HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de haber incursionado en 2006 en dos buenos filmes bélicos con Flags of Our Fathers y Letters From Iwo Jima, Clint Eastwood repite esa experiencia enfocando a Chris Kyle, el más avezado francotirador que haya tenido Estados Unidos. El propósito del film es describir su compleja personalidad demostrando hasta dónde puede llegar la devoción de un auténtico patriota de servir a su país.
Bradley Coooper personifica a Kyle y ya desde la primera escena ofrece una primera impresión de su persona cuando encontrándose en Irak al servicio de los SEAL (los equipos de mar, aire y tierra de la armada de los Estados Unidos) desde el tejado de una casa apunta su arma hacia una mujer y su niño mientras se encuentran caminando dispuestos a lanzar una granada a los marines ubicados a corta distancia. Dejando en suspenso si disparará o no el gatillo para evitar el atentado, la acción retrocede a sus años de infancia en Texas y posteriormente a la etapa de su juventud donde ya evidencia condiciones innatas de buen tirador; sobrevendrá después su romance con la joven Taya (Sienna Miller) quien llegará a ser su esposa y poco tiempo después de haberse conmocionado por los episodios del 11 de septiembre, surge su necesidad de enrolarse en la fuerza armada de su país. Una vez reclutado es enviado a Irak y es allí que demuestra sus condiciones de experto francotirador para abatir con su milimétrica puntería en el campo de batalla a los insurgentes enemigos a fin de proteger a sus compatriotas. La mayor parte del relato transcurre precisamente en el escenario bélico a través de 4 viajes que Kyle efectúa a Irak en donde al haber logrado un récord de 160 acertadas punterías se convierte en leyenda viviente como el más letal francotirador de Estados Unidos.
Como lo hiciera en sus dos anteriores filmes bélicos, Eastwood -tomando como referencia el guión de Jason Hall en base a la autobiografía de Kyle de 2012- demuestra la futilidad de la guerra y la necedad de la violencia conllevando innumerables pérdidas de vidas. Pero al propio tiempo, en el análisis que realiza del protagonista, logra transmitir la forma en que su actuación exitosa en favor del país ha sido alcanzada a expensas de dejar en segundo lugar a su abnegada mujer e hijos, hecho que queda muy bien reflejado cuando al regresar a su hogar al término de cada misión se encuentra completamente alienado al no poder dejar de lado a la guerra; así pareciera que se siente más cómodo luchando en Irak y arriesgando su vida, que estando rodeado por su familia con el calor humano que emerge de la misma.
Como relato de guerra el film no agrega mucho a lo que ya se ha visto en ocasiones previas, pero lo que lo distingue es el minucioso estudio de un soldado que permanentemente se encuentra inmerso en el caos del combate y que animado de un sentimiento patriótico compensa la angustia emocional que genera su inhumana actividad. Al propio tiempo, el realizador convincentemente expone la dificultad de Kyle para reintegrarse a la vida civil.
Además de la remarcable dirección de Eastwood que dota a esta historia con un gran humanismo, el film cuenta con la notable interpretación de Cooper. El actor caracteriza excelentemente la fascinante personalidad de Kyle mostrándolo como un hombre de naturaleza austera, introvertido e impidiendo que cualquier sentimentalismo refleje sus emociones internas, dando como resultado un acabado retrato del personaje a quien el destino le habría de deparar un trágico final después de haber retornado sano y salvo a su hogar.
Conclusión: Un sobrio film de Eastwood tributando un homenaje a un héroe de guerra convertido en leyenda
ESCOBAR: PARADISE LOST. Francia, 2014. Un film escrito y dirigido por Andrea Di Stefano
El título de este film es engañoso porque si uno supone que verá un relato sobre quien fuera el tristemente célebre jefe del cartel de Medellín, al progresar el relato se aprecia que Pablo Escobar ocupa aquí un papel secundario y que además no existe paraíso alguno que se haya perdido. A pesar de las buenas intenciones del novel director italiano Andrea Di Stefano de incursionar en la figura de esta temible personalidad y el impacto que tuvo en el escenario político de Colombia, el resultado es ciertamente endeble.
La trama está centrada en Nick (Josh Hutcherson), un muchacho canadiense que llega a Colombia con su hermano Dylan (Brady Corbet) como turistas para practicar surf cerca de Medellín; allí conoce a María (Claudia Traisac) de quien rápidamente se enamora y a través de ella se vincula con Escobar (Benicio del Toro) que resulta ser su tío quien siente por ella un gran cariño. No tarda mucho para que el joven se involucre en el mundo del narcotraficante y su séquito sino que logra ganarse su simpatía y confianza viendo con buenos ojos la relación sentimental de su sobrina con él. Todo cambia para Nick cuando va imponiéndose del accionar criminal de Escobar y quiere desembarazarse de él; así comienza su calvario cuando cae en desgracia y ve que su vida peligra al comprobar que Escobar trata de eliminarlo del camino.
A poco más de dos décadas desde que el siniestro hombre de la mafia colombiana fuese abatido, mucho se ha escrito y difundido sobre su persona. De allí que la expectativa de este film radicaba en conocer algo más sobre su vida. Sin embargo, como en el relato no es más que un personaje periférico, no hay análisis alguno sobre cómo llegó a consolidar su vasto imperio de narcotráfico, cómo pudo mantener su ilimitado poder durante largo tiempo junto con su séquito de sicarios, como tampoco describe la ambivalente y compleja personalidad de un Robin Hood sanguinario donde la actitud paternalista con unos se conjugaba con la despiadada maldad hacia otros.
Queda como resultado un relato sin rumbo preciso, a veces burdo y ridículo que asemejándose a un culebrón televisivo enfoca la inocencia perdida de un canadiense ingenuo que por una vinculación romántica se encuentra en un mundo del cual le resulta difícil escapar. Como tibio entretenimiento, el film ofrece ciertos momentos de tensión y suspenso así como algunas escenas bien calibradas, sin embargo lo rescatable de esta historia es el talento que despliega el portorriqueño del Toro quien caracterizando al abominable monstruo logra genuinamente infundir carisma, seducción y temor.
Conclusión: Un film intrascendente que podrá satisfacer a una audiencia poco exigente.
WINTER SLEEP. Turquía, 2014. Un film de Nuri Bilge Ceylan
Con el prestigio de haber ganado la Palma de Oro en el último festival de Cannes ahora se estrena comercialmente Winter Sleep, un sublime film del realizador turco Nuri Bilge Ceylan. Ciertamente su duración de 3 horas y 16 minutos en un relato donde el denso diálogo es el factor predominante, puede en principio no atraer al gran público; sin embargo quienes se sometan a la experiencia de verlo saldrán recompensados de haber apreciado una obra de arte del mismo modo que podrían saborear una deliciosa comida que requiere una cocción a fuego lento.
Ceylan es uno de los cineastas más profundos indagando la naturaleza humana, sus contradicciones y vulnerabilidades del mismo modo que lo hiciera el extraordinario cineasta Ingmar Bergman en muchos de sus filmes (especialmente Escenas de la Vida Conyugal); precisamente, aunque con un enfoque diferente, es lo que destila este drama escrito por él con la colaboración de su esposa Ebru Ceylan que está inspirado en dos cuentos del escritor ruso Anton Chejov, uno de los mismos sobre un escritor literario y su hermana y el otro sobre un hombre maduro y su joven esposa.
Tal como lo indica el título, el relato transcurre en invierno, en una pequeña aldea ubicada en las estepas de Anatolia, donde la nieve empieza a caer creando una atmósfera de gran melancolía. Es allí donde Aydin (Haluk Bilginer), un intelectual de mediana edad que en el pasado fue actor, posee un pequeño hotel así como también es dueño de tierras circundantes que arrienda; en su estudio ubicado en un sector del hotel, destina su tiempo como columnista de un diario local así como reúne importante material para comenzar a escribir una historia del teatro turco. En diferentes sitios del establecimiento también se alojan su joven y distanciada esposa Nihal (Melisa Sozen) y Necla (Demet Akbag), su hermana divorciada.
La mayor parte del relato descansa en las extensas conversaciones mantenidas por Aydin con su desencantada mujer así como con su frustrada hermana; a medida que las mismas progresan, las animosidades existentes van “in crescendo” y los resentimientos afloran descarnadamente. Así se aprecia el vacío que experimenta Nihal en su vínculo matrimonial fustigando a su marido por su egocentrismo, altanería y complaciente orgullo que lo lleva a desdeñar aspectos vitales que tengan relación con los sentimientos; para darle sentido a su vida ella destina su tiempo a obras de caridad. No menos importante resultan los ácidos reproches de la amargada Necla hacia Aydin haciéndole ver que al no asumir su condición de un ser que se encuentra alienado de parientes y amigos termina engañándose a sí mismo.
Simultáneamente, el relato deja espacio para reflejar algunos aspectos de las diferentes clases sociales imperantes en Turquía y los esfuerzos realizados para resolver situaciones conflictivas. Eso se evidencia en una de las primeras escenas del film cuando el pequeño hijo (Emirhan Doruktutan) de un arrendatario (Nejat Isler), arroja una piedra a la camioneta de Aydin rompiéndole una ventana de la misma; ese gesto es debido porque a su padre le han confiscado la televisión y un refrigerador por estar atrasado en el pago del alquiler a su dueño.
A pesar de que las largas charlas gravitan considerablemente a lo largo del film, la riqueza extraordinaria de sus diálogos contribuye a que la atención se concentre permanentemente en el espectador, al abordar tópicos importantes como por ejemplo, el concepto de culpa, la insatisfacción personal, el falso paternalismo, la moralidad y conciencia, la caridad mal recibida así como la naturaleza de la maldad. Todo ello configura para que el espectador asista en forma invisible a cautivantes sesiones de psicoanálisis donde los pacientes son los personajes del film y el psiquiatra los autores del guión, dando como resultado un absorbente y maravilloso ensayo sobre la condición humana.
El elenco del film se destaca por su excepcional nivel de calidad donde sus actores responden más a seres reales que a personajes ficticios por la completa naturalidad y convicción que vuelcan a sus respectivos roles. Finalmente, cabe agregar que la puesta en escena de Ceylan es impecable apelando a un notable trabajo de cámaras y a una muy buena edición para contrarrestar el efecto teatral del relato.
Conclusión: Con una impecable realización y guión, el apoyo de un inmejorable elenco y la colaboración de una magnífica fotografía captando el paisaje que aquí adquiere un carácter dramático, Ceylan ha logrado una obra maestra de cine.
SELMA. Estados Unidos, 2014. Un film de Ava DuVernay
Sin asumir el carácter de una biografía tradicional, la directora Ava DuVernay enfoca a Martin Luther King Jr. en uno de los episodios históricos más trascendentes de Estados Unidos que tuvo lugar después de haberse sancionado en 1964 la ley de los Derechos Civiles.
El film comienza con King (David Oyelowo) recibiendo en Oslo en diciembre de 1964 el Premio Nobel de la Paz e inmediatamente se asiste a una fugaz escena mostrando el bombardeo por parte del Ku Klux Klan de una iglesia batista de Birmingham en Alabama con su secuela de víctimas que, aun cuando tuvo lugar el año precedente, marca el tono de la violencia ejercida contra los negros que sobrevendrá después.
La acción se traslada a la ciudad de Selma en Alabama donde una mujer negra (Oprah Winfrey) ve rechazada su solicitud de registro para votar por parte del funcionario blanco que la atiende a pesar de haber completado correctamente los formularios pertinentes. Así, y a pesar de la importante legislación de los derechos cívicos prohibiendo la segregación racial, el estado de Alabama liderado por su ultra racista gobernador George Wallace (Tim Roth) está lejos de cumplimentarla al impedir que los negros puedan registrarse para poder votar, ocasionando de este modo una gran frustración de la mayoritaria población negra. Eso conlleva a que el 7 de marzo de 1965 se lleve a cabo una pacífica marcha negra de protesta que comenzando en Selma debería haber concluido en Montgomery, la capital del estado; sin embargo, la represión racial impulsada por las fuerzas del orden lideradas por el sheriff Jim Clark (Stan Houston) impide ese propósito, causando un brutal derramamiento de sangre de la gente de color en el puente Edmund Peetus. Es allí que entra a gravitar con toda firmeza la figura de King presionando al presidente Johnson (Tom Wilkinson) para que tome cartas en el asunto y logre que el Congreso legisle sobre la materia. Después de una segunda marcha esta vez liderada por el gran pastor que no llegó a concretarse porque él quería contar con la previa aprobación de la corte federal para la misma, finalmente volvió a encabezarla el 21 de marzo de 1965 con la participación de negros y blancos de diferentes lugares de la nación; esa marcha triunfal que tuvo amplia resonancia permitió que Johnson lograse meses después la sanción legislativa que habría de reivindicar la igualdad de los derechos al voto de todos los habitantes sin distinción de raza o color.
Aunque lo que se aprecia en el guión de Paul Webb pueda no responder exactamente a cómo los hechos se dieron en las distintas componendas políticas que se aprecian en el film, la directora ha logrado una buena reconstitución de los sucesos acaecidos destacando el espíritu de una época en convulsión y el rol jugado por el paladín de la no violencia que tres años después sería vilmente asesinado a los 39 años de edad.
A pesar de que el film adolece de menores objeciones, como por ejemplo el tratamiento de las aventuras extramatrimoniales de King y la tolerancia de su abnegada esposa Coretta (Carmen Ejobo) que bien podía haberse prescindido sin alterar el espíritu del relato, eso queda ampliamente compensado por haberse cumplido el propósito esencial del relato resaltando la extraordinaria personalidad del notable activista de los derechos cívicos con su persistente lucha en defensa de las minorías desfavorecidas y oprimidas. Al hacerlo, la directora transmite con gran fuerza expresiva la humanidad de King, gracias en gran parte a la excelente caracterización que logra Oyelowo en el rol central; además del parecido físico con el personaje que encarna, el actor reproduce con acierto su timbre de voz, firme mirada y la forma en que con gran autenticidad pronuncia su vibrante discurso frente al Capitolio de Montgomery al concluir la histórica marcha; así, sus últimas palabras “gloria, aleluya” cunden sensiblemente en el ánimo del público.
Además de sus sólidos valores cinematográficos, el estreno de Selma no puede resultar más oportuno teniendo en cuenta que medio siglo después de los acontecimientos narrados, dramáticos disturbios raciales siguen afectando al país. De allí que el film constituya un recordatorio para las nuevas generaciones de que aún existe una asignatura pendiente de aprobación para que el racismo quede definitivamente erradicado.
Conclusión: Un importante episodio de los derechos civiles de Estados Unidos y un cálido tributo a la memoria de Martin Luther King Jr en un film hondamente emocional.
Comments (0)