HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
No resulta extraño que Clint Eastwood decidiera abordar el género musical con Jersey Boys si se tiene en cuenta que ya había incursionado en el mismo con Bird (1988) enfocando la turbulenta vida del gran músico de jazz Charlie “Bird” Parker, además de haber compuesto la música de varias de sus películas (Mystic River, Million Dollar Baby, J. Edgar). Basado en la obra musical de Broadway del mismo nombre de 2005 -ganadora de 4 Tonys incluyendo al de mejor musical- el film se centra en la leyenda de The Four Seasons, uno de los grupos musicales de rock más destacables de la década de los años 60, liderado por el cantante Frankie Valli.
Eastwood decidió utilizar el tradicional esquema biográfico apelando al factor nostalgia de una época dorada previa al desembarco británico de los Beatles y a la riqueza musical contenida en las numerosas interpretaciones que dieron fama al conjunto. El libro cinematográfico de Marshall Brickman y Rick Elice -también los responsables del musical de Broadway- se refiere a la génesis de la agrupación, su evolución, disolución y posterior reencuentro después de varios años de separación a través de un período de aproximadamente tres décadas a partir de los años 50.
El relato pasa revista a la constitución del grupo integrado por muchachos italo- americanos de New Jersey de humilde origen que pudieron abrirse camino para llegar a ser famosos y ricos. Entre los mismos se encuentran Frankie Valli (John Lloyd Young) destacándose como vocalista por su poderosa voz falsete, Tommy DeVito (Vincent Piazza) quien además de tocar guitarra utiliza su voz de barítono, Bob Gaudio (Erich Bergen) en su carácter de compositor y pianista con voz de tenor, y Nick Massi (Michael Lomenda) tocando el contrabajo y desempeñándose como bajo.
A través de múltiples narraciones efectuadas por cada uno de los miembros de la agrupación, el relato fundamentalmente enfoca a Frankie y Tommy. En el caso de Valli se aprecia cómo forjó su carrera artística al precio de dejar a un lado a su familia y posteriormente sufrir la pérdida de una hija por sobredosis de drogas. En lo que concierne a Tommy se muestra sus correrías delictivas de adolescente protegido por un benevolente gangster local (Christopher Walken), la gran amistad que lo vinculó a Frankie y posteriormente como fundador de la banda estimulándolo a participar en la misma. Curiosamente, en el momento de mayor apogeo del conjunto, DeVito crea la tensión del mismo al recelar a su amigo por la enorme popularidad que adquiere y por el especial vínculo profesional que mantiene con Bob; no menos grave es que en su carácter de administrador del grupo, Tommy contrae una considerable deuda con la mafia, colocando al grupo en una situación delicada, lo que obliga a Frankie a cancelar el monto adeudado. En última instancia, las rivalidades emergentes, los celos profesionales y los conflictos de intereses personales conducen a la disgregación de la banda.
Si bien el film está correctamente realizado la crónica de Eastwood recorriendo los senderos clásicos de otras biografías no logra todo el aliento y envergadura dramática que permita una mayor identificación con los momentos vividos por los integrantes del conjunto, en parte debido a una incompleta caracterización de los personajes.
A pesar de las observaciones anteriores, el realizador ha logrado sólidas actuaciones del elenco, sobre todo en lo que concierne a la interpretación de Piazza así como a la de Young quien también tuvo a su cargo el mismo rol de Frankie en la original versión musical de Broadway y por la que ha sido premiado con un Tony.
Mención especial merecen los números musicales compuestos por Bob Gaudio con letra del productor Bob Crewe, que contribuyeron al gran éxito de Frankie Valli y The Four Seasons; entre los mismos se destacan los conocidos temas de “Walk like a Man”, “Sherry”, “Cry For Me”, “Big Girls Don’Cry” y sobre todo la encantadora canción “Can’t Take My Eyes Off of You”.
Conclusión: Aunque imperfecta y sin agregar algo diferente de lo que la comedia de Broadway ofrece, esta biografía musical es agradable de ver por sus pegadizas y melódicas canciones, el entusiasmo volcado por sus actores y su elegante producción.
IDA. Polonia, 2013. Un film de Pawel Pawlikowski
En escasos 80 minutos el director Pawel Pawlikowski ofrece uno de los mejores dramas polacos de los últimos años. Adentrándose en la vida de una joven en procura de hallar su identidad, Ida es unfilm sublime que a través de su sencilla trama permite que el espectador reflexione sobre el devenir histórico de Polonia durante el siglo pasado.
La acción se ubica en 1962 y sus primeras imágenes exhiben un convento donde las monjas están sujetas a una estricta disciplina, producto de la naturaleza de la iglesia católica de esa época. Allí se encuentra Anna (Agata Trzebuchowska), una chica huérfana cuya corta existencia la pasó en ese claustro y que está próxima a tomar los hábitos. Para probar su fe, la madre superiora quiere que previamente ella salga al mundo exterior para visitar a su única pariente viva que reside en Lodz.
El encuentro de la inocente novicia y la desengañada tía Wanda (Agata Kulesza) es altamente contrastante. Cuál será la gran sorpresa de la joven cuando Wanda cínicamente la alude como “la monja judía”; de ese modo Anna se entera de que su verdadero nombre es Ida y que sus padres judíos murieron asesinados cuando Alemania ocupó el país durante los trágicos años de la Segunda Guerra Mundial.
De allí en más tía y sobrina emprenden un viaje hacia una pequeña aldea donde sus padres fueron albergados en una granja campesina de una familia católica hasta que fueron aniquilados y enterrados en ese lugar. Llegar a imponerse de estos hechos constituye para Ida toda una revelación y un natural estremecimiento emocional al constatar la existencia de un mundo cruel y completamente alejado de la realidad que vivió hasta el presente en el convento.
A través del recorrido efectuado por ambas mujeres queda reflejado la conducta ambigua del pueblo polaco que si por una parte pudo haber demostrado una actitud perseverante resistiendo el oprobio nazi, por la otra también muchos de sus habitantes no judíos colaboraron con el régimen, ya sea para protegerse o por antisemitismo. Al propio tiempo el film denota la ambigüedad moral de la conducta humana tomando como referencia el personaje de Wanda; ella, que como judía sufrió los avatares del holocausto, al convertirse en acérrima estalinista del régimen comunista actuando como jueza no tuvo reparos en condenar a la muerte a personas opuestas al sistema.
Además del contexto político el film adquiere una dimensión religiosa cuando el escepticismo de Wanda trata de crear a su sobrina dudas sobre la existencia de Dios en función de lo que ella ha venido aprendiendo de este viaje; de este modo, el remarcable guión del realizador escrito con Rebecca Lenkiewicz obliga a que Ida deba optar entre su condición de judía o bien retornar a la iglesia católica que la salvó de morir.
Mediante mínimos diálogos y con una estética austera y depurada, Pawlikowski ha logrado un documento profundamente humano que cala hondamente en el espectador. Al propio tiempo, el film es igualmente meritorio por las maravillosas caracterizaciones que sus dos intérpretes centrales han logrado de sus personajes; Trzebuchowska registra magníficamente la inocencia perdida de un ser puro y angelical descubriendo un mundo perverso, en tanto que Kulesza vuelca magníficamente la naturaleza de una persona cínica y moralmente desesperanzada cuyos vaivenes emocionales la inducen finalmente a adoptar una drástica decisión fatal.
En los aspectos formales la lograda fotografía en blanco y negro de Lukasz Zal y Ryszaard Lenczewski capta la atmósfera grisácea y lúgubre de una nación que después de la trágica experiencia del conflicto bélico queda sometida a los avatares de un régimen agobiante.
Conclusión: Un excelente drama polaco abordando los coletazos emocionales de la Segunda Guerra.
I’LL FOLLOW YOU DOWN. Canadá, 2013. Un film escrito y dirigido por Richie Mehta
La exploración científica sobre la posibilidad de viajar en el tiempo en forma retrospectiva es abordada por el director y guionista Richie Mehta en un relato que a pesar de su buen comienzo se debilita a mitad de camino al adoptar vueltas entreveradas y carentes de lógica.
La historia comienza en el año 2000 contemplando a una familia feliz integrada por Gabriel (Rufus Sewell), su esposa Marika (Gillian Anderson) y el pequeño hijo Erol, viviendo en la ciudad de Toronto. Gabriel que se desempeña como físico debe realizar un viaje profesional a la Universidad de Princeton en los Estados Unidos por un par de días. Cuando madre e hijo se dirigen al aeropuerto para aguardar su regreso, el hombre no aparece. A la inquietud inicial, surgen las averiguaciones pertinentes donde aparentemente el ausente no abandonó el hotel donde se alojaba aunque tampoco se encuentra allí. A medida que pasan los días y las semanas sin lograr tener noticias de su paradero, Marika y su hijo experimentan una gran pena y dolor al quedar desintegrado el idílico hogar.
La acción inmediatamente se desplaza a 2012 donde Erol (Haley Joel Osment), un adulto de 21 años, decidió seguir la carrera de físico, como su padre lo ha sido, siendo un brillante estudiante. Manteniendo una relación sentimental firme con Grace (Susanna Fournier) con quien piensa casarse, su vida transcurre en un estado de constante preocupación porque su madre, que nunca pudo recuperarse de la pérdida de su amado esposo, se encuentra en un estado de dramática depresión que finalmente la lleva a suicidarse.
Dicho lo que antecede, la trama adopta un giro completamente inesperado cuando Sal (Victor Garber), el abuelo de Erol que es un eminente científico, le revela a su nieto una teoría sobre lo que pudo haber pasado con Gabriel; según la misma, él efectuó un viaje hacia el pasado ubicándose en 1946 para visitar a Albert Einstein y resultó asesinado como consecuencia de un asalto. De allí, Sal invita a Erol para que juntos puedan rectificar lo ocurrido en el pasado a fin de hacer regresar a su padre sano y salvo al año 2000. De allí en más, el joven se empecina en efectuar una travesía en el tiempo para ubicar a su padre y lograr su objetivo.
Ciertamente resulta racionalmente difícil aceptar la propuesta planteada, pero uno podría adentrarse en la misma si acaso las explicaciones tuvieran algún asidero mínimamente congruente. Lo que sigue es en esencia una serie de situaciones poco plausibles donde a medida que avanza el metraje se asiste a complejas y aburridas discusiones pseudo científicas entre abuelo y nieto de las cuales el espectador no tiene idea sobre lo que se afirma, si acaso existe algún fundamento plausible. El desenlace, que obviamente no habrá de revelarse, es totalmente descabellado.
Las interpretaciones son genuinamente naturales, sobre todo las de Osment y Anderson, pero están al servicio de un tema que aunque metafísicamente pueda resultar interesante de ser considerado, tal como está planteado resulta altamente desconcertante, sobre todo porque el realizador no intenta brindar un relato de ciencia ficción sino un drama realista para nada convincente.
Conclusión: un film que en principio intriga pero finalmente resulta frustrante.
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