HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
2 GUNS. Estados Unidos, 2013. Un film de Baltasar Kormakur
Aunque el director islandés Baltasar Kormakur ha realizado buenos filmes en Islandia, su incursión por el cine americano no ha sido tan exitosa a juzgar por Contraband (2012) y ahora con 2 Guns. Se trata de un film de acción decididamente mediocre que adoptando el tono de comedia de suspenso, carece de humor y dista de producir una intriga que genere misterio.
Basado en una serie de novelas gráficas de Steven Grant, el guión de Blake Master presenta a Robert “Bobby” Trench (Denzel Washington), un oficial de la inteligencia naval americana y a Marcus “Stig” Stigman (Mark Wahlberg), un agente del Departamento de Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Ambos, actuando encubiertamente y sin que ninguno de los dos conozca la identidad del otro, deben cumplir con la misión de defenestrar un cartel de narcotráfico mexicano liderado por el Señor de la droga Papi Greco (Edward James Olmos).
Para cumplir su misión, Bobby y Stig deben asaltar un banco donde Greco tiene 3 millones de dólares guardados en la caja de seguridad; prontamente quedarán sorprendidos cuando llegan a comprobar que la suma alcanza a 43 millones de dólares, ignorando que el monto excedente involucra a un funcionario de la CIA (Bill Paxton). De ahí en más, este dúo se encontrará en apuros al verse perseguido por la CIA, así como por la DEA debido a que el superior de Stig (James Marsden) ha tratado de traicionarlo; además se agrega la amenaza latente de Greco y sus secuaces. .
Lo que sigue no es más que una sucesión de enredos innecesarios, confusión premeditada en la narración para hacerla supuestamente más compleja y, claro está, no falta la dosis de violenta acción que se impone en los filmes del verano, aunque en este caso no produce tensión alguna. En lo que concierne a la nota romántica, si así puede llamársela, allí está Paula Patton animando a la amiga colega de Bobby con quien éste mantiene relaciones, aunque ella tenga un segundo amigo de repuesto.
Con una convulsionada y anémica trama, personajes poco atractivos y secuencias ridículamente absurdas, Kormakur no logra crear situaciones hilarantes y lo más objetable es que sus dos personajes principales que se ven obligados a trabajar juntos para salvar sus pellejos, distan de crear la química necesaria que se suele producir en este tipo de relatos porque cada uno desconfía del otro.
Conclusión: Un pedestre relato de acción, a pesar de contar en su elenco a muy buenos actores como Denzel Washington y Edward James Olmos que aquí desperdician su talento.
THE ACT OF KILLING. Dinamarca-Noruega-Gran Bretaña, 2012. Un film de Josh Oppenheimer
Posiblemente sea el documental más audaz, sorprendente y al mismo tiempo uno de los más dolorosos que el cine haya brindado. Si bien el genocidio de la Segunda Guerra Mundial y el de varios otros perpetrados después han sido testimoniados cinematográficamente, siempre han sido enfocados desde la mira de las víctimas sobrevivientes. En este caso El Acto de Matar recoge el testimonio de quienes los han perpetrado y las confesiones son realizadas como si se tratase de una proeza donde los salvajes asesinos son considerados poco menos que héroes. Por las razones apuntadas, este documental capta la atención constante del público pero al propio tiempo causa una profunda indignación y pena al demostrar el nivel más bajo y vil hasta donde el género humano puede llegar.
Pasando revista a uno de los capítulos más oscuros de Indonesia como país independiente, los acontecimientos narrados se centran en el genocidio que tuvo lugar en 1965 cuando el gobierno del presidente Sukarno fue objeto de un golpe de estado que llevó al general Suharto a controlar el poder. Es allí donde comenzaron a actuar los escuadrones paramilitares de la muerte con el objetivo de liquidar a los considerados sospechosos “comunistas” como así también a la minoría étnica china. Para exponer la masacre, donde por lo menos medio millón personas sucumbieron, el realizador Josh Oppenheimer recurre a entrevistas realizadas a ciertos verdugos que lejos de haber sido encarcelados, están libres y entusiastamente dispuestos a ilustrar con lujo de detalles sus actos criminales como así también de recrear dramáticamente los asesinatos.
Entre los entrevistados se destaca netamente Anwar Congo, un septuagenario cuyo físico paradójicamente se asemeja al de Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz. Congo no tiene reparo alguno para vanagloriarse de las hazañas de haber torturado y matado a miles de comunistas. Utilizando un tono de humor surrealista que llega causar un profundo repudio a quien lo escucha, no tiene ninguna objeción en manifestar la forma de haber ejecutado a sus víctimas; tratando de evitar el derramamiento de sangre por el “olor” que despide y para hacerlo más limpio muestra cómo empleaba una cuerda adherida a la nuca de la víctima que al irla estirando provocaba su asfixia y muerte instantánea. Complementando esta información, algunos de los otros verdugos tampoco tienen empacho alguno para referirse a los actos de violencia y asesinato de chicas menores de edad cometidos y/o bien cómo uno de ellos mató al padre de su amiga china.
El momento de mayor revulsión del relato es cuando Oppenheimer filma la transmisión de un programa televisivo donde ante un público que lo aplaude como héroe, Congo se jacta de su pasado de gangster y respondiendo a las preguntas de la periodista que lo entrevista, señala que para cometer sus crímenes en parte se inspiró en las películas de los gangsters del cine americano así como en actores a quienes mucho considera como el caso de John Wayne y Marlon Brando; precisamente esos filmes de Hollywood llegaron a apasionarlo e incluso le brindaron un placer mayor que el de matar a comunistas. Esos comentarios son aplaudidos por el público asistente como si Congo fuese una figura célebre del mundo del espectáculo.
Lo más extraño e increíble del documental se produce casi al final cuando Congo manifiesta al director haber tenido pesadillas acosándolo en los momentos en que mataba a sus víctimas. Más aún cuando en una recreación dramática él actúa como una de las víctimas, señala que sufre de miedo frente a una muerte inminente y que puede comprender de este modo a quienes él mató; Oppenheimer le retruca diciéndole que su miedo jamás puede compararse al de sus víctimas dado que ellas sabían que indefectiblemente estaban condenadas a morir en tanto que él sabe que está actuando en una película.
No se sabe si los atisbos de remordimiento de conciencia de Congo son auténticos como en ningún momento esa suerte de “mea culpa” llega a emocionar al espectador. Por el contrario, las confesiones de estos crueles asesinos que caminan con plena libertad en Indonesia y que poco menos son considerados como héroes salvadores del comunismo, llegan a repeler y perturbar profundamente el ánimo del público.
Conclusión: Un documento cruel y doloroso que parece haber sido extraído de algunas de las páginas más oscuras del medioevo presentando a crueles asesinos de nuestra época que gozan de completa impunidad y con una opinión pública que los apoya al glorificar las atrocidades por ellos cometidos.
CRYSTAL FAIRY. Chile, 2013. Un film escrito y dirigido por Sebastián Silva
Sebastián Silva, realizador de La Nana (2009), retorna con un film de tono completamente diferente y aunque transcurre en escenarios chilenos la mayor parte del metraje es dialogado en inglés.
El conocido actor Michael Cera anima a Jamie; se trata de un joven americano turista que se encuentra de visita en Chile y es un obsesionado por las drogas. Al comenzar la historia es invitado a una fiesta junto con sus 3 amigos chilenos, Champa (Juan Andrés Silva), Lel (José Miguel Silva) y Pilo (Agustín Silva) que también son hermanos entre sí; allí no desperdicia la ocasión de beber, saborear la marihuana y aspirar la cocaína que lo habrá de mantener en un estado eufórico y energético. Precisamente, durante esos momentos “high” vividos después de su inhalación, traba relación con una hippie de San Francisco que responde al curioso nombre de Crystal Fairy (Gaby Hoffmann), a quien invita a efectuar al día siguiente un viaje al norte del país junto con Champa, Lel y Pilo.
Dentro de un guión notoriamente improvisado la trama descansa en el viaje de los cinco personajes mencionados, aunque fundamentalmente son Jamie y Crystal Fairy los que originan el débil conflicto dramático del relato. Los dos compatriotas americanos no simpatizan mucho, no tanto por la actitud de esa chica de libre espíritu e inclinada a la meditación, sino más bien por parte de Jamie quien demostrando una actitud egoísta y poco agradable con su intención de dominar sutilmente al grupo, ve en ella a una supuesta antagonista y es así que se deleita realizándole pesadas bromas.
El propósito del viaje, sobre todo para Jamie, es tratar de localizar el cactus de San Pedro que contiene mezcalina y poder experimentar el efecto de la misma; después de algunos tropiezos que el grupo encuentra en la ruta donde nadie que lo posee está dispuesto a venderlo, el americano se las ingenia para apropiarse en forma clandestina de la mágica planta.
Al llegar a una playa solitaria los viajeros cocinan el cactus y luego de extraerle el alcaloide contenido consumen el líquido generado; al poco tiempo, los efectos se hacen sentir en cada uno de ellos, donde Jaimie comienza a perder control de sí mismo en tanto que la joven comienza a deambular desnuda por la zona desértica. Desaparecida la euforia sobreviene un raro momento de intimidad donde la joven californiana a través de un monólogo vuelca algunos aspectos traumáticos de su pasado que conmueven a Jaimie y en donde queda abierto el camino de la reconciliación entre ellos.
En realidad no es mucho lo que acontece en el film y al final del relato es ínfimo lo que queda retenido en la memoria del espectador. Eso es debido a la personalidad neurótica de Jaimie y la poca simpatía que despierta en general, lo que magnificado por su obsesión por las drogas, lo convierten en una persona poco grata; en cuanto al personaje de Crystal Fairy, de naturaleza liberal, relajada y espontánea, resulta más interesante de contemplar, pero dentro del contexto de una esquemática trama que no llega a trascender a pesar de la muy buena interpretación brindada por Hoffmann. Los hermanos chilenos están débilmente delineados y prácticamente lo que se aprecia es la presencia física de los mismos pero sin ningún aporte caracterológico.
Aunque el relato adopta la forma de “road movie”, el recorrido no ofrece situaciones que pudiesen ilustrar algunos rasgos culturales de la región a medida que se la va recorriendo. Apenas se vislumbra una escena de un vendedor de empanadas y otra donde el grupo visita brevemente la casa de una señora chilena a quien trata de convencer que le venda el cactus de la droga; en todo caso, nada aporta sobre la idiosincrasia de quienes viven alejados de los centros urbanos de Chile.
Conclusión: Con cierto humor proveniente de algunas situaciones absurdas, queda como balance un film de poca sustancia y sin emoción.
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