HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de su primer documental Pina (2011), Wim Wenders retorna con otro film de no ficción para abordar el trabajo de Sebastiao Salgado, un fotógrafo nacido en 1944 en Minas Gerais a quien mucho admira. Con el realizador alemán colaboró Juliano Ribeiro Salgado, hijo del renombrado artista quien a través de este film tuvo la oportunidad de efectuar un acercamiento mayor con su padre cuya devoción al arte fotográfico lo mantuvo alejado de él.
La trayectoria de Salgado se caracterizó principalmente por documentar el duro trabajo de gente viviendo en países poco desarrollados y/o sumidos en la pobreza. De allí que su fotografía sea eminentemente de carácter socio documental, testimoniando las facetas más desagradables de la humanidad, ya sea la muerte en Bosnia, el genocidio de Ruanda o bien el sufrimiento de la hambruna en Etiopía, para citar algunos ejemplos; precisamente esos dolorosos hechos que le toco presenciar influyeron emocionalmente en él al punto de haber tenido que abandonar temporalmente su gran pasión.
Además de hacer referencia a aspectos de su vida personal, el artista se desempeñó en los primeros años de su carrera como economista lo que le ofreció una clara perspectiva del mundo en que vivía. Su actividad como fotógrafo comenzó en París donde estaba residiendo a comienzos de los años 70, contando siempre con el apoyo incondicional de su esposa Leila, una presencia que le fue vital tanto en el plano personal como en su actividad profesional. También relata los numerosos viajes efectuados alrededor del mundo, sobre todo a África donde regresó en varias oportunidades para captar en toda su dimensión las condiciones dramáticas de vida en diferentes regiones de ese continente; precisamente, el largo tiempo ausente de su hogar le impidió mantener un mayor contacto con Juliano durante sus años de infancia y adolescencia, como así también con Rodrigo, su hijo menor afectado del Síndrome de Down.
El film comienza con las fotos captadas en la mina de oro de Sera Pelada de Brasil que ya no se encuentra funcionando. De la misma manera que lo registró en su libro publicado en 1999, el público puede apreciar las imágenes captadas en blanco y negro de una multitud de trabajadores que tratan de extraer el oro de dicha mina sin ayuda de máquina alguna; esas fotografías, con reminiscencia de los trabajos faraónicos realizados por los esclavos de Egipto, fueron altamente apreciadas por Wenders motivándolo a producir su encuentro con Salgado.
Otros proyectos foto-documentales de relevante importancia incluyen Trabajadores (1993) sobre la pesca tradicional de Sicilia y el drama de los refugiados enfocados en Exodos (2000). En todo caso, el proyecto más ambicioso de su carrera ha sido Génesis (2013); efectuando su primer viaje con Juliano, el artista recorre los lugares más apartados de la Tierra para captar fotográficamente en blanco y negro toda la magnificencia de la naturaleza (montañas, océanos, glaciares, volcanes, poblaciones autóctonas, tortugas gigantes de las Islas Galápagos, etc.).
Además de extraordinario fotógrafo, el documental destaca a Salgado como un hombre preocupado por el medio ambiente; así resulta loable la tarea que realizó con su señora plantando árboles en el Amazonas a fin de atenuar los efectos de la deforestación perpetrada y la creación de un instituto que con el tiempo logró repoblar más de 2 millones de árboles.
La Sal de la Tierra es un notable documental donde se conjuga la habilidad de Wenders como entrevistador y relator con la pericia de Salgado Jr. permitiendo así conocer aspectos íntimos de la trayectoria de ese excepcional artista.
Conclusión: Un muy buen documental que rinde tributo a un excepcional fotógrafo socialmente comprometido
WOMAN IN GOLD. Gran Bretaña, 2015. Un film de Simon Curtis
El realizador Simon Curtis enfoca en este film una fascinante historia real referida a las sustracciones realizadas por el nazismo de obras de arte pertenecientes a judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
La acción comienza en 1998 y se centra en Maria Altmann (Helen Mirren), una octogenaria judía de origen austríaco que logró escapar de la guerra con su marido y recomenzó una nueva vida en Los Ángeles. Después de asistir al funeral de su hermana, al leer una carta que perteneció a la difunta, se impone de los infructuosos intentos que había realizado para recuperar cinco obras pictóricas del renombrado artista Gustav Klimt (1862-1918) que habían pertenecido a su familia. Habiendo sido confiscadas por el régimen de Hitler, cuando el hogar de sus padres fue saqueado, después del conflicto bélico las pinturas ingresaron a la Galería Belvedere de Austria para su exposición pública. Entre las mismas se encuentra el célebre cuadro “Retrato de Adele Bloch-Bauer” (1907), donde el renombrado pintor austríaco utilizó como modelo a Adele, la amada tía de Maria. Esa pintura, también conocida como “La Dama de Oro” llegó a convertirse en un tesoro nacional al ser considerada como la Mona Lisa de Austria.
A partir de allí el guión de Alexi Kaye Campbell reconstruye dramáticamente los esfuerzos que Maria realiza junto con la ayuda y asesoramiento legal del joven abogado Randy Schoenberg (Ryan Reynolds) quien es amigo de la familia, para lograr la recuperación de lo que legítimamente pertenece a los herederos de la familia. Con ese propósito, ambos se embarquen en una prolongada batalla legal que los lleva hasta el corazón de las autoridades austríacas y la Corte Suprema de Estados Unidos.
Toda esa ardua tarea motiva a que Maria deba confrontar vívidas memorias de su vida en Viena. A través de flashbacks la distinguida dama recuerda los años felices de su infancia transcurrida en el marco de un confortable hogar donde sus integrantes amantes del arte coleccionaban valiosos tesoros artísticos. Entre otros detalles se asiste en 1938 al animado casamiento de María (Tatiana Maslany) con Fritz Altmann (Max Irons), un cantante de ópera, hasta que seis semanas después de la boda, cuando Hitler anexa Austria a Alemania, comienza la cruel persecución de los judíos que motiva a que la pareja deba huir del país; este hecho origina uno de los momentos más tensos del relato.
Para el relato de esta historia Curtis apeló a una narrativa clásica pero efectiva; aunque algunos momentos puedan resultar demasiado melodramáticos, el tema se presta a ello y en todo caso lo que se expone resulta suficientemente convincente como para que el espectador se adentre con los embates que van atravesando sus personajes centrales mediante la buena caracterización lograda por su calificado elenco de actores.
No resulta novedad destacar el talento de Mirren donde aquí transmite intensamente la fuerza y determinación de Maria para lograr su propósito a la vez que demuestra sus sentimientos encontrados cuando en principio se resiste a retornar a la ciudad donde su familia y ella resultaron humillados por los nazis; su expresivo rostro delata la extraña emoción que la embarga cuando en Viena efectúa una visita al piso que habitó con su familia. Reynolds colabora muy bien con la prestigiosa actriz como el abogado que, aunque al principio inexperto, a medida que progresa la causa legal va ganando confianza convirtiéndose en un gran apoyo profesional y moral para su cliente; la amistad que se va generando entre la anciana y el joven origina escenas de auténtica calidez y ternura. También cabe distinguir la participación de Daniel Bruhl animando a Hubertus Czernin, el periodista austríaco que trata de ayudar a Maria y Randy y que al hacerlo busca liberar su conciencia culpable generada cuando a los 15 años se impuso que era hijo de un nazi.
Hay ciertas observaciones a ser mencionadas, como por ejemplo algunos episodios superfluos incluidos en el recuento de los recuerdos, o bien algunas escenas sentimentalmente innecesarias entre Schoenberg y su esposa (Katie Holmes). Sin embargo, globalmente considerado, eso no afecta el propósito final del film, o sea la búsqueda de justicia en la restitución de importantes obras artísticas que en el caso de Altmann eran importantes no tanto por el valor monetario de las mismas sino por su vínculo con el pasado.
Conclusión: Una historia que relatada en forma sencilla llega a atrapar por el interés de su tema y la muy buena actuación de Mirren y Reynolds
WHITE GOD. Hungría, 2014. Un film de Kornel Mundruczó
Un film ambicioso, altamente provocativo y decididamente impactante es lo que se aprecia en White God del director húngaro Kornel Mundruczó. A través de un relato surrealista, el realizador considera el tema de la intolerancia étnica como una alegoría sobre lo que acontece actualmente en el mundo, donde los perros son víctimas de una cruel explotación humana.
El relato tiene lugar en Budapest y se centra en Lili (Zsofia Psotta), de 13 años de edad e hija de padres separados, y su perro lanudo Hagen a quien mucho quiere. Cuando su madre parte para Australia por 3 meses, su padre (Sandor Zsoter) se hace cargo de ella, aunque no ve con buenos ojos que también tenga que alojar a Hagen. Tratando de proteger a su animal Lili mantiene una tensa relación con su padre, hasta que en determinado momento él suelta al animal dejándolo abandonado en la calle.
De allí en más el relato se bifurca en dos direcciones diferentes. Por un lado enfoca a la adolescente quien deja la orquesta de la escuela donde toca la trompeta para lanzarse en una desesperada búsqueda recorriendo con su bicicleta las calles de la ciudad a fin de ubicar al perro librado al azar. Paralelamente, se asiste a las desventuras de Hagen donde después de ser atrapado junto a un grupo de perros errantes y trasladado a la perrera, logra con sus compañeros zafarse del encierro. De allí en más, estos animales sedientos de venganza y liderados por Hagen inician una violenta revuelta contra el “dios blanco”, al que alude el título del film, representado por el género humano y responsable de sus miserables destinos. A todo ello, el guión deja abierto de qué modo Lili podrá intervenir en la guerra entablada entre las víctimas y sus inhumanos opresores.
Además de la buena interpretación protagónica de Zsofia Psotta, cabe destacar la sorprendente actuación de los dos perros que animan a Hagen, quienes fueron magníficamente entrenados por Teresa Ann Miller; igualmente debe distinguirse la notable labor de Arpád Halasz quien fue responsable de adiestrar al resto de la fauna canina. Apreciando la importante secuencia de los perros invadiendo la ciudad en la persecución que realizan y en su enfrentamiento con la policía, causa admiración apreciar la extraordinaria coordinación lograda en el desplazamiento de los animales, teniendo en cuenta que para su filmación no se ha recurrido al empleo de imágenes digitales. Sin duda, todo ello contribuye a realzar los valores de este singular film.
Conclusión: White God es una notable fábula visionaria que actúa a modo de parábola política para reflejar las tensiones raciales existentes en diferentes regiones del mundo como así también la explotación de los sectores marginados de la sociedad moderna por parte de quienes abusan discrecionalmente del poder que les ha sido otorgado.
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