HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
La novel realizadora Maya Forbes vuelca sus experiencias de infancia en el seno de su familia en un triste pero efectivo relato de ficción considerando el trastorno bipolar. Esta enfermedad, también conocida como maníaca depresiva, causa cambios drásticos en la personalidad de un ser humano donde momentos emocionales extremadamente bajos pueden ser sucedidos con otros de gran euforia y excitación como así también hay lapsos de completa normalidad. Ese es el caso de lo que acontece en Infinitely Polar Bear enfocando a Cam Stuart (Mark Ruffalo) un hombre casado y padre de dos hijas, afectado del señalado desorden mental.
La acción que transcurre en Cambridge en 1978 contempla a la familia Stuart tratando de sobrevivir frente a la circunstancia de que Cam ha estado internado por su mal y aunque ha sido dado de alta su condición dista de ser normal. Sin posibilidad de empleo de su parte, es su esposa Maggie (Zoe Saldana) quien debe ocuparse de solventar al hogar aunque los precarios ingresos que percibe de su empleo impiden que sus hijas Faith (Ashley Aufderheide) y Amelia (Imogene Wolodarsky) puedan tener acceso a un colegio privado para recibir una mejor educación de la que ofrece la escuela pública a la que concurren. Al poco tiempo Maggie decide seguir un programa intensivo de 18 meses en la Universidad de Columbia en Nueva York, a fin de obtener una maestría en administración que le permita postular a un empleo de superior remuneración. Para ello y durante el período de estudio, Cam debe hacerse cargo de las niñas en Boston aunque ella regresará todos los fines de semana para visitar a los suyos.
Decididamente remarcable es la forma en que Forbes describe a esta familia donde el amor, cariño y ternura emanan de cada uno de sus integrantes hacia los restantes miembros. Pero naturalmente siempre está latente la bipolaridad de Cam y eso es extremadamente preocupante y penoso para Maggie y las niñas frente a la incertidumbre de su conducta. Es así que si bien se puede comprender el deseo de mejorar las condiciones de vida del grupo familiar a través de obtener un título académico en Nueva York, uno se pregunta si acaso no existen programas semejantes donde Maggie vive sin tener que correr el riesgo de confiar sus hijas a una persona de comportamiento impredecible durante un año y medio. Pero dejando de lado ese aspecto, lo que sigue es la convivencia de Cam con sus dos hijas en ausencia de su madre donde se pone a prueba hasta qué punto él puede sobrellevar la responsabilidad que le toca asumir. Así hay momentos de tensión cuando deja el hogar mientas las niñas están durmiendo o bien cuando ellas comprueban en ciertas circunstancias las manifestaciones extrañas del papá, como así también situaciones más tranquilas ilustrando la buena relación entre el padre y sus hijas.
El film se presta al lucimiento de Ruffalo quien en todo momento es lo suficientemente expresivo para transmitir los estados de depresión como los de euforia que lo impulsan a actuar a veces en forma aniñada y otras con violencia explosiva frente a situaciones que no puede controlar; sin embargo, en todo momento trasluce la intensidad de su amor hacia sus hijas y esposa a pesar de la excentricidad de su carácter. Acompañando a Ruffalo, Saldana convence totalmente como la abnegada esposa que debe adoptar decisiones difíciles para salvar a su familia frente a las dificultades de tener que convivir con un marido bipolar por quien siente un gran cariño aunque el amor por él se haya desvanecido. No menos importante es la participación de Aufderheide y Wolodarsky como las hijas que demuestran una madurez superior a su edad frente a las circunstancias que les toca vivir.
Forbes demuestra un enorme afecto a sus personajes logrando un film decididamente no sentimental pero profundamente emotivo donde el espectador queda involucrado totalmente en la problemática de cada uno de sus personajes.
Conclusión: Un drama esbozado con completa autenticidad por una competente realizadora que refleja una sorprendente madurez en su primer film abordando con máxima sobriedad un tema delicado y difícil.
MAGIC MIKE XXL. Estados Unidos, 2015. Un film de Gregory Jacobs
Teniendo en cuenta el éxito de boletería de Magic Mike (2012) de Steven Soderbergh, no resulta sorprendente que Hollywood tratara de repetir la experiencia con una secuela. En este caso Soderbergh, aunque es responsable de la fotografía y el montaje, no se ubicó detrás de la cámara sino que le cedió ese espacio a Gregory Jacobs.
En la conclusión de la crítica del film original (edición del 8 de julio de 2012) se señalaba que el relato podía interesar a un público femenino que se sintiera atraído de ver a hombres despojándose de sus ropas en un escenario, pero que en última instancia el relato carecía de sustancia sin agregar alguna nota de emoción. En esta segunda parte la impresión que deja el film es aún menor porque sin incorporar nada nuevo a la postre termina aburriendo.
El guión, que nuevamente pertenece a Reid Carolin, ubica la trama en Tampa tres años después del primer capítulo donde en la primera escena se observa a Mike (Channing Tatum), quien retirado de su antigua actividad de stripper, está trabajando en la industria del mueble. Todo cambia para él, cuando el grupo de antiguos compinches con quienes había trabajado en el pasado -que incluye entre otros a Ken (Matt Bomer), Richie (Joe Manganiello), Tarzan (Kevin Nash), Tito (Adam Rodriguez) y Tobías (Gabriel Iglesias)- lo invita a que se una al mismo para participar en un último espectáculo de strip tease masculino que tendrá lugar en una convención anual de strippers en Myrtle Beach, en el estado de Carolina del Sur. El viaje en coche hacia el lugar de destino es la excusa para que se origine un pedestre “road movie” donde los viajeros tienen ocasión de toparse con algunos personajes femeninos conocidos de Mike.
Como resulta previsible, en la convención referida cada uno de los miembros del grupo tiene oportunidad de lucirse mostrando sus habilidades de baile al propio tiempo que exhibiendo sus cuerpos esculturales mientras tiene lugar el strip tease frente a un ávido y entusiasta público femenino que le arroja dinero. Fuera de eso, el film prácticamente no despierta interés alguno en la medida que el ritmo impreso por el realizador es moroso, agravado por un guión plagado de abundantes diálogos insulsos; además, la débil caracterización de sus personajes, donde la parte humana queda bien relegada, conduce a que no se sepa qué es lo que realmente estos strippers persiguen o pretenden en su diario vivir.
Aunque Tatum es un buen actor como lo ha demostrado cuando tiene buen material para desempeñarse –un buen ejemplo es el de Foxcatcher (2014)-, aquí solo satisface como bailarín aunque ciertamente de ninguna manera puede ser comparado con Fred Astaire o Gene Kelly; del resto del elenco, se destacan Manganiello, Jada Pinkett Smith y Andie Mac Dowell en roles superficiales.
Conclusión: Un film insustancial e inferior al original porque no existe una historia precisa que nutra al relato.
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CHORUS. Canadá, 2015. Dirección: François Delisle. Distribución: Funfilm (2015)
La pérdida de un hijo, que es sin lugar a dudas la peor tragedia que puede acontecerle a un ser humano, ha sido abordada por el cine en varias oportunidades, entre ellas en el excelente film La stanza del figlio (La Habitación del Hijo) de Nanny Moretti que en 2001 obtuvo la Palma de Oro en Cannes. A pesar de la familiaridad del tema, François Delisle vuelve a considerarlo a través de un drama minimalista de muy buen nivel que sin recurrir a ningún golpe efectista conmueve profundamente.
La desaparición sin huella alguna de Hugo, un niño de 8 años, acaecida en Montreal hace 10 años ha devastado a sus padres, Christophe (Sébastien Ricard) e Irene (Fanny Mallete). Esa desgracia motivó la ruptura del vínculo conyugal donde el marido optó por autoexiliarse en México en tanto que su mujer permaneció en Montreal. De él se sabe que al no haber superado lo acontecido su angustia lo ha llevado a pensar hasta en suicidarse. Por su parte, Irene sigue viviendo el duelo de manera tal que le impide tener relaciones personales incluyendo a su propia madre (Geneviève Bujold) con quien mantiene una relativa distancia; incapaz de experimentar emociones, la única actividad que atenúa su dolor es su participación como vocalista de un coro en una iglesia local.
Lo que esta separada pareja estaba lejos de imaginar es lo que un presidiario (Luc Senay) le confiesa a un detective investigador (Didier Lucien) relatándole el grave delito cometido una década atrás cuando como pedófilo violó al pequeño Hugo y posteriormente lo asesinó. Impuesta de la cruel noticia, Irene desesperadamente se comunica telefónicamente con Christophe y le pide que retorne a Canadá a fin de que juntos completen las formalidades pertinentes para el demorado funeral.
Lo descripto se presta para un marcado melodrama pero Delisle lo elude sabiamente. Manteniendo un firme control de la narración permite que Chorus adquiera la fuerza emocional necesaria apelando a un lenguaje estrictamente cinematográfico de notable sutileza donde las imágenes antes que las palabras van expresando los sentimientos que se anidan en sus personajes. Y hablando de las soberbias imágenes contempladas, es mérito del realizador quien como director de fotografía recurrió a la filmación en blanco y negro para que el drama adquiriese mayor intensidad.
Mallete así como Ricard sobresalen en los papeles protagónicos; brindando completa autenticidad a sus respectivos personajes transmiten cabalmente el drama de dos seres a quienes el destino les deparó una amarga jugada y que deben seguir adelante a pesar de todo. En papeles de apoyo se destaca la veterana Bujold así como Pierre Curzi quien como el padre de Christophe trata de brindarle el mayor apoyo posible.
Globalmente considerado, el director ha logrado un film encomiable examinando las diferentes etapas que puede experimentar el dolor por una tragedia irreparable y sus efectos a través del tiempo.
El film editado en DVD es en su versión original francesa con subtítulos optativos en inglés.
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