INMIGRANDO A CANADA
INMIGRANDO A CANADA
Por Vilma Filici
filici@filici.com
TORONTO. Durante este verano he estado dando clases sobre inmigración en una escuela privada, y desde el primer día me di cuenta que debía tener muchísimo cuidado con lo que decía. Esto, por la marcada división de estatus migratorio que existe dentro de la clase, lo cual es obviamente un fiel reflejo de la realidad canadiense.
Entre los estudiantes hay ciudadanos canadienses y permanentes residentes, personas que se encuentran en el país con permiso de estudio y otras que no tienen un estatus migratorio. Hay también personas que son extremadamente racistas, otras tolerantes de los inmigrantes y de la diversidad que conlleva, así como también progresistas que creen en los derechos humanos y el respeto a todas las culturas y personas.
A la clase asiste también un sindicalista que si bien es progresista y tiene mucho respeto por los derechos humanos, se preocupa por la pérdida de posibilidades de empleo de los trabajadores ciudadanos canadiense y residentes permanentes, dado que cree que los trabajadores temporales de alguna manera vienen a quitarles el empleo.
Entre los estudiantes también hay refugiados que todavía no tienen residencia permanente, tengo un estudiante internacional que entre sus planes está estudiar, trabajar y luego solicitar la residencia en el país, una persona que fue policía y que ahora está estudiando para ser consultora de inmigración o paralegal en casos de inmigración, así como también hay un par de jovencitas madres solteras que creen que los inmigrantes son mejor tratados que los ciudadanos canadienses. Obviamente también asisten muchos inmigrantes recién llegados al país.
El primer día de clases fue muy interesante porque se dio una discusión filosófica sobre cuáles son las ventajas que traen los inmigrantes al país, y las desventajas para Canadá. Pero en un momento dado tuve que parar el ejercicio porque prácticamente se estaba tornando en una guerra civil. Nunca antes había sucedido en mi clase que los estudiantes vieran tantos factores negativos a la inmigración.
Algunos de los factores positivos fueron el impulso a la economía, la diversidad de culturas que llegan al país, el talento y las habilidades de las personas que vienen, etc. Yo traté en algún momento de hablar sobre la necesidad de sangre y trabajadores nuevos para mantener la economía, pero a alguien me respondió que no era necesario porque había suficientes trabajadores en el país y que si no podíamos hacer el trabajo aquí lo podíamos enviar a otros lugares. Ante esto, el sindicalista dijo que eso les quitaba posibilidades a los trabajadores canadienses.
Luego comenzamos a hablar de las desventajas, y estas superaban totalmente las ventajas de la inmigración. Obviamente las personas que se sentían más seguras para hablar eran los ciudadanos canadienses nacidos en el país, y entre sus comentarios dijeron que con la inmigración aumenta el crimen, algo que es completamente falso. Otra persona dijo que le quitan trabajos a los ciudadanos y residentes permanentes, agregando que los inmigrantes se van a asistencia social y le cuestan mucho dinero a quienes pagan impuestos, que no aprenden el idioma. Otro dijo que los inmigrantes entran al país y luego traen a otras 20 personas más, etc., etc., etc.
En un momento dado algunos de los inmigrantes en la clase comenzaron a rebatir todas estas percepciones y se comenzó a crear una atmosfera bastante tensa en la clase, donde el debate estaba pasando a convertirse en una pelea.
Fue una situación complicada en la cual los estudiantes que prácticamente estaban siendo atacados, que eran la mayoría, comenzaron a cambiar sus expresiones faciales ante lo que prácticamente eran ataques racistas. Sutilmente cambié el tópico, y la normalidad volvió a la clase.
Días después, a medida iba avanzando la materia y comenzaba a halar sobre los programas de inmigración y cómo están funcionando, fue interesante notar cómo las mismas personas que al inicio habían atacado a los inmigrantes empezaron a hacer otro tipo de planteamientos, diciendo que esas medidas no eran justas.
Por ejemplo, cuando hablamos sobre los estudiantes internacionales y les expliqué que en enero del próximo año va a cambiar el programa y que ya no van a tener la seguridad de que cuando terminen sus estudios, comiencen a trabajar y hagan su solicitud de residencia permanente la van a obtener, una de las personas que al principio estaba más en contra de la inmigración dijo que eso era totalmente injusto. Argumentó que estas personas llegan al país con un plan bien definido, gastan una enorme cantidad de dinero y no es correcto que después no se les deje obtener la residencia permanente.
En otro momento, hablando de los trabajadores temporales, y específicamente de quienes vienen como trabajadores poco calificados, expliqué que a ellos no se les permite obtener la residencia permanente. Aquí, otra de las personas que también al principio había hablado en contra de la inmigración, dijo que eso era injusto porque se les permitía venir a trabajar, pagan impuestos, pagar pensión, todo lo que cualquier trabajador paga, y después no se le permite hacer el trámite para la residencia permanente.
Una situación similar sucedió cuando hablamos de inadmisibilidad a Canadá, y específicamente de criminalidad. Cuando expliqué que si un residente permanente comete un crimen y se le dan más de seis meses de cárcel, tiene un 99.9 por ciento de seguridad de que va a ser deportado, dado que pierde su derecho a una apelación ante la Corte de Apelaciones de Inmigración, y también porque si pide una revisión ante la Corte Federal se la van a rechazar.
Les dije que esta persona va a ser deportada sin importar a qué edad vino a Canadá, y quedé sorprendida cuando la estudiante que fue policía dijo que eso era totalmente injusto, porque significa que un ciudadano canadiense puede cometer un crimen, como por ejemplo matar a alguien, y jamás va a ser deportado; pero un residente permanente, por un crimen, por cualquier estupidez que lo lleve seis meses a la cárcel, no solamente tendrá que servir su pena encerrado sino que también va a ser deportado.
Definitivamente ha sido una experiencia interesante. A pesar de que el primer día me asusté un poco y me sentí incomoda, a medida que las clases van avanzando me doy cuenta que al principio muchos estudiantes hablaron desde su ignorancia, es decir, que no tenían la menor idea de cómo funciona el sistema de inmigración, de lo que es un inmigrante, y de los sacrificios que hacen los inmigrantes para venir a Canadá y obtener la residencia permanente.
Pero luego, me dio mucha esperanza el ver que las reacciones positivas a favor de la inmigración están surgiendo a través de los días, cuando van aprendiendo cómo es que funciona el sistema migratorio canadiense.
No hay duda que la clase es un microcosmos de la sociedad canadiense, y por tanto, tengo la esperanza de que si logramos educar a la comunidad canadiense e inmigrantes ya establecidos en términos de lo que son los procesos migratorios y los sufrimientos por los que pasan las personas que quieren obtener la residencia permanente en Canadá, ya sean refugiados, estudiantes, trabajadores, patrocinios, etc., talvez se pueda cambiar este sentimiento que actualmente existe en contra de la inmigración, ese sentimiento de intolerancia del que somos objeto muchos de los inmigrantes en Canadá.
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