HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de sus dos primeros remarcables filmes, Margin Call (2011) y All is Lost (2013), J.C. Chandor ratifica sus condiciones de madurez como director y guionista en éste su tercer film. El propósito de A Most Violent Year que se desarrolla en Nueva York durante el invierno de 1981, es mostrar en qué forma el sueño americano no es tan fácil de lograr y cuando se llega a obtenerlo muchas veces lo es a un precio demasiado alto.
El actor guatemalteco Oscar Isaac, tan recordado por su lograda intervención en Inside Llewyn Davis (2013), nuevamente se destaca aquí animando a Abel Morales, un inmigrante latinoamericano viviendo en Brooklyn, quien con la colaboración de su mujer Anna (Jessica Chastain) ha logrado consolidar su empresa de petróleo destinado a la calefacción doméstica que había comprado a su suegro, un individuo con antecedentes de gángster. Sin embargo la satisfacción de haber conquistado una situación económica de muy buen nivel se ve perturbada por la continuada guerra que le entabla un mercado competitivo manejado por gente mafiosa que no tiene resquemor alguno para perjudicarlo recurriendo a medidas extremas con tal de poder dominar el mercado. Es así que las primeras escenas reflejan claramente la violencia a la que se encuentra expuesto cuando un joven conductor de uno de los camiones de su flota de transporte del combustible es objeto en la ruta de un cruel ataque por desconocidos asaltantes. Aunque no se sepa quienes son los malhechores poco a poco se ve venir de dónde provienen.
Lo que antecede es el preludio de lo que habrá de suceder en el espacio de treinta días en que transcurre la acción, cuyo desarrollo involucra a la audiencia en un marco de latente tensión donde aparentemente nadie queda libre de culpa. Si en principio Abel aparece como un hombre de rectitud intachable, enemigo de prácticas no éticas en la explotación del negocio y ciertamente reticente de acudir a cualquier resorte violento, a pesar de que en ciertas oportunidades su familia y principalmente sus pequeñas hijas en la suburbana mansión en que habitan se ven amenazadas, se puede comprobar que en el accionar de su empresa no estuvieron ausentes algunos movimientos fraudulentos y de evasión impositiva que ayudaron a cimentar su posición económica.
Dentro de los muchos factores que uno aprecia en este sólido film se destaca la muy buena descripción de sus personajes en el guión escrito por el realizador. Además del de Abel se encuentra el de Anna quien a pesar del amor que siente por su marido difiere con el modo en que él actúa frente a los enemigos que los rodean; es ella, la que cree que es necesario adoptar una actitud más firme y pragmática e incluso recurrir a métodos violentos como medio de autodefensa; al propio tiempo, Anna demuestra ser demasiada avezada y astuta maniobrando los registros contables de la empresa aunque no siempre su marido esté al tanto de lo que acontece. Entre otros de los personajes involucrados, aunque en forma secundaria, es la del procurador fiscal (David Oyelowo) quien a pesar de investigar las no muy supuestas honestas actividades de los negocios de Abel, nada hace suponer que su conducta como funcionario público sea inmaculadamente correcta.
Chandor se ha rodeado de un elenco de considerable nivel donde además de la excelencia de Isaac, también son muy satisfactorias las caracterizaciones ofrecidas por Chastain, Oyelowo así como también se destacan Albert Brooks como el abogado de Morales y Alessandro Nivola como uno de sus competidores.
Ciertamente la práctica de cuestionables principios éticos para triunfar en los negocios, la lucha despiadada de la ley de la selva donde poco importa quien caiga en el camino para eliminar a los rivales existentes, así como prácticas de corrupción política dentro del sistema de economía capitalista, han sido temas ya explorados por el cine; sin embargo el tratamiento que Chandor ofrece a su relato donde nada resulta predecible crea un clima de natural suspenso que lo torna atrayente, sobre todo con su dolorosa y nihilista resolución que deja un cierto sabor amargo en el ánimo del espectador.
Conclusión: Un poderoso drama ilustrando cómo la iniciativa empresarial puede convertir el sueño americano en realidad pero a expensas de tácticas poco éticas y honestas.
LEVIATHAN. Rusia, 2014. Un film de Andrei Zvyagyntsev
Previo a Leviathan Andrei Zviagintsev demostró en su filmografía de solo 3 filmes su inclinación en abordar temas de profundidad espiritual como así también utilizar el cine como un medio de ilustrar metafóricamente qué es lo que acontece en su tierra después del colapso del régimen comunista. Precisamente en Elena (2011) –su penúltimo trabajo- ofreció una pintura no muy complaciente de la sociedad rusa actual mostrando cómo el cambio de régimen permitió la aparición de nuevos ricos viviendo con ventajas y privilegios no gozados por la gran masa proletaria. Aquí nuevamente lanza sus dardos contra el poder ejercido discrecionalmente por quienes lo detentan políticamente afectando los legítimos derechos de los sectores sociales más débiles e indefensos.
El guión del realizador escrito con Oleg Negin, que merecidamente fue premiado en el último Festival de Cannes, se desarrolla en un remoto pueblo pesquero del noroeste ruso al borde del mar de Barents donde reside Kolia (Alexey Serebryakov), un hombre que es dueño de un taller mecánico, felizmente casado con su esposa Lilia (Elena Lyadova). Ellos viven en una casa de dos plantas que ofrece una amplia mirada oceánica junto a Roma (Sergey Pokhadaev), el hijo adolescente de un anterior matrimonio de Kolia.
El conflicto dramático que impulsa el desarrollo de la historia reside en la larga batalla entablada con el disoluto y borracho Vadim Shelevyat (Roman Madyanov), quien es el alcalde local y desea que el mecánico le venda su casa y el terreno adyacente, hecho que Kolia no tiene ninguna intención de hacer. Como resultado de la confrontación, el alcalde lo lleva a juicio y habiendo sobornado convenientemente a los jueces se llega a una sentencia obviamente esperada donde Kolia y los suyos resultan expropiados de su propiedad. A fin de lograr protección legal, el atribulado hombre recurre a los servicios de Dmitri (Vladimir Vdovitchenkov), un muy buen amigo suyo que es un excelente abogado de Moscú y sabe muy bien cómo desenvolverse en estos casos. A través de conexiones con ciertas figuras claves de la capital, Dmitri recoge evidencias comprometedoras sobre el alcalde que en caso de ser reveladas lo pondrían en graves apuros. Claro está que el amenazado funcionario no puede resignarse a quedar humillado y vencido y lo que sobreviene posteriormente no merece ser revelado para que el público pueda asistir con mayor interés a los dramáticos acontecimientos que esta historia depara.
Aunque el film se prolonga durante casi dos horas y media, no tiene desperdicio alguno por la muy buena descripción de los diferentes personajes que intervienen y por su articulada narración donde los diversos lazos sueltos del relato quedan perfectamente cohesionados. Lo más importante es la acerba ilustración que Zvyagintsev efectúa sobre los viles mecanismos de la justicia, la prepotencia de quienes ejercen el poder que obviamente no están exentos de corrupción, la descarnada fuerza policial, el comportamiento hipócrita de la Iglesia Ortodoxa a través de uno de sus obispos así como también el funcionamiento de una inoperante burocracia.
Este drama social cuenta con una inobjetable interpretación de Serebryakov y Liadova en los principales roles y en sus valores formales se distinguen la estupenda fotografía de Mikhail Krichman captando la majestuosidad panorámica de los espacios exteriores donde transcurre la acción, así como la música de Philip Glass que se asocia adecuadamente a la historia del film.
Conclusión: Un fascinante relato reflejando el deterioro de los valores morales de la sociedad rusa contemporánea.
CAKE. Estados Unidos, 2014. Un film de Daniel Barnz
Hay películas que aunque muy sombrías por lo que acontece con sus personajes pueden despertar alguna conmiseración; éste no es el caso con Cake donde por más esfuerzo que se haga por querer asociarse con el problema serio que afronta su protagonista, el mismo resulta inútil. El film de Daniel Barnz podrá ser bien intencionado pero no permite que el público se involucre en el mismo a pesar de la buena actuación de Jennifer Aniston.
Dejando de lado los papeles de comedias cómicas o románticas que suele interpretar, Anniston asume aquí un rol dramático animando a Claire Simmons. Ella sufre de dolor crónico y para atenuarlo acude a una reunión de terapia de grupo; precisamente en la primera escena se ve a sus integrantes recordando a Nina (Anne Hendrick), una de las participantes que acaba de suicidarse.
Lo primero que uno podría asumir es que Claire sufre enormemente por ese suicidio que no puede sustraer de su mente. Pero en todo caso y al ignorar hasta bien entrado el metraje sobre cuál es la causa de su angustia, el espectador se ve obligado a enfrentarse con esta mujer que resulta absolutamente insoportable por su antipatía, egoísmo, sarcasmo y en general por una conducta de poco respeto hacia la gente que la rodea; la sola persona que llega a tolerarla es Silvana (Adriana Barraza), su fiel empleada doméstica mexicana quien la cuida con devoción a pesar de tener que aceptar sus exabruptos.
Anniston, con su rostro demacrado y agobiado capta el sufrimiento físico y emocional de su personaje que se la pasa durante todo el metraje ingiriendo calmantes y drogas antidepresivas. Sin embargo, como ya se mencionó, las características poco agradables de esta antiheroína impiden que uno se asocie a ella, hecho agravado por el poco satisfactorio guión de Patrick Tobin quien introduce elementos a la historia central que poco tienen que ver con el tema de fondo. Así, por ejemplo, uno se pregunta cuál es la razón que motiva a Claire inmiscuirse en el hogar del marido de Nina, o bien porque se remarca insistentemente su estado de delirio con el fantasma de la suicida. Cuando al final se aclara la causa que ha conducido a la depresión de Claire, ya es demasiado tarde para que el público se apiade de ella.
En los aspectos favorables de este film, además de la destacada interpretación de Aniston, cabe destacar a Adriana Barraza quien además de caracterizar excelentemente a Silvana, constituye el personaje más interesante y atractivo de este relato.
Conclusión: Un relato deprimente sin mayor envergadura emocional
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