HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Este documental producido por HBO sobre la Iglesia de la Cienciología, concita atención por la importancia de su contenido que indudablemente se presta para un arduo debate.
La Cienciología que originalmente surgió como una filosofía laica postulada en 1952 por L. Ron Hubbard, un escritor americano de ciencia ficción, fue posteriormente convertida en religión con la creación de la Iglesia de la Cienciología. Teóricamente este credo parte de la base de que el ser humano ha dejado de lado su naturaleza espiritual y, en consecuencia, para recuperarla debe someterse a la “auditación”, un mecanismo por el cual al revivir hechos negativos o experiencias traumáticas del pasado va liberándose de sus energías negativas para disfrutar mejor de la vida presente y futura.
En función de lo que antecede, el documentalista Alex Gibney examina varias facetas de esta religión basándose en el best seller de Lawrence Wright Going Clear: Scientology, Hollywood, and the Prison of Belief, publicado en 2013. Con la meticulosidad que lo caracteriza, el realizador se valió de un poco divulgado material de archivo donde se hace referencia a los orígenes de Hubbard como escritor y la motivación que lo impulsó para la creación de este culto, para inmediatamente ceder la palabra a una serie de entrevistados quienes como ex miembros de la misma han efectuado declaraciones que además de causar estupor llegan a causar escalofríos en el ánimo del espectador.
Entre los interlocutores de Gibney se encuentra el cineasta Paul Haggis quien habiendo permanecido en la institución durante 35 años lanza graves acusaciones sobre la manipulación y abusos emocionales ejercidos por quienes están al frente de la misma. Como si se tratara de un mea culpa, lo que resulta más sorprendente es la cándida admisión de Haggis al no poder imaginar cómo una persona inteligente puede adherir a esta religión sin darse cuenta del engaño de que es objeto.
Después de la muerte de Hubbard en 1986, ha sido su asistente David Miscavige quien lo reemplazó convirtiéndose en un astuto líder que supo manejar y sigue controlando la institución con mano firme y gran habilidad; así, entre varios de sus logros se encuentra el de haber enfrentado exitosamente a Internal Revenue Service, la agencia impositiva americana que había intentado anular la exención de impuestos obtenida por la Iglesia. Precisamente, ese privilegio como institución religiosa permitió a la misma acumular una masiva fortuna que facilitó su expansión a nivel internacional.
Si de algún modo la Cienciología logró difusión eso es debido a que John Travolta y Tom Cruise han sido dos de sus miembros más ilustres; más aún, la fama y el entusiasmo de Cruise posibilitó que Miscavige lo considerase como importante embajador del credo y el documental ilustra cómo el actor ha sido excelentemente recompensado por la promoción efectuada en el reclutamiento de nuevos miembros y recaudación de fondos
Siguiendo con Cruise, a quien el documental destina buena parte del mismo, se da a conocer cómo la Iglesia forzó al actor a divorciarse de Nicole Kidman debido a que era considerada una persona represiva (suppresive person) que influía negativamente en su marido. Para consolar sentimentalmente al actor, los funcionarios de la organización le procuraron una novia, la actriz iraní Nazanin Boniadi, donde la relación sentimental se mantuvo por poco tiempo.
Igualmente, el film ilustra –siempre basado en las declaraciones de los entrevistados- cómo familias llegan a “desconectarse” (tal el término aquí utilizado) por la manipuladora acción de la Iglesia. Finalmente, para citar otra de las severas acusaciones que se efectúan en este documental, resulta espeluznante enterarse de las experiencias de una mujer que habiendo pertenecido a esta organización fue enviada a una “prisión de reeducación” (Rehabilitation Project Force) de la misma donde tuvo que realizar trabajos forzados.
En los créditos del film se señala que tanto Cruise, como Travolta, Miscavige y otros miembros de la Iglesia se han negado a ser entrevistados. Eso impide haber podido escuchar los testimonios directos de quienes podrían responder a las graves imputaciones realizadas en este documental.
Conclusión: Gibney ofrece un documento inquietante y perturbador excelentemente realizado que mantiene un sostenido interés en la descripción de un discutido movimiento religioso que sigue funcionando a pesar de las serias acusaciones que pesan sobre el mismo.
EX MACHINA. Gran Bretaña, 2015. Un film escrito y dirigido por Alex Garland
El guionista Alex Garland debuta como director en un film de ciencia ficción sobre la inteligencia artificial. El tema no es nuevo ya que ha sido tratado en varias ocasiones y más recientemente en Her (2013) de Spike Jonze, donde un escritor se vincula a través de su computadora con un personaje virtual femenino con quien llega a entablar una relación amorosa nada convencional. La insistencia del cine en tratar este tópico reside en el interés que despierta en el público las posibles implicaciones que podría tener la existencia de una máquina con vida propia.
La acción de Ex Machina se ubica en un futuro no muy distante donde Garland introduce a Caleb Smith (Domhnall Gleeson), un joven inteligente programador de una importante compañía de internet. En un concurso realizado por su empresa él resulta ganador de un premio que consiste en pasar una semana en un apartado rincón de la zona montañosa de Alaska donde vive Nathan Bateman (Oscar Isaac), el dueño de la firma quien es un extraordinario científico de la computación. Al llegar en helicóptero al lugar de destino, Caleb es recibido por su anfitrión en el bunker subterráneo donde se hospeda y que también funciona como laboratorio de investigación. Su último gran proyecto ha sido la fabricación de una chica robot a la que dio el nombre de Ava (Alicia Vikander); es así que Caleb se impone que durante su estadía debe prestarse a realizar un Turing Test que consiste en interactuar con la máquina y determinar si puede pensar por sí misma y ser capaz de experimentar sentimientos humanos.
Durante 7 sesiones, el visitante entra en contacto con Ava a través de un muro de vidrio que los separa, y gradualmente logra empatizar con la androide al punto de sentirse atraído por la misma, donde Ava experimenta una sensación similar. ¿Ahora bien, los sentimientos de la muchacha robot son auténticos o podrían ser fingidos?
El relato desarrollado en forma lineal adquiere el tono de thriller cuando Caleb evidencia que es manipuleado por Nathan y gradualmente va desconfiando de él al constatar que detrás de la fachada de gran científico se esconde una persona no del todo normal.
A través de una cautivante fantasía el relato deja muchas preguntas sin responder. Así, por ejemplo, si realmente un ser humano pudiese generar vida en forma artificial, la diferenciación sexual no tendría razón de ser para el acto de procreación; además, si el hombre puede reemplazar a la naturaleza transformándose en una deidad creadora, el objeto de su creación podría eventualmente destruirlo si llegara a tener un nivel de inteligencia que lo supere, dejando abierta la duda sobre el destino de la humanidad.
El reducido elenco se desempeña excelentemente. Isaac convence plenamente asumiendo la compleja y enigmática personalidad narcisista de su personaje; por su parte, Gleeson satisface como el ingenuo joven que va descubriendo un mundo totalmente desconocido para él hasta ese momento, en tanto que Vikander se luce ampliamente guardando el delicado equilibrio en su condición de máquina con las facetas propias de un ser humano.
Conclusión: Aunque sin agregar específicamente nada nuevo al tema de la inteligencia artificial, Garland entrega un relato muy bien construido que se presta a la reflexión; así, ateniéndonos a la extraordinaria evolución tecnológica de los últimos años donde casi nada resulta capaz de sorprender, esta historia fantástica bien podría tener un asidero realista en poco tiempo más. Ver para creer.
FAR FROM THE MADDING CROWD. Gran Bretaña-Estados Unidos, 2015. Un film de Thomas Vinterberg
A pesar de que la novela de Thomas Hardy Lejos del Mundanal Ruído ya había sido llevado a la pantalla en otras oportunidades, donde la primera de ellas fue la filmada en 1967 por el realizador John Sschlesinger con Julie Christie en el rol central, el director danés Thomas Vinterberg decidió abordar nuevamente el romántico drama pastoral donde el personaje de Bathsheba Everdene es ahora animado por Carey Mulligan. Podrá resultar discutible si acaso valió la pena repetir la experiencia, pero en todo caso la película sin llegar a excitar mantiene interés por la caracterización de la feminista heroína lograda por Mulligan.
En la adaptación realizada por el novelista británico David Nicholls, el relato que transcurre en 1870 en los enverdecidos valles de Dorset, al sudoeste de Inglaterra, presenta a la joven Bathsheba (Mulligan) quien con la voz en off anticipa al espectador de que como una huérfana de temprana edad tuvo que valerse por sí misma madurando como una persona independiente. Explotando la granja perteneciente a su tía, ella reafirma su independencia cuando Gabriel Oak (Matthias Schoenaerts), un modesto pastor vecino, le propone matrimonio y ella amable pero firmemente lo rechaza porque no quiere ser propiedad de nadie. Al poco tiempo la tía muere y la muchacha se convierte en heredera exclusiva, en tanto que Gabriel por un desafortunado incidente que produce la muerte de su ganado, se encuentra arruinado financieramente y no tiene otra opción que convertirse en empleado de Batsheba quien al propio tiempo será su amigo y leal confidente. El devenir de los acontecimientos hará que posteriormente la muchacha salga al paso de dos pretendientes; uno de ellos es William Boldwood, un rico granjero (Michael Sheen) de mediana edad por quien ella no siente atractivo romántico alguno y el otro es Troy (Tom Sturridge), un apuesto aunque disoluto sargento que la llega a fascinar y caerá rendida a sus encantos.
La novela de Hardy abunda en varios incidentes melodramáticos que si bien literariamente atraen, en la pantalla resultan demasiado condensados sin que el relato alcance impacto emocional. A pesar de la pulcra y cuidada realización de Vinterberg, el comprimido guión no se adentra suficientemente en la psicología de sus personajes, en especial el de Batsheba donde no queda muy claro la personalidad de esta joven feminista indecisa y contradictoria.
Conclusión: Aunque el film no logre destellar, se distingue por la interpretación de Mulligan como así también por el esplendor visual logrado por la magnífica fotografía de Charlotte Bruus Christensen captando la belleza pastoral en imágenes, que en algunos casos parecerían como si hubiesen sido extraídas de las maravillosas pinturas de Vincent van Gogh.
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