HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Cristian Mungiu, autor de la excelente película 4 Months, 3 Weeks and 2 Days, ofrece otro remarcable trabajo con Beyond the Hills; el film es un minucioso estudio psicológico de la amistad entre dos jóvenes, dentro del marco de una historia donde la fe religiosa se entremezcla con el amor humano.
Lejanamente basado en un caso real acontecido en un monasterio de Moldovia en 2005, Mungiu desarrolla la acción en un remoto convento ortodoxo donde está recluida la joven Voichita (Cosmina Stratan), una devota novicia quien llegó al lugar después de no haber podido seguir viviendo en el orfanato que habitaba al cumplir los 18 años. El factor que pone en marcha el desarrollo del relato es el regreso de Alina (Cristina Flutur), quien habiendo estado viviendo por un tiempo en Alemania llega al convento para reencontrarse con Voichita quien había sido su amiga durante los años compartidos en el orfanato. El estado emocionalmente inestable y perturbado de la recién llegada unida a sus esfuerzos de convencer a la reticente Voichita para que deje el claustro en que habita para que juntas puedan viajar a Alemania, crean una situación inusual que altera la vida del convento. La negativa de su amiga a abandonar los claustros hace que Alina entre en un estado de desesperación perdiendo el control de sus actos para inmediatamente ser hospitalizada. Cuando posteriormente es dada de alta, al no tener donde vivir Alina permanece junto a Voilchita; allí trata de utilizar diferentes estrategias para convencerla en dejar el monasterio pero sin lograrlo; su conducta exaspera la paciencia del conservador sacerdote de la organización religiosa (Valeriu Andriuta) lo que conduce a acontecimientos que desembocan en una histeria colectiva con una tortura religiosa de trágico desenlace.
Además de enfocar el complejo vínculo de naturaleza lesbiana que vincula a las dos protagonistas del relato, el director presta también atención a las condiciones austeras y rudimentarias en que viven las monjas, enfrentando la falta de electricidad y de agua caliente, así como la aceptación de convivir bajo normas de estricto autoritarismo, donde los principios del libre pensamiento colisionan con inquebrantables tradiciones arcaicas imperantes.
Filmado con excelente naturalismo, cuenta con dos intérpretes excepcionales que obtuvieron en forma compartida el premio a la mejor interpretación femenina en el festival de Cannes del pasado año; tanto Stratan expresando con mínimos gestos la angustia espiritual que anima a su personaje así como Flutur transmitiendo la perturbación emocional del suyo, constituyen verdaderas revelaciones.
Mérito aparte merece la fotografía de Oleg Mutu captando el clima de desolación invernal del apartado lugar montañoso donde transcurre esta historia.
Conclusión: Mungiu reafirma su talentosa condición de realizador al propio tiempo que confirma la pujanza que va teniendo el cine rumano en el contexto internacional con obras de calidad como la presente.
OLYMPUS HAS FALLEN. Estados Unidos, 2013. Un film de Antoine Fuqua
Este es un típico film de acción que partiendo de una aceptable premisa inicial, al poco tiempo comienza a perder fuerza por su total falta de credibilidad con respecto a cómo el drama está expuesto.
El prometedor inicio presenta a Mike Banning (Gerard Butler) como agente del servicio secreto del Presidente de Estados Unidos, Benjamin Asher (Aaron Eckhart), con quien mantiene una muy amistosa relación. Sin embargo, cuando en una noche invernal y con plena nieve, el automóvil presidencial con Asher y su esposa (Ashley Judd) en su interior sufre un dramático vuelco, Banning viajando en un coche trasero apresuradamente se baja del mismo para tratar de auxiliarlos, logrando salvar al Presidente pero no así a su señora. Como consecuencia de la tragedia, y aunque Banning no es culpable de lo acontecido, es transferido a un cargo de menor responsabilidad en el Departamento del Tesoro y por lo tanto alejado del primer mandatario.
Tras el prólogo descripto, la acción se desplaza un año y medio después, en momentos en que uno se impone por la televisión sobre la alta tensión existente entre Corea del Norte y Corea del Sur. En esos momentos, Asher recibe en su despacho de la Casa Blanca al embajador de Corea del Sur; en el transcurso de las conversaciones preliminares, se produce un desmesurado ataque aéreo que parte en dos al Monumento de Washington en tanto que por tierra las ametralladoras de terroristas norcoreanos disfrazados de turistas van cobrando decenas de víctimas: el grupo liderado por un despiadado jefe (Rick Yune) tiene como objetivo invadir la mansión presidencial y secuestrar al Presidente. La violencia desplegada se traduce en una verdadera carnicería humana durante los 20 minutos que dura el ataque.
Frente a esta situación límite, el servicio de seguridad traslada al Presidente y su personal más cercano juntamente con el embajador a un refugio subterráneo, pero la maniobra es inmediatamente descubierta por los terroristas quienes asesinan al diplomático y toman como rehenes a Asher, al Vicepresidente (Phil Austin), a la Secretaria de Defensa (Melissa Leo) y a otros altos funcionarios allí presentes. Cuando Banning se entera de la situación reinante, decide dirigirse de inmediato hacia la Casa Blanca, a la que llega completamente indemne a pesar de tener que atravesar el fuego de las ametralladoras.
Frente a la dramática situación el Portavoz de la Cámara de Representantes (Morgan Freeman) asume interinamente la presidencia. Durante una larguísima jornada que se extiende por 24 horas, el intrépido Banning tratará de ubicar al hijito del Presidente (Finley Jacobsen) escondido en la Casa Blanca, trasladarlo a un lugar seguro, cooperar con el Presidente en ejercicio informándole de lo que está sucediendo, eliminar todas las barreras de fuego que se le interponen en el camino y, sobre todo, rescatar con vida al Presidente de la Nación.
Cómo se puede desprender de este film, el ex agente caído en desgracia se convierte súbitamente en un omnipotente y superpoderoso héroe capaz de enfrentar por sí sólo y vencer a una multitud de terroristas armados hasta los dientes. Por lo descripto y por muchos otros detalles que conviene no revelar, uno no puede dejar de asombrarse de cómo es posible concebir una historia con tan poco asidero real para suponer que los servicios secretos o la fuerza militar americana puedan actuar con tanta torpeza. Si bien un intento de invadir la mansión presidencial no es algo completamente desechable después de lo que el mundo presenció en septiembre de 2001, lo que resulta altamente cuestionable es la forma en que esta historia está implementada al ser sustraída de un marco aceptablemente realista.
Los actores se toman muy a pecho los roles que interpretan; lástima que los diálogos banales que deben mantener y las frecuentes frases clichés (“Los Estados Unidos no negocia con terroristas”) que surgen del guión de Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt no resulten muy soportables. En cambio merece destacarse el magnífico trabajo logrado en la reproducción fidedigna de la Casa Blanca y sus aposentos interiores convertidos en campo de batalla así como también los exteriores de la Avenida Pennsylvania al 1600 donde está ubicada.
Conclusión: Un film de acción, extremadamente violento y de pedestre imaginación que incluye un típico discurso final de artificioso tono patriótico.
THREE WORLDS (Trois mondes). Francia, 2012. Un film de Catherine Orsini.
El sentimiento de culpa que tantas veces ha sido tratado tanto por la literatura como por el cine, constituye el tema central de Tres Mundos, un muy buen drama de suspenso psicológico de connotaciones sociales.
La directora Catherine Orsini co-autora del guión escrito con Benoît Griffin presenta el caso de Al (Raphaël Personnaz), un joven de humilde origen que logró abrirse paso para llegar a desempeñar una posición gerencial en una importante concesionaria de automóviles y próximo a ser promovido al máximo cargo de la empresa. A solo diez días de casarse con Marie (Adèle Haenel), la hija del dueño (Jean-Pierre Malo) del establecimiento, nada le hace sospechar de la mala jugada que le tiende el destino. Después de una noche de parranda con exceso de bebida junto a dos amigos y compañeros de trabajo, en el camino de regreso atropella con su coche a un individuo; presa del temor y en parte influido por sus amigos, en lugar de socorrerlo lo deja herido huyendo del sitio. Aunque el grupo decide mantener silencio, la culpa corroe hondamente a Al, consciente de haber procedido en forma irresponsable y cobarde.
De ahí en más el relato va adquiriendo mayor densidad en la medida que Al ignora que en la noche del accidente una joven mujer, Juliette (Clotilde Hesme), desde el balcón de su casa observó lo ocurrido y que inmediatamente trató de auxiliar a la víctima para después entrar en contacto con su esposa Vera (Arta Dobroshi), una mujer indocumentada de Moldavia.
Lo descripto es solamente el comienzo de la pesadilla que va adquiriendo el carácter de un thriller cuando Al, por imperio de imprevistas circunstancias que resultaría indiscreto relatar, se vinculará con Juliette y posteriormente con Vera.
Siendo demasiado riguroso uno podría encontrar ciertas situaciones no completamente plausibles pero en todo caso está muy bien descripto la personalidad de Al y el modo cómo la culpa lo va afectando y conduciendo a un punto de no retorno. No menos importante es la connotación social que adopta el relato con relación a los tres mundos a que alude el título; así se ilustra el de Al, el de la clase privilegiada a la cual pertenecen su novia y futuro suegro y finalmente el de Vera con las dificultades propias en su condición de inmigrante ilegal.
La actuación general es irreprochable; Personnaz transmite muy bien las emociones inmovilizantes y destructivas de su personaje, Hesme también se destaca como la joven indecisa de actuar frente a lo que su conciencia le señala por conflictos de sentimientos en tanto que Vera infunde intensidad a una mujer que sin su marido inesperadamente se encuentra totalmente desprotegida.
Conclusión: A pesar de que el film es narrado en forma convencional la realizadora ha logrado que el espectador se sienta gratamente atrapado por el mismo desde el principio hasta su convincente desenlace.
ADMISSION. Estados Unidos, 2013. Un film de Paul Weitz
Aunque dispone de los elementos necesarios para llegar a interesar; Admission resulta deslucido por no encontrar el tono justo en su narración medianamente monótona y porque además cuenta con un guión demasiado salpicado que no logra el objetivo propuesto.
Tina Fey anima a Portia Nathan, una empleada del departamento de admisiones de la Universidad de Princeton que se ocupa de revisar las solicitudes que le hacen llegar los postulantes que aspiran a estudiar en la prestigiosa institución.
En ese cargo compite con su colega Corinne (Gloria Reuben); cada una de ellas trata de hacer méritos para ocupar la jefatura del departamento teniendo en cuenta que en poco tiempo más se retirará su actual titular (Wallace Shawn) quien deberá elegir a una de las dos mujeres para sucederle en su cargo.
Al propio tiempo, en una visita que Portia efectúa a una escuela secundaria, se encuentra con John Pressman (Paul Rudd), un profesor local y antiguo compañero de estudios de la universidad de la joven. Cuando él le pide que considere en forma especial la solicitud de ingreso a Princeton de Jeremiah Balakian (Naat Wolff), un prodigioso estudiante autodidacta aunque sin antecedentes académicos que le favorezcan, Portia se encuentra conmocionada al enterarse de que ese muchacho sería el hijo a quien ella había entregado en adopción al momento de nacer.
En papel escrito, la historia resulta más interesante de lo que es; en los hechos, el relato se diluye introduciendo personajes que no agregan elementos importantes a la trama central. Así, tanto la presencia del compañero de muchos años de Tina (Michael Sheen) que súbitamente la abandona, la presencia de su madre excéntrica (Lily Tomlin), o bien las muy tibias escenas románticas que mantiene con John, distraen del problema central que el film plantea.
Lo más importante de esta historia es mostrar hasta qué punto Portia está dispuesta a quebrantar los rígidos códigos de admisión de la universidad para que la solicitud de su supuesto hijo sea aceptada, con los problemas morales que el hecho conlleva por ciertas maniobras “non sanctas” realizadas. Pero tanto este asunto como las razones que motivaron a que ella quedase liberada de la responsabilidad de hacerse cargo de su bebé a su nacimiento, no generan emoción alguna; lo que se contempla es una desdibujada comedia dramática sin drama ni humor alguno.
Conclusión: Excepto algunos detalles de interés sobre la responsabilidad que atañe a un departamento de admisiones para aceptar o rechazar las solicitudes de los postulados, el film carece de fuerza contagiosa al no existir personajes atractivos, interpretaciones trascendentes o un guión cohesionado que logre atraer.
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