos casos al empleo de primeros planos para reflejar la dimensión psicológica de los mismos. Val, como el hiperactivo del grupo, encuentra en Pacino un actor ideal para asumirlo; una vez más, tanto en cine como en la incursión teatral que en estos momentos está realizando en Broadway (en la reposición de Glengarry Glen Ross), sigue volcando su dinamismo demostrando que no hay ocaso para un gran actor. También cabe distinguir la labor de Walken que a pesar de ser más contenida logra transmitir su desconcierto y patetismo frente a una misión que debe cumplir y en donde habrá de poner a prueba la lealtad y amistad hacia Val. Arkin, por su parte, logra demostrar que su Hirsch guarda aún la suficiente adrenalina para disfrutar del último soplo de vida.
Conclusión: Queda como balance una comedia nostálgica con personajes geriátricos que se hacen querer y con situaciones graciosas que aunque no todas alcancen un mismo nivel de eficacia, cumplen su misión de entretener gratamente.
Virginie Ledoyen y Diane Kruger en FAREWELL, MY QUEEN
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