HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Xavier Dolan entrega con Mommy el trabajo más logrado de su corta y prolífera carrera que le valió obtener en el último Festival de Cannes el Premio del Jurado. Con solo 25 años de edad y con su apreciable currículum, el joven realizador da muestra de una gran imaginación y capacidad al momento de concebir sus historias. Aquí, tal como lo hiciera con su ópera prima J’ai tué ma mère (2009), vuelve a enfocar la relación entre un hijo y su madre aunque en este caso vuelque más su simpatía y comprensión a la figura materna.
El relato filmado en formato 1:1, originando un encuadre vertical en lugar del acostumbrado horizontal, transcurre en 2015 en un lugar ficticio de la provincia de Quebec donde se acaba de adoptar una ley que permite que los padres puedan internar a hijos con graves problemas de conducta. Eso es lo que acontece con Steve (Antoine-Olivier Pilon), un adolescente de 15 años que padece de un trastorno de comportamiento que lo vuelve hiperactivo, impulsivo y con déficit de atención y que residiendo en un centro especializado las autoridades no pueden seguir manteniéndolo después de haber provocado un incendio en la cafetería del establecimiento; eso motiva a que Diane (Anne Dorval), su madre monoparental con problemas económicos, tenga que hacerse cargo del mismo; sin embargo, la forzada cohabitación dista de ser armoniosa alcanzando algunos momentos de inusitada violencia.
A través del gran esfuerzo de amor y comprensión hacia un hijo con el cual es prácticamente imposible convivir, Dolan demuestra de qué forma siempre puede alentarse algún gesto de compasión en esa relación simbiótica de amor y odio de estos dos personajes. A los efectos de otorgar a su relato una mayor envergadura dramática, el director introduce la figura de Kyla (Suzanne Clement), una noble vecina que es profesora y un poco tartamuda que brindará solidaridad, afecto y educación escolar al muchacho a la vez que tendrá una gravitación especial en su madre.
La interpretación es estupenda comenzando por la composición insuperable que realiza Dorval como la madre poco refinada y de hablar grosero, capaz de producir los sentimientos más dispares en su hijo; por su parte el joven Pilon infunde una inusual energía caracterizando a ese muchacho perturbado que es capaz de estallar como una bomba y al propio tiempo exhibir un rostro angelical de pura inocencia que resultaría incapaz de daño alguno. No menos importante aunque en un plano menor es el desempeño de Clement.
Sin duda este film de mordaces diálogos deja una positiva impresión, a pesar de ciertas observaciones; así, en algunas instancias la relación madre-hijo tiende a desmesurarse emocionalmente, donde las partes se entienden gritando en lugar de hablar normalmente, como también la ecléctica música (Celine Dion, Dido, Oasis, etc.) resulta a veces un poco estridente. Más allá de los aspectos señalados, el público se encuentra con una obra de gran ternura y compasión, magníficamente dirigida, excelentemente interpretada y en donde el apreciable estilo visual, característico en los trabajos de Dolan, se equilibra apropiadamente con su contenido.
Como nota al margen debe señalarse que Mommy ha sido escogido por Canadá para optar al Oscar 2014 en la categoría de mejor film extranjero no hablado en inglés de este año.
THE NOTEBOOK. Hungría-Alemania-Austria-Francia, 2013. Un film de Janos Szasz
Nuevamente la cruenta Segunda Guerra Mundial sirve de inspiración para tratar una dramática historia, tal como queda reflejado en The Notebook, del director húngaro János Szász. El realizador en colaboración con Andras Szeker efectuó una adaptación de la novela de Agota Kristof cuyo lúgubre contenido, que puede no ser apropiado para cualquier tipo de audiencia, está muy bien reflejado en la pantalla.
Aquí no se describe la tragedia del Holocausto tal como el cine lo ha venido tratando en numerosas ocasiones sino que se ilustra el caso especial de dos niños casi adolescentes viviendo el impacto del conflicto.
Con el propósito de protegerlos de los ataques aéreos que tienen lugar durante la ocupación alemana en la Hungría de 1944, los padres (Ulrich Matthes, Gyöngyvér Bognar) de dos hijos mellizos (Laszlo Gyemant, Andras Gyemant) de 13 años de edad creen que estarán mejor resguardados en una aislada zona del interior del país donde habita la abuela materna (Piroska Molnar) en una desgarbada choza. El encuentro no puede ser más glacial donde los chicos comprueban cómo su madre, que durante 20 años no mantuvo contacto con su progenitora, es recibida por ella con máxima frialdad y total desprecio; con gran reluctancia la anciana acepta hacerse cargo de los menores durante la ausencia maternal y es ahí que comienza una suerte de convivencia infernal para los muchachos. Aquí, el espectador debe realizar un esfuerzo de credibilidad para suponer que los hermanos estarán mejor protegidos viviendo con una mujer que olvidando su condición de abuela, asume todas las características de una bruja arpía como si estuviese emergiendo de algunos de los cuentos de los hermanos Grimm.
Frente al mal trato físico y emocional que les brinda la abuela, los mellizos se someten a un singular ejercicio de castigo recíproco e incluso realizan por unos días una huelga de hambre a fin de estar mejor adaptados para convivir con tal cruel personaje. A medida que el tiempo transcurre, los hermanos van registrando en un diario que les entregó su padre las diferentes impresiones que van experimentando durante los difíciles días de la guerra, entre las mismas, observando a los soldados del régimen nazi que conducen a prisioneros hacia los campos de concentración; en ese registro también va incluido algunas relaciones que mantienen con los aldeanos del lugar incluyendo a una adolescente (Orsolya Toth) hija de una vecina ciega y muda.
En un sombrío y triste relato donde sutilmente quedan evidenciada la desdicha de la Segunda Guerra, afortunadamente la violencia de la misma no se registra en pantalla; cuando se llega al desenlace que se produce con la finalización del conflicto, lo que se aprecia son algunas escenas que subvierten totalmente las expectativas aguardadas y que le resta a cada espectador encontrar su significado.
Conclusión: Con una estupenda fotografía y sólida interpretación, este extraño relato muy bien realizado es de una intensa negrura y que si emocionalmente puede resultar un poco tibio sin duda sabrá ser apreciado por una audiencia adulta.
PRIDE. Gran Bretaña, 2014. Un film de Matthew Warchus
Uno de los aspectos más dramáticos acontecidos durante la gestión de Margaret Thatcher y que tuvo considerable impacto político ha sido la larga confrontación que se produjo entre su gobierno y el Sindicato Nacional de Mineros cuando el Consejo Nacional del Carbón había propuesto en marzo de 1984 clausurar 20 de las 174 minas que pertenecían al estado produciendo el despido de 20 mil mineros. La larga batalla culminó en una huelga nacional que produjo fuertes divisiones en la nación y cuyas heridas aún subsisten en la memoria colectiva.
Esos hechos inspiraron al realizador Matthew Warchus para abordar ese tema valiéndose del guión de Stephen Beresford; así, a través de un relato de ficción en base a personajes reales que a veces adquiere características de documental, testimonia la sólida alianza forjada entre la comunidad homosexual británica y los trabajadores afectados.
El mesurado relato se centra en los esfuerzos realizados por un grupo integrado por activistas gays y lesbianas en 1984. Inmediatamente después del desfile de la London Gay Pride de ese año, Mark (Ben Schnetzer), uno de los más fervorizados simpatizantes con la causa de los huelguistas, junto con su grupo de amigos está decidido a prestarles su apoyo recolectando fondos para ayudar a subvenir las necesidades de los mineros huelguistas. Sin embargo, en un comienzo las loables intenciones no fueron suficientes para vencer los prejuicios sociales existentes con respecto a los homosexuales; así los gestos de extraordinaria generosidad no fueron bienvenidos por los mineros, hecho que resultó agravado a medida que las manifestaciones del SIDA iba adquiriendo notoriedad. Con todo, la visita que el grupo realiza a Dulais Valley, una pequeña población de mineros del sur de Gales, cambia gradualmente los acontecimientos poniendo de manifiesto una extraordinaria comunicación entre ambas comunidades.
He aquí un film profundamente emotivo y honesto, impecablemente realizado, con un sólido elenco (además de Schnetzer, se destacan George Mackay, Bill Nighy, Imelda Staunton, Dominic West, Paddy Considine), que además de remarcar el orgullo de quienes adoptando una orientación sexual diferente demuestran poseer un encomiable espíritu de solidaridad humana, deja al espectador una sensación de completo agrado y satisfacción que se extiende mucho después de haber finalizado la proyección. El gran éxito obtenido en Sundance, posteriormente en Cannes y recientemente en el festival de Toronto demuestra el apego popular así como la trascendencia que el buen cine llega a tener en el tratamiento de tópicos de indudable contenido social.
LOVE IS STRANGE. Estados Unidos, 2014. Un film de Ira Sachs
Delicadeza, honestidad y sobriedad destilan del buen film de Ira Sachs Love is Strange. A través de una hermosa historia de amor, el relato afectivamente aborda el profundo sentimiento que une a dos personas en la medida que el vínculo está construido sobre firmes cimientos de lealtad, comprensión y mutuo respeto.
Ben (John Lithgow) y George (Alfred Molina) han convivido durante 39 años como una feliz pareja en Nueva York. De acuerdo a lo que el guión deja entrever, la larga unión los ha convertido en la época otoñal de sus vidas en dos seres que a través del cariño y afecto que mantienen pueden estar agradecidos de lo que la vida les ha deparado. Precisamente y aprovechando las nuevas disposiciones que legalizan la unión de dos personas del mismo sexo, ambos deciden formalizar el vínculo convirtiéndose en esposos a través de una ceremonia donde acuden muchos de los amigos que han sabido cosechar.
George está lejos de sospechar que ese acto de amor conduce a que sea despedido de su trabajo como profesor de música en una escuela católica. Con gran pena de lo acontecido y para aliviar la situación financiera creada, los recién casados deciden vender el departamento donde habitan; mientras esperan hallar un nuevo lugar donde vivir, ambos encuentran donde alojarse aunque en diferentes lugares; Ben se muda a la casa de su sobrino (Darren Burrows) quien vive con su esposa Kate (Marisa Tomei) y su hijo adolescente Joey (Charlie Tahan), en tanto que George se hospeda en el departamento de unos amigos policías.
De aquí en más el relato se abre en dos direcciones que de ninguna manera desarmonizan. Por un lado expone los inconvenientes que pueden surgir cuando se vive temporalmente con familiares y/o amigos; eso se manifiesta fundamentalmente con Ben al tener que compartir la habitación con Joey y al perturbar involuntariamente la rutina de Kate que como novelista no puede concentrarse en lo que hace por la presencia de un “extraño” en su casa. La otra faceta del relato es el modo en que George y Ben afrontan el estar separados aunque sea transitoriamente.
Con gran afecto hacia sus personajes Sachs brinda una historia en donde dos seres que se quieren están sujetos a lidiar frente a circunstancias imprevistas, pero que al hacerlo refuerzan el sólido lazo que los une. Lithgow realiza una buena caracterización de un hombre sensible en tanto que Molina maravilla mostrando la gran humanidad que prevalece en los actos de su personaje; en conjunto ambos conforman una convincente pareja amorosa dentro del marco de un honesto relato que concluye poéticamente.
Conclusión: Un bello film exponiendo magníficamente el sentimiento de amor de una pareja más allá de su orientación sexual
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